Gustavo de Hoyos Walther
04/10/2022 - 12:03 am
Discurso de odio
“Los discursos de líderes como Putin, Maduro, Bolsonaro, Trump o López Obrador se refieren a diversas realidades nacionales pero en todos se encontrará el mismo lenguaje ofensivo, artero y agresivo”.
Uno de los más formidables críticos del liberalismo, el jurista alemán Carl Schmitt, propuso la diferenciación amigo-enemigo, para referirse a lo que distingue al fenómeno político de otras manifestaciones humanas.
De acuerdo con esta idea, el diálogo entre personas con diversas opiniones es prácticamente imposible. En el mejor de los casos es superficial, pues la realidad humana es radicalmente antitética y se compone de aliados y rivales.
Schmitt también fue un gran crítico de la actividad parlamentaria, a la que consideraba mero cotilleo realizado por quienes creen que se puede arribar a decisiones a partir de la deliberación y del intercambio de puntos de vista. Esto le parecía un ejercicio inane al jurista alemán, ya que, desde su perspectiva, las decisiones importantes las debe tomar un soberano, a partir de su único juicio, el cual no debe estar contaminado por el intercambio de puntos de vista con otros.
Esta especie de decisionismo político es profundamente autoritario y fue, hasta cierto punto, el fundamento en que se basó el régimen nacionalsocialista en Alemania, entre 1933 y 1945. Aunque hay debates al respecto, muchos consideran a Carl Schmitt el cerebro jurídico del Tercer Reich.
Hoy sus ideas han resurgido en la teoría y práctica del populismo del siglo XXI. Teóricos políticos del populismo de izquierda como Ernesto Laclau y Chantal Mouffe no ocultan que muchas de sus ideas derivan del jurista alemán.
Para ellos, la sociedad se divide entre el pueblo y sus enemigos. Siguiendo a Schmitt los teóricos del populismo suponen que el pueblo siempre está representado por un caudillo que asume la soberanía en su nombre.
Un corolario de esto es que la visión populista pregona la infalibilidad del líder en sus designios, y confiere dimensiones épicas a las confrontaciones del lider caudillista frente a sus enemigos, quienes, en última instancia, son todos los que él designa como tales.
Es claro que esa concepción binaria de amigos o enemigos, tiene que conducir al conflicto y a relaciones fundadas en el odio a lo diverso.
El modelo de sociedad que se deriva de estas ideas es el de una sociedad en guerra.
Lo que se plantea es un regreso a la situación anterior a la que pensadores liberales – de Thomas Hobbes a John Rawls, pasando por John Locke y Adam Smith – denominaron el contrato social, que se instauraba contra el estado de naturaleza con el fin de lograr una situación de convivencia civilizada.
Precisamente esta hostilidad contra los que piensan diferente es lo que emparenta a todos los regímenes populistas contemporáneos, sean de izquierda o de derecha.
Los discursos de líderes como Putin, Maduro, Bolsonaro, Trump o López Obrador se refieren a diversas realidades nacionales pero en todos se encontrará el mismo lenguaje ofensivo, artero y agresivo.
El autor Gabriel Zaid escribió hace tiempo una columna donde hizo una lista bastante larga de todos los insultos que ha utilizado López Obrador contra quienes él llama sus adversarios, un eufemismo para referirse a sus enemigos.
Este lenguaje de taberna ha pasado ahora a las calles y se observa en las redes sociales. Forma parte de una pedagogía política que todos los líderes populistas imprimen en las sociedades que gobiernan.
No sería exagerado decir que su retórica agresiva, es la contribución más original y tal vez la más dañina del obradorismo a la política y la sociedad mexicana.
Si esta retórica se mantuviera la sociedad mexicana no podría aspirar a un futuro de paz, orden y concordia. La polarización agravada y sostenida en el tiempo, puede conducir a un enfrentamiento violento por motivos ideológicos, y en casos extremos, hasta una guerra civil.
Por el bien de todos, esperemos que las urnas en 2024, le digan no al proyecto schmittiano en México.
Debemos, en cambio, construir un País donde la diversidad sea valorada como una riqueza nacional. Edificar una sociedad que cultive la tolerancia y se enriquezca en la pluralidad. Solo así será posible contar con un México Ganador.
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