El pasado jueves, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) dio a conocer los resultados de la medición de la pobreza en México. El informe presentado por dicho organismo contiene infinidad de datos, dignos de análisis.
Lo que trascendió en los medios –y por lo tanto hizo más ruido– fueron las malas noticias, sobre todo que en 2012 había medio millón más de personas pobres que en 2010.
Si bien no deja de ser un dato lamentable, en la radiografía sobre la pobreza en México hay mucho más: bueno y malo.
Entre lo malo, hay que resaltar la marcada concentración de la pobreza entre los indígenas de este país: siete de cada diez (72.3%) la padecen. También afecta de forma importante a los niños y adolescentes: 53.8% se encuentran en dicha situación, es decir, ocho puntos porcentuales por encima del promedio nacional. Igualmente, más de la mitad de la población todavía no tiene acceso a la seguridad social (más de 71 millones).
Por su parte, las buenas noticias –que las hay y muy importantes– no tuvieron el mismo impacto mediático.
En esta categoría cabe mencionar que en los últimos dos años, un millón y medio de mexicanos dejaron la pobreza extrema. Los expertos afirman que programas sociales como Oportunidades –tan criticado por la actual Secretaria de Desarrollo Social– han ayudado a sacar a millones de personas de la miseria (aunque no de la pobreza).
También cabe apuntar que disminuyó el número de personas con rezago educativo o sin servicios de salud; mejoró el acceso, la calidad y los espacios de la vivienda; y aunque resulte sorpresivo, el acceso a la alimentación. Los connacionales con problemas para allegarse de alimentos suficientes se redujeron del 24.8 al 23.3 por ciento.
Asimismo, el coeficiente de Gini –que mide el nivel de desigualdad en el país– disminuyó ligeramente (de 0.509 a 0.498).
Con todo, actualmente ocho de cada diez mexicanos son pobres o bien resultan vulnerables y por lo tanto en cualquier momento pueden caer en la pobreza. Únicamente un 20 por ciento de la población (alrededor de 23 millones) no es ni pobre ni vulnerable.
Estos datos dan pauta para todo tipo de conclusiones. Desde las más optimistas –los que dicen “vamos bien, vamos avanzando”– hasta las más catastrofistas. Lo cierto es que si bien hay algunas muestras –tímidas– de progreso, la situación dista mucho de ser la que desearíamos.
La pobreza sigue siendo el mayor déficit del gobierno y del país en su conjunto. Sin duda deberíamos destinar muchos más recursos a su combate, en lugar de perder el tiempo subsidiando la gasolina u otros privilegios.
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