“Poco antes de morir, un mes antes, me pidió que lo acompañara al centro, le pregunté a dónde quería ir, ‘quiero ver algunas cosas’, dijo. Fuimos a pararnos en diferentes esquinas como la de Bellas Artes; ya Eje Central, ‘quería ver esto’, afirmó y en su mirada pude intuir que se estaba despidiendo de su México, como si dijera ‘es la última vez que te voy a ver’, y efectivamente, fue la última vez que vio a su amada ciudad como él la había recorrido”, recordó María Eugenia Flores, hija del célebre cronista musical de esta gran urbe: Chava Flores.
A Salvador Flores Rivera, Chava Flores, la huesuda se lo llevó un 5 de agosto de 1987, dejando huerfanito a su México querido, al que siempre le cantó y al cual retrató como nadie.
La gracia y la ironía constituyen los ingredientes principales de sus obras, las cuales reflejan el gran conocimiento que tuvo de la forma de ser de los mexicanos, a los que caricaturizó musicalmente no con el ánimo de burlarse de ellos, sino de retratarlos, tal como lo hacían aquellos fotógrafos ambulantes, capturando el alma al instante y sin retoques.
Pero más allá de la picaresca y jocosa visión del mexicano que Chava Flores tenía, hay algunas facetas poco conocidas de él, que de acuerdo con su hija, María Eugenia, hace del compositor una persona cálida y humana, de pies a cabeza.
“Él era un papá amoroso y tierno -recuerda su hija- decía que se dedicó a reseñar su ciudad porque mucha gente había nacido tarde: “Ya ven para qué nacen tan tarde, ahora hay que contarles todo…”
“Era él quien ponía el nacimiento y el árbol en Navidad, más que mi mamá, nos dejaba regalos sorpresa, el 15 de septiembre, el Día de Muertos, siempre le gustó inculcarnos el gusto por las tradiciones”, rememora.
Con esa sapiencia popular, obtenida por el hecho de haber vivido en casi todas las colonias populares del centro: Peralvillo, la Doctores, la Roma, la Juárez, Santa María la Ribera, San Rafael y entre otras, Chava Flores era un personaje que siempre estaba atento y dispuesto a charlar con la gente, con él nadie se aburría, según comentó su María Eugenia.
“Siempre inventaba algo que hacer, le gustaba jugar canasta, era buenísimo para el dominó, oír música no se diga, luego a nosotras nos gustaba hacerle bulla el día de su cumpleaños, nos veía y nos disfrutaba, se le veía en la cara ese disfrute de sus hijas”, detalló quien es responsable de los derechos de las obras del autor de piezas como “Boda de vecindad”.
Sus paseos abarcaban museos, edificios y calles históricas, pero también las plazas, tienditas, un domingo podía llevarlas a comprar pan en una panadería rusa, árabe o húngara. En otro, ir al mercado de San Juan, por los ingredientes para cocinar pescado o el camarón.
“Acompañarlo a la XEW a sus programas, era otro paseo para nosotros, y él disfrutaba tenernos cerca, le gustaba que conociéramos muchas cosas, entre esas cosas el centro de su querida ciudad de México”, dijo.
A 25 años de la partida del compositor chilango, María Eugenia Flores, su hija y albacea, inicio una serie de actividades para rendirle tributo a su padre, entre las que destaca la donación de parte de su acervo discográfico a la Fonoteca Nacional.
“Se donó la colección de discos grabados con canciones de mi papá, interpretada por él y por otros artistas, algunos discos de 78 revoluciones por minutos (rpm), entrevistas grabadas en casetes, algunas grabaciones que hizo Reader´s Digest, long play y discos compactos, así como discos con versiones de sus canciones hechas por Oscar Chávez, Amparo Ochoa, Tehua; en total son poco más de 150 casetes, cintas, discos de acetato, discos compactos, libros, textos de él”, señaló.
María Eugenia reconoció que al principio hubo algún recelo con lo que iba hacer con respecto al legado de su papá, ya que pese a tener todos los derechos de las canciones de su progenitor, hubo cierto resquemor por parte de Rosa Linda, la segunda esposa de su padre, el cual dijo, ha sido superado al ver lo que ella ha hecho por difundir a las nuevas generaciones el legado musical de Chava Flores.
“Yo solamente lo que hago es poner ‘aquí está lo de Chava Flores’, era necesario que alguien lo pusiera al alcance, si alguien lo compra o lo canta, eso ya es otro boleto, lo demás lo hace Chava Flores, su calidad, que lo ha llevado a mantenerse en el gusto de la gente, sin radio, ni televisión, ni publicidad, sólo su talento”, replicó.
Chava, en sus canciones, no pretendía hacer crítica social; simplemente presenta los hechos tal y como se daban, exagerando y destacando los defectos, pero también alabando las virtudes de los mexicanos, lo cual hizo sin tomar partido por ninguna ideología o credo.
“Mi Papá siempre se nombró apolítico, creía en Dios pero no en la Iglesia, una vez le pregunté y me dijo: ‘yo soy escéptico’, pero decía que ocasiones muy especiales había hablado con Dios y que él le había respondido”, comentó.
Nunca, en su casa, se hablaba de política, sí de futbol, deporte del que Chava Flores era fanático, de música, artes, pero no de política, pese a ello, recuerda María Eugenia, trabajó mucho tiempo en las peñas donde se explayaba y agarraba de bajada a gente como José López Portillo o Luis Echeverría, “papá, un día te van hacer algo”, le decía, pero en realidad sus piezas eran relatos de hechos cotidianos, en una ocasión se le preguntó que si sus canciones eran de protesta, él decía: “Yo no tengo nada de que protestar, al final, lo que yo hago es retratar cómo son ustedes, cómo somos todos los mexicanos”.
Después de su familia, su gran amor, la ciudad de México, poco a poco fue dejando de ser esa idílica urbe en la cual se sabía nombre del vecino, se saludaba a todas horas y había una ambiente de amabilidad, no lo que ahora representa la megaurbe en que se ha convertido el Distrito Federal.
“Ahora, no me imagino que diría de su ciudad, cómo retrataría el Metrobús, por ejemplo, recuerdo cuando hicieron Tlalpan, se les olvido poner puentes por donde pasara la gente, ‘parece una chamaca con caireles’, dijo mi papá en su canción ‘No es justo’, que habla de Ernesto Uruchurtu y de este ‘detalle’”, manifestó.
Y ese amor, expone María Eugenia, se vio reflejado en una ocasión, tras los sismos de 1985, y él viviendo en Morelia, Michoacán, lo buscamos para saber cómo estaba sin lograr respuesta alguna.
Dos meses después, cuando vino al Distrito Federal, María Eugenia le comento su preocupación por él y que no supiera de ellas (sus hijas), a lo que le dijo: “no estaba preocupado por ustedes, sabía que no le había pasado nada, estaba preocupado por mi México”, y en ese momento se le cerró la garganta y se le llenaron los ojos de lágrimas.
“Mi México es bello como nunca lo fue, pero cuando era niño tenía mi México un no sé qué”, decía a menudo Chava Flores, razón por la cual, según su hija, fotografiaba El Ángel de la Independencia, El Palacio Nacional, el de Bellas Artes, pues añoraba ese México de la vecindad que él vivió.
Pero pese a esa melancolía por un México que estaba quedando en el olvido, el compositor de “Peso sobre peso” (La Bartola), “La Interesada”, “El Gato viudo”, entre otras, gracias a su sentido del humor, casi nunca lo invadió la tristeza o el enojo.
“Mi papá estuvo triste, verdaderamente triste, por dos motivos: la separación de mi madre, y el haber estado en la cárcel por no haber pagado una letras de un pagaré; son dos cosas que lo marcaron, pues él era un hombre muy positivo, lo triste lo transformaba a humor, ‘pa´qué te preocupas tanto’, decía, y por su fisonomía aclaraba: ‘No es que esté enojado es que soy jetón’. Todos los días se levantaba y ponía música, eso habla de su carácter”, puntualizó la hija del autor de las emblemáticas “¿A qué le tiras cuando sueñas mexicano?”, “Sábado Distrito Federal” y “Voy en el metro”.
Sus canciones, además de ser una reseña de cómo era el chilango, también tenían una creación métrica pulcra, al grado de que el compositor Luis Alcaraz aseguró que la prosodia rítmica, la relación perfecta entre los acentos musicales y los del texto, en los compositores mexicanos solamente la encontraba en las creaciones de Chava Flores y las de Cri-Cri. Mientras que, según María Eugenia, en una ocasión, Juan José Calatayud afirmó que Chava Flores compuso fugas que sólo Bach las pudo haber hecho.
Chava Flores, pese al gran amor por la Ciudad de México, se fue a vivir a Morelia por el hecho de poder construir su propia casa; ya que en el Distrito Federal ya era casi imposible por lo costoso que resultaría. Otro de los motivos de su partida fue su salud.
“Se va a Morelia porque se empezaba a sentir mal. Le gustaba mucho la bohemia, no el tomar, sino se desvelaba mucho con sus amigos cantando y bailando, eran deliciosas sus bohemias, a mí me tocó estar presente. Cumplir su ilusión de tener una casa fue lo que lo hizo emigrar, aunque esa ilusión le duró cuatro años, un año antes de su muerte vino al Distrito Federal y me dijo ‘ahora sí hija, me voy a operar’, él era de los que nunca iban a ver a un doctor ‘de algo me tengo que morir’, decía, pero cuando vino para operarse ya era tarde, el cáncer estaba muy avanzado y poco se pudo hacer”, dijo su hija, quien es responsable de la oficina de Los Herederos en la Sociedad de Autores y Compositores de México (SACM).
Los homenajes para Chava Flores proseguirán en lo que resta del año. De acuerdo con María Eugenia Flores, se le rendirá un homenaje en la SACM, se emitirá un timbre postal conmemorativo, se publicarán un libro que compila los artículos de su padre, entre otras actividades más.