Fabrizio Lorusso
04/07/2024 - 12:05 am
Reforma al Poder Judicial como síntesis y apoteosis
Más aliento y alcance apoteósico tendría, en mi opinión, esta última posibilidad, añejada con conciencia en este 2024, pero sin que pierda potencia transformadora de raíz, ya que cambiar las reglas del juego del Poder Judicial, descapturarlo de poderes fácticos, desburocratizarlo y democratizarlo lo ameritan.
La reforma al Poder Judicial representa la síntesis y la apoteosis de la cifra política actual: síntesis, porque la mentada reforma resume y ejemplifica, en torno a un tema particular, una serie de debates, diatribas y posiciones polarizadas y bipolares que hemos visto prevalecer en otras discusiones, problemáticas y áreas de la arena pública, a lo largo del sexenio que va concluyendo. El ala derecha de las almas, los congresos y del espectro partidista nacional, tildando de autoritarios a quienes ganaron mayorías legítimamente, apelan nuevamente al miedo y a los mercados para extralimitar las prerrogativas y aspiraciones reformadoras de la izquierda. Ésta, a su vez, vive debacles entre chapulines y anhelos de gloria personalistas que deberán normalizarse con los fríos otoñales y con un buen debate venidero sobre pluris y sistema electoral.
Y apoteosis, porque, según una de las definiciones de la RAE, sin duda, estamos presenciando una “manifestación de gran entusiasmo” y pasión, en el contexto de un “acto colectivo”, que es la conformación de un ágora democrático pujante y plural. Esto se da en el marco de la mayoría prácticamente constitucional que la coalición Sigamos Haciendo historia consiguió en las Cámaras, que es en sí un fuerte mensaje democrático sobre el rumbo deseado para el Proyecto de Nación que enarbola, y de los diálogos abiertos entre poderes del Estado sobre la Reforma Judicial, ríspidos y sanos a la vez, porque ventilan posturas y transparentan conflictos.
Aunado a ello, vamos presenciando diariamente, a manera de bucle, alguna “escena culminante con que concluye la función y en la que participa todo el elenco”, citando de nuevo el diccionario, como otra posible definición de apoteosis dentro de una representación teatral (en este caso, teatral-política). Acusaciones veleidosas, prejuicios clasistas y teorías del complot se esconden detrás de ciertas críticas opositoras a varias de las reformas, primeramente, la judicial, que están puestas en el tablero, mientras que, por otro lado, la rapidez, el exceso de expectativas y la sobrecarga de tareas simultáneas, como lo explicaba el sabio economista y científico social Albert O. Hirshman, pueden conducir al incumplimiento, a la parcialidad o a puntas de revanchismo cegador.
Nos encontramos, por ende, en una fase liminal, incierta e interesante por definición, a la par constructiva y destructiva, la cual se envera durante el largo “paso del testigo” presidencial y descuella el primero de octubre, precedida por el traslape parlamentario septembrino entre el flamante Congreso, mayoritariamente oficialista, y el mandatario saliente.
Este limbo siempre preconiza reacomodos y desacomodos, ya sea para subir al paraíso, bajar al inframundo o seguir navegando en la permanencia expectante del porvenir. La presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación ve vacilar su puesto y privilegios, y así sus colegas, de arriba abajo. Pero, en efecto, la elección directa de todas las personas juzgadoras puede convertirse en un boomerang si no se establecen escalones, equilibrios y candados adecuados.
¿Cuál será, mejor dicho, cómo será la reforma que finalmente será aprobada? ¿La de AMLO, presentada en febrero, que pasaría en septiembre “sin mover una coma”? O bien, un poco más adelante, ¿la del equipo de transición de Claudia, producto de varios meses de foros y diálogos y propuestas, en parte distintas y en parte complementarias, como expresión de “la continuidad con cambio”, respecto de aquellas del Plan C? ¿O la que, eventualmente, pueda ver la luz como síntesis dialéctica entre las dos anteriores y los cambios auspiciados por varios actores sociales y políticos mediante el Parlamento Abierto y la discusión pública?
Más aliento y alcance apoteósico tendría, en mi opinión, esta última posibilidad, añejada con conciencia en este 2024, pero sin que pierda potencia transformadora de raíz, ya que cambiar las reglas del juego del Poder Judicial, descapturarlo de poderes fácticos, desburocratizarlo y democratizarlo lo ameritan.
Hay quienes interpretan esta fase límbica, corredor espacio temporal entre dos gobiernos contiguos, como un banco de prueba para la autonomía presente y futura de Claudia respecto de Andrés Manuel, una especie de evidencia empírica de la verdadera independencia de la próxima Presidenta: si la Reforma Judicial pasa tal y como está, entonces, será una derrota para Claudia, si no, ya se abriría un nuevo ciclo con la ruptura entre el uno y la otra. Creo que se trata de visiones maniqueas y simplistas que pretenden crispar y polarizar, simplificando el escenario, pues más que quiebres entre dos personajes y dos propuestas, se visualizan procesos adaptativos.
Además, en pro de su eficacia, éstas deberían acompañarse de un replanteamiento profundo de las fiscalías, de las policías, de las comisiones de búsqueda y de atención a víctimas tanto a nivel federal como estatal, pues también estas instituciones impactan en la percepción y el goce de derechos y de la justicia: se trataría, entonces, de incidir a fondo en su procuración y no sólo en su impartición, para que, sintética e idealmente, pudiéramos hablar de una reforma de la Justicia con mayúscula y en el sentido más amplio.
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