Esta industria aún se enfrenta a problemas como las malas condiciones de trabajo, una relación dispar entre la productividad laboral y mejores pagos y poca seguridad dentro de los centros laborales e intensas jornadas de trabajo.
Ciudad de México, 4 de julio (SinEmbargo).–La industria de la confección de ropa, especialmente la moda conocida como “fast fashion“, aún se concentra en el continente asiático al representar el 55 por ciento de las exportaciones mundiales de textiles y prendas de vestir, y pese a que en algunos países de la región han incrementado los bajos salarios que se ofrecen, aún se enfrentan problemas como las malas condiciones de trabajo, una relación dispar entre la productividad laboral y mejores pagos y poca seguridad dentro de los centros laborales e intensas jornadas de trabajo.
De acuerdo con el reporte Empleo, salarios y productividad en el sector de la confección en Asia: Balance de las tendencias recientes, publicado recientemente por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en Asia se generan alrededor de 60 millones de trabajadores tan sólo en el trabajo formal, y millones más en el trabajo informal. Precisamente es la informalidad la que pone a la población trabajadora en mayor vulnerabilidad al no tener protección social en ambientes de trabajo insalubres e inseguros.
Desde hace años y hasta ahora, la participación de Asia en las exportaciones mundiales de textiles y prendas de vestir ha crecido significativamente desde principios de la década de 2000, alcanzando un máximo del 58 por ciento en 2015, antes de disminuir a alrededor del 55 por ciento en 2019. La tendencia creciente sobre este sector fue impulsadas en gran medida por China, en donde hasta 2015 tuvieron grande crecimiento de exportaciones en ambos sectores, luego tuvo una caída en este tipo de comercio al exterior, con lo que se compensó parcialmente su participación con exportadores como Vietnam, Bangladesh, Myanmar y Camboya.
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➡️Trabajo decente en las cadenas de suministro de prendas de vestir de Asia
➡️Asia sigue siendo la 'fábrica de prendas de vestir del mundo', pero se enfrenta a numerosos desafíos a medida que la industria evoluciona@CCOO @Industria_CCOO pic.twitter.com/XSnAm5yta5
— FELIX A.OVEJERO (@FELIXAOVEJERO) June 28, 2022
“La disminución del tres por ciento en la participación de mercado de Asia desde 2015 fue absorbida principalmente por Europa, ya que la participación en las exportaciones de todas las demás regiones se mantuvo relativamente constante o disminuyó. A pesar del reciente declive, el dominio de China sigue siendo inigualable con el 34 por ciento de las exportaciones mundiales de prendas, textiles y calzado en 2019, seguido de Vietnam (5 por ciento), Bangladesh e India (4.3 por ciento cada uno)”, se lee en el reporte de la OIT.
Si bien aún representa una fuerte industria, en los últimos años en países como China, Tailandia y Filipinas ha disminuido su influencia ya que han diversificado su sector manufacturero alejándose de la producción intensiva en mano de obra hacia industrias de intensidad tecnológica media y alta. Mientras tanto, en otras economías como Bangladesh y Camboya, la importancia del sector va en crecimiento. En los años más recientes para los que hay datos disponibles, el sector aportó aproximadamente dos tercios del valor agregado manufacturero en Camboya, 44 por ciento en Bangladesh y 28 a 30 por ciento en Pakistán, Sri Lanka y Vietnam. El sector también representó una parte significativa de las exportaciones de mercancías de estos países: 91 por ciento en Bangladesh, 66 por ciento en Camboya, 58 por ciento en Pakistán, 45 por ciento en Sri Lanka y 22 por ciento en Vietnam.
Este sector representó la mayor parte del empleo manufacturero en muchos países de la región, con el 72 por ciento en Camboya, el 55 por ciento en Bangladesh, el 51 por ciento en Myanmar, el 48 por ciento en Pakistán, el 42 por ciento en Vietnam, 39 por ciento en Sri Lanka y 32 por ciento en India. Incluso en Indonesia, Filipinas y Tailandia, países con bases manufactureras más diversas, la producción de prendas de vestir todavía representaba una gran parte del empleo manufacturero con 27 por ciento, 17 por ciento y 16 por ciento, respectivamente. La importancia del sector para el empleo en la región es aún más importante dada la participación relativamente alta de mujeres en el empleo.
PROBLEMAS EN EL AUMENTO SALARIAL
En las últimas tres décadas, la estructura del empleo en el sector asiático de la confección se ha organizado cada vez más en torno a las cadenas de suministro globales, las cuales son impulsadas por los compradores y dirigidas por empresas multinacionales, que a menudo promueven el modelo comercial de “moda rápida”.
El organismo a cargo del informe explicó que el panorama de los proveedores es complejo, de múltiples niveles y competitivo, e involucra a contratistas y subcontratistas que abarcan los sectores formal e informal, por lo que exportadores asiáticos generalmente compiten en el “extremo inferior de la cadena de valor global de prendas de vestir”, que involucra principalmente actividades de corte, confección poco calificadas y de bajo valor agregado. En ese sentido, muchos fabricantes de prendas de vestir, en particular las pequeñas y medianas empresas en los niveles más bajos de las cadenas de suministro, enfrentan altos niveles de incertidumbre, están bajo mucha presión para reducir los “plazos de entrega”, operan con márgenes ajustados y no pueden para invertir en la mejora de la productividad.
mercado-de-trabajo-en-china-confección-OITPrecisamente en la dinámica de la cadena de suministro mundial las empresas, sobre todo las pequeñas y medianas, se encuentran sometidas a una situación en la que muchos fabricantes de prendas de vestir no pueden invertir en la mejora de la productividad (por ejemplo, mediante la adopción, reestructuración o actualización de tecnología). De acuerdo con el estudio de la OIT, la cadena de suministros ha impuesto que la mayoría de los materiales primarios sean de importación, que usualmente tienen costos “impuestos e incontrolables” de los cuales no tienen control alguno. Ya que su rentabilidad depende completamente de sus costos –y dado el crecimiento limitado de la productividad laboral–, su competitividad depende de su capacidad para mantener los precios bajos y los plazos de entrega cortos, lo que genera presiones a la baja sobre los salarios y las condiciones de trabajo.
“Específicamente, los empleadores argumentan que en el contexto competitivo de la industria, incluso los aumentos limitados en los salarios pueden hacer desaparecer los escasos márgenes de beneficio”, se lee en el reporte de la organización mundial.
Y es que el vínculo entre la productividad laboral y los salarios no siempre es sencillo. La productividad de la mano de obra puede aumentar sin conducir necesariamente a salarios más altos, lo que se traduce en una disminución de la participación del trabajo en los ingresos. Por otra parte, los salarios también pueden aumentar debido a factores legislativos sin estar necesariamente impulsados por aumentos de la productividad laboral. También puede haber una conexión más débil entre salarios y productividad en el caso de mercados laborales duales, es decir, cuando hay una alta informalidad, desequilibrios de poder y baja elasticidad laboral, entre otros factores. A estos factores se le suma la medición, pues si bien la productividad laboral a nivel de industria se mide sobre todas las personas empleadas, los salarios disponibles de la población activa para muchos países generalmente están disponibles sólo para trabajadores asalariados, por lo que se crea una desconexión con quienes trabajan por cuenta propia. De la misma forma, al tomarse de forma general la relación entre salarios y la productividad laboral, no se permite analizar las diferencias significativas entre los subsectores y entre las empresas dentro del sector.
Para los exportadores asiáticos de la industria de prendas, textiles y calzado, los salarios reales generalmente aumentan con los niveles de productividad laboral y según los datos disponibles de los países donde esta industria se ha establecido, los salarios nominales mensuales promedio (medidos en dólares estadounidenses) de los empleados en el sector oscilaron entre un mínimo de aproximadamente 100 a 160 dólares estadounidenses en Indonesia, Pakistán, Myanmar, Bangladesh y Sri Lanka, a aproximadamente 215 a 280 dólares estadounidenses en Filipinas, Camboya y Vietnam, a 362 dólares en Tailandia.
La OIT expresó que en la región los salarios mensuales promedios son generalmente más bajos que los salarios mensuales promedios en el sector, pero no mucho, lo que refleja el hecho de que, en la mayoría de los casos, los empleados se agrupan en torno a los ingresos promedios. Aunque se cree que los salarios mínimos son indicativos de los salarios prevalecientes en la confección de Asia sector – debido a la composición de la mano de obra intensiva poco calificada y las debilidades en la negociación colectiva y los sistemas salariales basados en el mérito–, en los últimos años los salarios promedio y medianos de los empleados en el sector generalmente han excedido los salarios mínimos para los países con disponibilidad, particularmente en países que han visto un aumento en los salarios reales en el sector. Sin embargo, algunos casos respaldan la afirmación de que los salarios mínimos en el sector de la confección representan “techos en lugar de salarios mínimos”, por lo que algunos empleadores “utilizan indebidamente” los salarios mínimos legales como salario básico para la industria.
LAS MUJERES HACEN MÁS POR MENOS
El sector de la confección es un importante empleador de mujeres en Asia, pero las brechas salariales de género persisten en muchos países y los problemas estructurales limitan el potencial del sector para generar trabajo decente para ellas. Las mujeres representan el 86 por ciento de los trabajadores de la confección en Myanmar al igual que en Malasia, el 76 por ciento en Camboya, del 70 al 73 por ciento en Sri Lanka, Filipinas, Tailandia y Vietnam. En caso contrario, sólo representan el 39 por ciento de los trabajadores de la confección en la India y en Pakistán y el 44 por ciento en Bangladesh, lo cual se encuentra en consonancia con las tasas más bajas de participación de la fuerza laboral femenina en estos países. Sin embargo, incluso en estos últimos países, la participación femenina en el empleo del la industria textil y de calzado está muy por encima del promedio general del sector manufacturero.
Los países con las proporciones más bajas de trabajadoras también tienen una de las brechas salariales de género más altas en el sector de la confección (aunque en el caso de la India, los datos salariales no están disponibles para confirmarlo). El reporte señaló que hasta el 2018, la brecha salarial de género (diferencia entre los ingresos por hora de hombres y mujeres como porcentaje de los ingresos de los hombres) llegó al 41 por ciento en Pakistán y al 33 por ciento en Sri Lanka, seguido del 22 por ciento en Bangladesh (datos de 2017), y del 12 y 11 por ciento en Tailandia y Filipinas, con datos de 2019.
Por el contrario, Camboya, Myanmar e Indonesia tienen una brecha salarial de género muy pequeña en el sector de la confección (las mujeres ganan cinco por ciento más por hora que los hombres en Indonesia). Sin embargo, teniendo en cuenta que la brecha salarial de género se calcula usando salarios mensuales (es decir, sin tener en cuenta las horas de trabajo), la brecha aumenta aún más al 68 por ciento en Pakistán y al 17 por ciento en Filipinas, y la ganancia relativa de las mujeres sobre hombres en Indonesia se reduce a únicamente el uno por ciento.
En el caso de Camboya e Indonesia, los salarios mensuales promedio de hombres y mujeres han convergido luego de un crecimiento salarial significativamente mayor para las mujeres en comparación con los hombres. Los trabajadores masculinos de la industria ganaron en promedio un 20 por ciento más que las mujeres en Indonesia en 2010 y en Camboya en 2012, pero esta brecha se cerró en Indonesia en 2015 y se redujo a sólo 2 por ciento en Camboya.
En Myanmar, el mayor crecimiento de los salarios mensuales promedios reales de las mujeres en el subsector del cuero y el calzado permitió cerrar la brecha salarial en el subsector para 2019; en 2015, la brecha salarial de género, basada en los ingresos mensuales, era del 25 por ciento en el subsector del cuero y el calzado, en comparación con sólo el 2 por ciento para las prendas de vestir, y las empleadas ganaban en promedio más que los empleados masculinos en el subsector textil.
“Las empleadas de GTF están sobrerrepresentadas entre los trabajadores con salarios bajos del sector. La tasa salarial baja, definida como la proporción de empleados que ganan menos de dos tercios de los ingresos medios, varía en la región, y es mayor para las mujeres que para los hombres empleados de la industria de prendas, textiles y calzado en seis de los nueve países para los que hay datos salariales disponibles. En particular, la tasa salarial baja entre las empleadas es el doble que la de los empleados masculinos (32 por ciento en comparación con el 16 por ciento). La baja tasa salarial de Indonesia es alta tanto para los empleados femeninos como para los masculinos, con un 31 por ciento y un 28 por ciento respectivamente. Filipinas también tiene una baja tasa de pago de más del 20 por ciento entre las empleadas y Sri Lanka del 17 por ciento”, expuso la OIT.
Además de ganar salarios generalmente más bajos que sus contrapartes masculinas, las empleadas de la industria de prendas, textiles y calzado suelen enfrentar “desafíos adicionales”, debido a la naturaleza de género de sus lugares de trabajo. La segregación de género por ocupación es tal que el sector está “dominado por las mujeres en la parte inferior y por los hombres en la parte superior” en un entorno altamente competitivo y estresante, con un monitoreo y una rendición de cuentas limitados que pueden resultar en violencia de género. En esa línea, la organización comentó que hay muchos casos documentados de experiencias vividas de las luchas de las trabajadoras de la confección, que van desde la interrupción de la vida familiar hasta el abuso físico, en países como Bangladesh, India y Myanmar.
“En muchos casos, los gerentes de nivel medio a bajo utilizan la violencia física y sexual a lo largo de las líneas de producción, con impunidad. Esto se ve agravado por una representación inadecuada de los trabajadores y una voz limitada para las mujeres en el lugar de trabajo. Estos temas, además de otros relacionados como la mala seguridad y salud en el trabajo y la falta de cobertura de protección social, representan elementos cruciales de las condiciones de trabajo, más allá de los salarios y las brechas salariales, y tienen impactos importantes en términos de bienestar de los trabajadores, pero también en las relaciones laborales y la productividad”, concluye la investigación.