Ricardo Raphael
04/07/2014 - 12:00 am
Sectores, servicios y la mamila para los adultos
La reforma en Telecom no es para los análogos porque debe tener como destinatario principal a los nativos digitales. Tiene que ser concebida para el futuro y no para el tiempo de las abuelitas. Los análogos todavía podemos distinguir entre televisión abierta y televisión por cable, entre teléfono fijo y celular, entre radio de frecuencia […]
La reforma en Telecom no es para los análogos porque debe tener como destinatario principal a los nativos digitales. Tiene que ser concebida para el futuro y no para el tiempo de las abuelitas.
Los análogos todavía podemos distinguir entre televisión abierta y televisión por cable, entre teléfono fijo y celular, entre radio de frecuencia modulada y radio por internet. Por esta razón es que somos capaces de discernir entre sector y servicio.
Comprendemos que de un lado está el sector de la televisión dónde los aparatos reciben señal abierta a través de una antena de conejito, (cuyo mercado actual concentra en más de un 80% la empresa Televisa) y del otro la señal por la que se paga mensualmente gracias al servicio que ofrecen las empresas cableras, (donde Televisa aún no domina en más de un 50 por ciento).
Sabemos también que Carlos Slim, a través de Telmex, controla arriba del 80% del negocio de los teléfonos fijos, el sector donde incursionó y por el que primero se hizo millonario. Conocemos igual que su otra gran empresa, América Móvil, concentra en un porcentaje similar el otro sector que brinda servicio de telefonía a través de dispositivos celulares.
Los análogos podemos hacer esta diferencia porque en nuestro tiempo primero hubieron televisores de antenita y teléfonos en las casas y después llegaron las otras modalidades.
En cambio los nativos digitales solo entienden de servicios. Ella escucha radio en el automóvil por la mañana, al medio día salta a una estación que se encuentra alojada en un sitio de internet y por la noche busca su música favorita en el canal 323 de su proveedor de cable.
Transita de una plataforma a otra sin franquear aduana. Poco le interesan los medios de trasmisión, los cables o las frecuencias electromagnéticas, la fibra óptica o la tecnología que aún está por inventarse. Para decirlo en una nuez, el nativo digital consume servicios sin importar el sector que los provea.
Siendo ésta la realidad, se hace muy importante que la nueva legislación en Telecom resuelva un contexto alentador para la desconcentración y la competencia, sobre todo en los servicios.
Es mucho más relevante esa preocupación que la actual concentración de los sectores. Al menos así lo es para quienes consumimos servicios. Que, dicho sea de paso, no somos lo mismo que quienes los proveen. Afortunadamente todavía existen clases sociales y sus intereses no son los nuestros, aunque quieran hacer pasar gato por liebre.
Con todo, una mayoría de senadores de la República ha decidido darle de beber con una mamila a los adultos de este país. Repiten muy orgullosos, por el sonido engolado que produce su garganta, que lo fundamental es combatir los monopolios por sector y que somos imbéciles los que estamos preocupados por la concentración de los servicios en unos cuantos proveedores.
Dicen reconocer la dominancia de Televisa en el sector de la televisión abierta (forma de trasmisión cuya vida útil no será mayor a diez años) y que por tanto la combatirán sin cuartel. Pero al mismo tiempo advierten que no importa la participación de esta empresa en televisión restringida ya que aún se encuentra lejos de extender su monopolio dentro de ese otro sector.
De plano su explicación de las cosas es rebuscada. No importa cuánto quieran disfrazar sus verdaderos propósitos, traicionarán a la Constitución los legisladores que se aferren al pasado analógico a la hora de votar la nueva ley secundaria.
Si como gritan por todo lo alto, de lo que se trata es de asegurarle al ciudadano una mayor oferta de medios y una competencia económica que mejore la eficiencia de los servicios, no pueden ahora traducir su retórica en la absurda distinción entre sectores y servicios y forzar a que los demás les aplaudamos por su maniobra de pésimo gusto.
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