Es imposible en estos años tan cercanos al predominio de la figura de Andrés Manuel López Obrador, Presidente saliente, disolver el nexo de su movimiento y de su ejercicio de gobierno de dos aspectos diferentes, aunque asociados: las políticas sociales de más extendido beneficio y el legado simbólico encarnado en su nombre como una especie de metáfora de la política popular y para consumo inmediato.

AMLO es un acrónimo memorable para dos tercios de la población conectados positiva y simbólicamente con su trayectoria y su tránsito por el gobierno de la capital nacional y su titularidad de una presidencia de la República detentada en adelante por su legataria y vencedora de la elección, Claudia Sheinbaum Pardo.

AMLO es el nombre de un incipiente mito con vigor creciente conforme concluye su poder material. La historia nacional se puebla de nombres, fantasmas, ídolos y de mitos como concepciones comunes de un bienestar acuerpado por la comunidad.

No estaba en la boleta, pero estaba en la mente de los millones de votantes a favor de Sheinbaum quienes asumieron como propia la corresponsabilidad en la construcción de un segundo momento administrativo y político para precisar y consolidar el proyecto del político tabasqueño.

El estilo de Sheinbaum permitirá precisión eficiente y decremento acelerado de los excesos retóricos atribuidos por la oposición y reconocidos mayormente en silencio por muchos izquierdistas renuentes a disminuir crédito alguno a quien sacudió la mesa del sistema político.  A fin de cuentas, AMLO permitió recomponerla, sacudirla, prepararla ahora con un nuevo mantel, renovados cubiertos, platos y alimentos de confianza en la mesa para una consolidada mayoría representativa de seis de cada diez votos de la totalidad de los emitidos este domingo.

Nunca en la historia de la democracia mexicana, el electorado se había volcado con tal magnitud hacia un partido gobernante. Era la forma de ratificar comunión con el inicio de un nuevo mito político. Ausente “AMLO” de la boleta, la oposición veía como debilidad de Morena el nombre de Sheinbaum sin entender la simbiosis entre la legataria líder del obradorismo nacional y la probabilidad de futuro del movimiento social más potente de la historia nacional.

Dentro de Morena, una sustancia política más amorfa que el Obradorismo, tampoco era comprensible una persona distinta de Clara Brugada Molina en la boleta para decidir sobre quién sería la Jefa de Gobierno sucesora de Martí Batres y mejor aún, del movimiento social encabezado por el tabasqueño.

Contribuyó la inhabilidad absoluta de la oposición de deslindarse de un pasado de corrupción generalizada y desatención de sectores populares desfavorecidos. Por supuesto también, ayudó la capacidad de unidad de este movimiento. Alito Moreno se peleaba con el exgobernador mexiquense, Alfredo de Mazo, en la mera víspera de la elección presidencial. Así les fue, otra vez en todo el país y en anterior bastión mexiquense del decadente priismo.

Una agenda social efectiva y una incipiente alianza con una memorable figura comenzó a rendir efectos demoledores contra la oposición. Todavía pueden comprenderlo.

Salvador Guerrero Chiprés

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Salvador Guerrero Chiprés es presidente del Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México. Es doctor en Teoría Política por la Universidad de Essex, Inglaterra; maestro en Comunicación por la Universidad Iberoamericana y licenciado en Derecho y en Comunicación por la UNAM. Fue asesor de la Secretaría de Seguridad Pública del entonces Distrito Federal y de la Comisión Nacional de Seguridad, y Comisionado Ciudadano de Transparencia en el InfoDF.

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