Para los migrantes ya de por sí golpeados por las políticas de línea dura del Gobierno de Donald Trump y las deportaciones, el maltrato en sus propios países no hace sino agravar sus padecimientos e ilustra hasta qué punto la pandemia está cambiando viejas normas sociales en formas insospechadas.
Por Sonia Pérez B.
Ciudad de Guatemala, 4 de mayo (AP) — Los migrantes que regresaban de Estados Unidos eran considerados verdaderos héroes en Guatemala porque habían estado enviando remesas que eran uno de los principales sostenes de la economía.
Pero desde que surgió la pandemia de coronavirus, son maltratados, echados de sus pueblos o amenazados por vecinos que temen que estén trayendo el virus de Estados Unidos.
Un fenómeno similar se registra en toda América Latina y el Caribe. En Haití la policía está custodiando un hotel repleto de personas que fueron deportadas por Estados Unidos, en parte para evitar que se escapen y en parte para protegerlos de ataques de vecinos que no los quieren ver cerca.
Para los migrantes ya de por sí golpeados por las políticas de línea dura del Gobierno de Donald Trump y las deportaciones, el maltrato en sus propios países no hace sino agravar sus padecimientos e ilustra hasta qué punto la pandemia está cambiando viejas normas sociales en formas insospechadas.
Vanessa Díaz dijo que su madre había escuchado rumores de que algunos vecinos se estaban organizando para impedirle llegar a su casa en la provincia norteña de Petén luego de que fue deportada por Estados Unidos.
Díaz tuvo que apresurarse a entrar en su casa con su hijo de siete años y quedarse escondida cuando llegó.
“Cuando llegamos mi mamá me dijo ‘bájate corriendo (del vehículo) y te metes a la casa’. Tenía miedo de que nos hicieran algo”, dijo Díaz.
El Gobierno guatemalteco dice que al menos 100 migrantes deportados por Estados Unidos entre fines de marzo y mediados de abril dieron positivo en los análisis para detectar la COVID-19. Pero incluso los que no están infectados (como Díaz, quien pasó dos semanas en cuarentena en su casa luego de llegar el mes pasado en un vuelo en el que nadie dio positivo) cargan con el estigma.
“El Alcalde auxiliar (de su localidad) andaba azuzando gente porque nos querían sacar a mí y a mi niño de mi casa”, dice Vanessa Díaz.
El temor no ha mermado. La madre de Díaz debe comprar comida para todos porque su hija no se anima a salir de la casa. La madre hizo una denuncia ante la policía porque cree que los vecinos pueden atacar la casa.
“Me da miedo. La policía vino a la casa y me dio un número por si veo a alguien en la casa que los llame”, dijo Díaz, agregando que su madre le deja la comida en la puerta de la casa. “Tengo un documento que dice que no tengo la enfermedad”, señaló la mujer, aludiendo a una carta que le dio el Ministerio de Salud Pública cuando le ordenó que permaneciese en su casa por dos semanas.
Díaz se fue de Guatemala el 14 de febrero y fue pillada en la frontera entre México y Estados Unidos dos semanas después. Ella y su hijo estuvieron detenidos más de un mes antes de ser enviados de vuelta a Guatemala.
El trato que reciben los migrantes que regresan preocupa al presidente Alejandro Giammattei, quien ha pedido a sus conciudadanos que cesen los hostigamientos.
“Hace algunos meses muchos se alegraban porque les venía el cheque de las remesas. Hoy a esa persona que mandó los cheques la están tratando como delincuente”, dijo el Presidente.
El mandatario indicó que las autoridades dispusieron revisiones y cuarentenas para asegurarse de que los migrantes que regresan no representan un peligro.
Pero en las redes sociales circulan videos de vecinos enfurecidos que persiguen a migrantes deportados por México que escaparon del albergue donde debían permanecer en cuarentena en la ciudad occidental de Quetzaltenango a pesar de que no había infectados entre los migrantes devueltos por México.
Y cuando un migrante deportado por Estados Unidos al que se le detectó el coronavirus se fue de un hospital en la Ciudad de Guatemala donde debía permanecer confinado, la persecución fue casi inmediata. La radio local Sonora es la Noticia lo identificó por su nombre, publicó fotos suyas y pidió a la ciudadanía que lo encontrase. Al poco tiempo surgieron comentarios brutales en las redes y algunas personas decían que había que matarlo. Un juez ordenó su arresto porque podía infectar a otras personas, pero sigue libre.
A al menos 686 personas se les detectó el coronavirus en Guatemala, incluidos algunos deportados por Estados Unidos, y al menos 17 han muerto. Se estima que ambas cifras no reflejan la realidad ya que se han hecho muy pocas pruebas.
Úrsula Roldán, directora del Instituto de Investigación y Proyección sobre Dinámicas Globales y Territoriales de la Universidad Rafael Landívar, dijo que el gobierno no tiene albergues para los migrantes que regresan ni puso en marcha programas de educación pública en sus pueblos.
“Los migrantes no son responsables, son personas que han realizado demasiados sacrificios para lograr es viaje, han sostenido la economía de este país”, destacó la experta.
Roldán critica al Gobierno de Estados Unidos por deportar a esta gente y por avivar sentimientos contra los migrantes.
“Lamentablemente la situación contra los migrantes sube de tono cuando hay discursos oficiales. Por ejemplo, el Presidente Donald Trump ha sido alguien que ha puesto en el discurso que las personas migrantes son personas peligrosas”, expresó Roldán.
La Conferencia Episcopal de Guatemala ha pedido a los fieles que respeten a los migrantes, diciendo que la situación es desgarradora.
“¿Cómo es posible que tanto el Gobierno de los Estados Unidos como el de México sigan con estos procesos de deportación en medio de la crisis que nos golpea en el contexto de una precariedad nacional en términos de servicios de salud y estrategias contundentes para contener la pandemia?”, se preguntó la iglesia en un comunicado.
“El ejemplo que ambos gobiernos dan así al mundo entero es el de no tener el mínimo sentido de humanidad”, acotó.
“No se trata de ver la paja en el ojo ajeno cuando nosotros mismos aquí en Guatemala somos testigos de la falta de solidaridad de aquellas comunidades que no han permitido el reingreso de sus paisanos. Cuando les enviaban las remesas los felicitaban y alababan. Ahora que regresan deportados, sin ningún dólar en la bolsa, son discriminados y rechazados. ¿Es esto espíritu cristiano? ¿Es esto solidaridad nacional?”, dijo el comunicado.
Díaz, mientras tanto, enfrenta el dilema de tratar de conseguir trabajo en una localidad que le es hostil, luego de haberse gastado todo lo que tenía en su fallido esfuerzo por llegar a Estados Unidos.
Cuando se le preguntó qué pensaba hacer cuando terminase su cuarentena al sábado, Díaz respondió: “Buscar trabajo. No me queda de otra”.