“Debemos ponerle nombre a las víctimas. Entender que son padres, hijos, parejas. No son sólo un número. De pronto ve uno noticias como la de Veracruz [el ataque en Minatitlán] y nos quedamos con el número: 14. Esos 14 eran personas, eran humanos”, dice Francisco Haghenbeck, representante del género negro en el país.
En entrevista para Puntos y Comas, el escritor habló sobre las letras y el México filoso y violento que vive.
Ciudad de México, 4 de mayo (SinEmbargo).– No se le puede dar la espalda a la realidad violenta que enfrentan los mexicanos, señala Francisco Gerardo Haghenbeck Correa, novelista y guionista de cómics.
Dos sexenios, los de Felipe Calderón Hinojosa y Enrique Peña Nieto, dejaron más de 250 mil víctimas en el país. La responsabilidad de los escritores es mostrar eso que ocurre, indica Haghenbeck, quien reunió en la antología La renovada muerte a varias generaciones del género negro mexicano.
“Debemos ponerle nombre a las víctimas. Entender que son padres, hijos, parejas. No son sólo un número. De pronto ve uno noticias como la de Veracruz [el ataque en Minatitlán] y nos quedamos con el número: 14. Esos 14 eran personas, eran humanos”, dice Haghenbeck.
En entrevista para Puntos y Comas, el escritor habla sobre la novela negra, la antología La renovada muerte, y sobre el país “filoso y resquebrajado” que vive.
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–Vamos a hablar sobre la antología, La renovada muerte. ¿Cuál es la metodología para seleccionar los textos que se incluyeron?
–Desde el principio quería hacer un muestreo de lo que se está haciendo ahorita de novela negra en México. Básicamente quería mostrar las tres generaciones que están haciéndolo en el siglo XXI. Hay muchos autores en México que coquetean con el género, pero no se asumen como escritores de novela negra. En la lista quería poner a escritores que realmente se asumieran como parte del género, y también los que yo creo que son los mejores. Eran las tres generaciones, comenzando con Paco Ignacio Taibo, al que yo creo que todos le debemos muchísimo, Elmer Mendoza, Imanol Caneyada, Martín Solares, Liliana V. Blum e Iván Farías.
–En la introducción de la antología hablas sobre el auge y el declive de la novela negra en México. ¿Nos puedes contar por qué te interesas por el género?
–Soy un fanático, me gusta mucho. Es un género que define muy bien a la sociedad. Es un género muy urbano. Es un género que define muy bien los conflictos de las ciudades. Básicamente habla del crimen. Dejamos atrás el concepto del detective buscando al asesino, ya tiene que ver más con la narración del crimen. Eso creo que define muy bien a la sociedad en la que estamos. Se me hace importante el género. Es un espejo que refleja lo que estamos viviendo.
–¿Puede decirse que la novela negra ya no es un género menor?
–Me gustaría pensar que así es. Yo creo que sigue habiendo un poco de estigma de ciertos grupos académicos. Hay autores que huyen a aceptar que son parte del género. Ya estamos más allá de ponerle etiquetas de desprestigio. Yo creo que ya se aceptó.
–Me gustaría saber tu opinión sobre la situación en México, la violencia en México.
–Es una realidad terrible, sobre todo estos eventos que hemos sufrido últimamente (la matanza de Minatitlán). Yo creo que los escritores no estamos para resolverlo. Es trabajo de políticos, pero sí es nuestro trabajo mostrarlo. No se puede decir: “en México no pasa nada’’. Estoy pensando en la última novela de Orfa Alarcón, Loba, que se me hace maravillosa, en la que se muestra un México filoso, resquebrajado, peligroso, pero no se dan soluciones. Esa es la tarea del escritor: mostrar la realidad, mostrar a las personas, ponerle nombre a las víctimas, entender que son padres, hijos, parejas, y no sólo un número.
–Los dos sexenios anteriores nos dejaron 250 mil víctimas.
–Sí, nos dejaron un paquetote.
–¿Hacia dónde vamos?
–No lo sé. No hay soluciones fáciles y no hay soluciones rápidas. No soy especialista en el tema, pero supongo que es mucho trabajo de educación, de cultura, de impartición de justicia. Espero que se vaya haciendo poco a poco. Es un trabajo arduo, difícil. El mejor ejemplo es Colombia. Colombia sufrió mucho y ha ido tratando de mejorar.
–Háblanos del proceso para construir la antología.
–Me considero mejor lector que escritor. Realmente estaba buscando cuentos que yo sentía que definían a cada autor. La idea de la antología es presentar una especie de buffet; que alguien pruebe algo y busque al autor que le atraiga y se acerque a su obra.
–Hace poco Puntos y Comas habló con Bef sobre Matar al candidato, obra en la que también participas.
–Buscamos hacer una investigación a través de la literatura. En este caso fue novela gráfica. Yo escribí; Bef dibujó. Es sobre este evento [el asesinato de Luis Donaldo Colosio] que cumplió 25 años. Es importante traerlo a la memoria. Lo que queríamos hacer Bef y yo era un trabajo de memoria, para que personas que no estuvieron o no habían nacido, se acercaran; que fuera reflexivo, más allá de buscar la solución. La solución todavía no la tenemos y yo veo muy difícil que la tengamos.
–Háblanos del género policiaco.
–El género policiaco nace en las letras inglesas del siglo IXX. Muchos nombran directamente a Edgar Allan Poe, con su detective francés, que era un detective que a través de la ciencia trataba de resolver un crimen. El género negro comenzó en la crisis de la entreguerra en los Estados Unidos, tenía más que ver con el crimen. Eran novelas sobre el crimen. No necesariamente se resolvía el crimen, se mostraba. Había un ambiente oscuro, urbano y de ahí viene el juego del género negro.
–Regreso a la antología. ¿Crees que alguien faltó?
–No faltó nadie. Estoy seguro de que están los que tiene que estar. Hay nuevas voces que están tratando de escribir, pero no tienen más que un cuento o dos. Los que están son gente que está continuamente publicando, que tiene más de 2 o 3 novelas. Los que están son los que deben estar. En un futuro se verá si con nuevos escritores se hace una nueva antología.
–Puntos y Comas presentó un adelanto de Deidades menores, uno de tus trabajos. Cuéntanos sobre este.
–Es una novela que tuvo el honor de ganar el premio José Rubén Romero de Bellas Artes, uno de los premios más importantes de novela en México. Es una novela insólita. Se usa el realismo y de pronto tiene toques de paranormal. Al final no sabes si es paranormal o no. Es una novela de crecimiento. Parecería juvenil, pero no la pensé así. Es la historia de un escritor que regresa a su pueblo y va recordando los eventos que lo motivaron a irse del pueblo. Es un juego de la memoria. La memoria juega con nosotros. Es un juego de realidades.
-Juan Villoro hablaba sobre los infiernos de los escritores. ¿Cuáles son los infiernos que has pasado?
–Yo no sufro. Tengo colegas que dicen que a la mitad de la novela sufren. No, yo todo lo contrario. A veces estoy en una fiesta y lo que quiero es volver a escribir. Es el placer más grande que tengo. Disfruto este trabajo. Es un trabajo solitario. Estás siempre en un monólogo contigo mismo. Estás forzado a tener los ojos abiertos. No sufro. Hasta cuando tengo bloqueo lo disfruto.
–Recientemente uno de tus libros fue llevado a la pantalla. Netflix adaptó El Diablo me obligo. David Toscana nos decía que la gente debía abandonar el cine y la televisión, y debía regresar a los libros. ¿Qué opinas?
–Ay, ese David. Ya tuve esa plática con él en Monterrey. Yo creo que al contrario: hay un buen momento para autores mexicanos, pues los medios están volteando para buscar contenido y están en producción series y películas. Descubrieron que las letras eran una fuente inagotable de ideas. Es un buen momento para voltear a la televisión y al cine.