En Paciencia Daniel Clowes va un paso más allá al imaginar el futuro. En su obra más ambiciosa atestigua que la incomunicación emocional sigue siendo una de los grandes problemas de la sociedad de la comunicación.
Por Francesc Miró
Madrid/Ciudad de México, 4 de mayo (ElDiario.es/SinEmbargo).– Jack Barlow es un farsante. Él lo sabe y el lector también. Su mujer, Paciencia, está embarazada y, aunque busca trabajo desesperadamente, nadie la contrata. Él le dice que todo va bien mientras trabaja repartiendo publicidad en las calles de Manhattan. Sabe que nada va bien. El último centavo que tenía en los bolsillos lo ha invertido en un triste perrito caliente como los que lleva comiendo las últimas semanas. Un día, cuando vuelve a casa, encuentra a Paciencia asesinada.
Con esta premisa puramente noir, Daniel Clowes construye en su último cómic, Paciencia, una obra compleja y fascinante sobre la obsesión, la masculinidad tóxica, la cultura norteamericana de la violencia y los viajes en el tiempo. Una obra tan fascinante en lo formal como en lo narrativo, recientemente reeditado por Fulgencio Pimentel. Última prueba de un talento desbordante que él mismo no se toma muy en serio. Se sorprende cuando le dedican exposiciones y cuando le señalan como uno de los autores más reconocidos del cómic independiente norteamericano.
Lleva desarrollando su obra desde los ochenta, tiene en su haber más de una docena de Premios Harvey y 6 Eisner, pero aquí su obra no se dio a conocer hasta el estreno en 2001 de Ghost World. La adaptación cinematográfica de su cómic homónimo protagonizada por Thora Birch, Scarlett Johansson y Steve Buscemi es hoy un clásico de culto y ha permitido que lleguen a nuestras librerías obras como Caricatura, David Boring o Como guante de seda forjado en hierro -todos editados por La Cúpula-. A su paso por el Salón del Cómic de Barcelona, el autor de Paciencia concedió unas pocas entrevistas a los medios de comunicación. En breve regresaría a su estudio en Oakland, California.
LOS OCHENTA SIN NOSTALGIA OCHENTERA
"Cuando empecé, Paciencia iba a ser bastante más corta. Pero a medida que iba desarrollando ideas me di cuenta de que había una historia que me apetecía contar y que había estado ignorando sin razón alguna", cuenta el propio Clowes a eldiario.es sobre la que es su obra más extensa hasta la fecha. "Entonces me entró el pánico porque, ¡esa historia implicaba viajes en el tiempo! Era la cosa más ambiciosa que había hecho en mi vida y tenía la sensación de que hiciese lo que hiciese, no iba a tener sentido", confiesa.
En Paciencia seguimos la investigación de Jack Barlow por averiguar qué le pasó a su mujer. Un destino que nos lleva del 2012 al 2006 pasando por la Norteamérica rural de 1985 y el Manhattan del futuro en 2029. Saltando a través del espacio y el tiempo con un dispositivo cutre, cual fanzine pulp de los ochenta. Pero enfrentándonos siempre a unos Estados Unidos violentos, desesperados y oscuros.
El autor cuenta que, mientras trabajaba en Paciencia, en Chicago organizaron una gran exposición sobre toda su obra. "Tuve que revisar toda mi obra desde que era muy pero que muy joven", explica. Cuenta que le costaba enfrentarse a sus obras porque "era el trabajo de un dibujante inexperto y terriblemente joven, pero me vi totalmente inmerso en su mundo. Me sentí vinculado emocionalmente a la persona que había hecho aquello, que no era yo pero a la vez era yo. Ambos eran Daniel Clowes. Y de ahí surgió la idea de los viajes en el tiempo".
A partir de tener que enfrentarse a su propio pasado, Clowes decidió crear una historia que perfilase el destino de unos personajes complejos en su adolescencia, en su vejez y en su madurez. A la vez que realizaba un mosaico de los Estados Unidos de los ochenta hasta hoy, ofreciendo una perspectiva nada halagadora de la cultura del éxito estadounidense. Y, de paso, un discurso antinostálgico.
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"Con perspectiva y contexto, todo el mundo que es consciente de haber vivido una era, sea la que fuere, termina desarrollando nostalgia por la misma. Es comprensible que los jóvenes de hoy la tengan de los ochenta. En mi época había mucha nostalgia, por ejemplo, de la moda y el estilo de los cincuenta", reflexiona. "Y sin embargo, mi padre solía decir que aquellos habían sido unos años absolutamente horribles, el peor tiempo para estar vivo".
Él mismo confiesa que ahora entiende a su padre, porque él odiaba los años en los que creció como dibujante: "¡Pensaba que era la peor época de la historia del ser humano! En los ochenta, en mi entorno, todo era muy cutre y muy homogéneo: no había posibilidad de apasionarte por algo realmente rupturista u original. Las mismas películas, los mismos discos, las mismas ropas. Tenías que buscar muchísimo para encontrar algo interesante y cuando lo encontrabas, era en fanzines y proyectos que la gente hacía con sus propios manos".
LA INCOMUNICACIÓN NO ENTIENDE DE TIEMPOS
En todos sus cómics, sus personajes se enfrentan a conflictos que se agravan debido a la incapacidad de comunicarse. Pero no por una causa mayor que impida el intercambio de información, sino por la patente insuficiencia educativa a nivel emocional que permita a sus personajes traducir en palabras lo que sienten.
En Ghost World, la joven adolescente Enid Coleslaw lidia con la búsqueda de un futuro y el miedo de decepcionar a la gente que la aprecia. Y eso la lleva a tomar decisiones que realmente no desea tomar, incapaz de verbalizar sus dudas. En David Boring, el protagonista que da título al cómic viaja hasta una isla remota en busca de una mujer a la que nunca dijo que amaba. En Paciencia, a sus personajes les ocurre lo mismo.
Clowes confiesa que no sabe cuál es la solución a sus problemas. No tiene una receta para combatir el silencio perpetuo que les puede permitir avanzar. "Nunca he dado con la contestación a esa pregunta. Trato de buscar la respuesta en cada obra, y en cada obra vuelvo a fallar. Y sigo buscando. Es extraño, pero es así", dice.
Sin embargo, en Paciencia Clowes va un paso más allá al imaginar el futuro. En su obra más ambiciosa atestigua que la incomunicación emocional sigue siendo una de los grandes problemas de la sociedad de la comunicación.
"Sinceramente, creo que hoy la situación es peor. Todo el mundo se comunica pero de forma poco sincera: un avatar representa más de sí mismos que ellos mismos", opina el autor. "La gente dedica muchísimo esfuerzo mental a lo representan de cara al resto, de cara a un mundo ahora virtual, y no tanto a lo que ellos son para ellos mismos", describe.
De ahí que él crea que sus cómics enfrentan este hecho. "Ese tono que utilizo casi siempre en mis viñetas, que está al filo de la ironía pero no lo es del todo, es algo es muy específico que se capta solamente con contexto. Ese tono no existe en Twitter, que me parece una forma muy limitada de conversación". Según él, las personas que antes tenían problemas para hablar de lo que sentían, "están hoy atrapados en un bucle infinito en busca de feedback. Parece que las redes sociales han dado con una tecla psicológica que teníamos programada: esa búsqueda de afirmación en los demás".
ADIÓS AL HÉROE CLÁSICO
El Jack Barlow que protagoniza Paciencia tiende, en cierto modo, puentes sólidos y muy estimulantes con otras obras de Daniel Clowes. Es un hombre que, como los protagonistas de Como guante de seda forjado en hierro (1995) y David Boring (2002), sufren una crisis de identidad que buscan resolver con el encuentro de una mujer determinada. O mejor dicho, de una determinada idea de mujer.
"Me atraía el protagonista masculino obsesionado con una idea de mujer, como el de James Stewart en Vértigo: alguien atractivo en lo superficial, pero que esconde a un maníaco en su interior", cuenta Clowes sobre Jack Barlow. "Muchos hombres en la ficción tienen como motivo de desarrollo un amor idealizado, una mujer idealizada que creen que les llevará a resolver todos sus problemas. Una idea que ha calado en nosotros de tal forma que parece que sea hasta deseable, pero que a todas luces no lo es".
Clowes va más lejos sobre la lectura de género en sus cómics. Según él, muchos de sus protagonistas masculinos son reflejos de la cultura de su país. "Jack, por ejemplo, es una encarnación del norteamericano medio. En inglés tenemos la expresión: Like a Bull in a China Shop para referirnos a un tipo de personaje que, con tal de avanzar lo destruye todo a su paso. Tenemos a John Wayne en el ADN: ese tío que entra en un bar y se pega con cualquiera que le mire mal. Que cree que en la violencia está la solución".
Parece que, de forma fortuita, sus últimas tres obras configuren una trilogía sobre la crisis de la masculinidad en tiempos revueltos. Un universo compartido que reflexiona mediante la reinterpretación de distintos géneros -superhéroes en la del 95, cine negro en la del 2002 y ciencia ficción en la que nos ocupa-, sobre la caída del héroe clásico.