En 1945, Eva Braun, esposa de Hitler, empieza a mandar correspondencia hacia México, específicamente para su primo Heinrich (hombre de confianza del líder alemán) que a su vez tiene una relación con una destacada bailarina de cabaret en este país.
El libro muestra parte de la infancia de los hijos del Füher en México, que al quedar bajo el cuidado de una familia numerosa, no conocieron ningún privilegio; de hecho, al ser adoptados, sufrieron todo tipo de carencias, principalmente afectivas, a pesar de la vigilancia de guardias alemanes.
Ciudad de México, 4 de abril (SinEmbargo).- Alemania está a punto de perder la segunda guerra mundial, por lo que Adolf Hitler se ve obligado a decidir entre entregarse o comenzar a escapar para tratar de mantenerse a salvo, pero, ¿huye junto con toda su familia?, ¿es en México donde encuentra refugio para sus hijos?, ¿logró encontrar una nueva vida, junto a su esposa, en el sur del continente americano?, descúbrelo en la novela “Hitler, Mi Padre” del escritor Antonio González Rivera y Río, publicado por Harper Collins.
Es a principios del año 1945 cuando Eva Braun, esposa de Hitler, empieza a mandar correspondencia hacia México, específicamente para su primo Heinrich, hombre de toda la confianza del antiguo líder alemán, que a su vez mantiene una relación amorosa con Carlota, ya que ellos son quienes se hacen cargo de entregar en adopción a los hijos de la pareja alemana.
La razón de las cartas es mantenerlos al tanto de su paradero, siempre que les es posible, así como dar detalles del delicado estado de salud de Hitler, que empeora cada día desde que emprendieron la huída.
Es justamente a través de la correspondencia como podemos entender la manera en que Carlota, que era una destacada bailarina de cabaret en el México posterior a la Revolución Mexicana, termina involucrándose con la clase política más importante de la época, que al estar en proceso de estabilización y desarrollo, tenía tratos comerciales con diversos países en el mundo incluido Alemania.
Mientras se orquesta la ascensión al poder de Adolf, en México, mediante las relaciones personales de Heinruch con la clase política de aquel entonces, se teje una serie de amistades y lealtades para que, en caso de ser necesario, México pueda ser uno de los países en los que se pudiera encontrar refugio o una vía de escape.
Además, podemos conocer parte de la infancia que tuvieron los hijos del Füher en México, que al quedar bajo los cuidado directos de una familia numerosa, no pudieron tener ningún tipo de privilegio, por el contrario, al ser adoptados, sufrieron de todo tipo de carencias, principalmente afectivas, a pesar de tener la vigilancia de guardias alemanes, que no podían hacer notar su presencia para no levantar ningún tipo de sospecha para no poner en riesgo su vida ni de la las personas que los acogieron.
Y mientras más pasaba el tiempo y el rechazo de su familia adoptiva no cambia, sino que se hace más patente, los hijos del líder alemán comenzaron a buscar respuestas, siendo el varón el más insistente, y es gracias a la relación que mantenía con su abuela y a sus clases de historia, es que comienza a atar cabos y emprende la búsqueda de la verdad sobre cuál es su origen.
Con el transcurrir del tiempo y de las cartas, se describe la manera en que la salud y la estabilidad emocional, así como a seguridad de Hitler, se ve cada vez más amenazadas en su huída, y ante el acecho de sus enemigos, se decide cortar cualquier tipo de comunicación con México, dejando a la deriva a sus hijos y terminando así con todo tipo de lealtad que en algún momento pudo encontrar.