Ante el confinamiento generalizado que se ha vivido en gran parte del mundo a lo largo del último año, algunos expertos han comenzado a alertar de los efectos que el encierro ha causado en los menores de edad y que podrían desencadenar problemas psicológicos a futuro.
Por Kirsten Grieshaber
BERLÍN, 4 de marzo (AP) — Pollina Dinner regresó a la escuela a fines de febrero, tras un cierre de dos meses por el coronavirus. La niña de nueve años estaba encantada de volver a ver a sus amigas y maestros, pero no oculta las secuelas del confinamiento.
“No le temo al coronavirus. Lo que me asusta es que todo siga como hasta ahora, que mi escuela vuelva a cerrar, que no pueda ver a mis amigos, que no pueda ir al cine con mi familia”, declaró la niña, respirando hondo, como resignada, mientras señalaba su cubrebocas. “Tener que usar este tapabocas es peor que el cierre de todos los negocios”.
Psiquiatras, psicólogos y pediatras alemanes expresan temores de que el cierre de escuelas, las restricciones sociales y otras precauciones aumenten el estrés, el miedo y los trastornos asociados con la pandemia entre los menores de edad, que podrían manifestarse en problemas psicológicos en el futuro.
“No tenemos estudios a largo plazo por ahora, pero hay mucha evidencia anecdótica, incluidos un aumento en las hospitalizaciones y una gran demanda de los servicios de psicólogos”, señaló a la Associated Press Julia Asbrand, profesora de psicología infantil y juvenil de la Universidad Humboldt de Berlín.
Un reciente estudio del Centro Médico Universitario de Hamburgo-Eppendorf reveló que uno de cada tres niños sufre de ansiedad, depresión o manifiesta síntomas psicóticos, como dolores de cabeza o estómago, debido a la pandemia. El problema afecta en forma desproporcionada a los niños de familias pobres o de inmigrantes, según el estudio.
Pollina, quien vino de Rusia con su familia en el 2019, teme olvidarse el alemán que aprendió ya que en su casa se habla sólo en ruso. Es una de 150 niños de familias pobres que, antes de la pandemia, participaban después de clases en un programa de apoyo en las afueras de la capital.
El programa, conocido como Arche (Arco), funciona en el distrito de Hellersdorf, un barrio de insulsos edificios de cemento construidos del lado oriental de la capital durante la era comunista. Algunos chicos son autorizados a tomar clases en persona, pero sólo una vez cada dos semanas. El resto del tiempo los trabajadores sociales y los maestros tratan de mantenerse en contacto a través de videochats y de ayudar a los menores con el aprendizaje a distancia.
“Muchos se han vuelto muy retraídos y no quieren salir de sus habitaciones. Subieron de peso, juegan sin parar con sus computadoras y sus vidas ya no tienen estructura alguna”, dijo el fundador de Arche Bernd Siggelkow.
El segundo confinamiento grande de Alemania empezó antes de la Navidad. Los estudiantes de primero a tercer grado fueron autorizados a volver a la escuela esta semana, en grupos más reducidos y con menos lecciones. El Gobierno dice que la reapertura total de les escuelas es una prioridad y que espera reanudar las actividades normales pronto.
Sin embargo, hay indicios de una tercera ronda de infecciones.
Los menores no sufren las complicaciones graves que experimentan los adultos que contraen la COVID-19. Pero son más vulnerables a sufrir trastornos psicológicos, según expertos.
Un análisis de la aseguradora DAK confirma las impresiones del personal de Arche. Las conclusiones, difundidas por la agencia DPA, señalan que la cantidad de niños y adolescentes hospitalizados por trastornos psiquiátricos se casi duplicó en el primer semestre del 2020, cuando las escuelas cerraron dos meses durante el primer confinamiento, comparado con el primer semestre del 2019.
Las estadísticas reflejan los trastornos psicológicos que produce la pandemia en los menores de edad, pero no ilustran la magnitud del problema, de acuerdo con declaraciones de Christoph Correll, director de la unidad de psiquiatría infantil y juvenil del hospital Charite de Berlín, a DPA.
“Las hospitalizaciones son la punta del iceberg”, manifestó.
Los adolescentes, sobre todo las mujeres, son más proclives a experimentar problemas alimenticios que a menudo pasan inadvertidos.
Asbrand, la profesora de psicología, cree que no se está prestando la debida atención a los trastornos psicológicos que provoca la pandemia.
“No sabemos si son problemas a largo plazo, pero debemos enfocarnos en ellos ya”, sostuvo.
Mientras participaba en una sesión de Arche esta semana para recibir ayuda con las tareas que le asignaron por la internet, Robin Reyer, de 16 años, dijo que lo más frustrante de las restricciones de la pandemia es no poder verse con sus amigos.
“Quiero volver a celebrar cumpleaños, ir a jugar al futbol con mis amigos en el parque o que nos encontremos en un Burger King”, expresó durante un receso bajo un sol primaveral.
“Ahora me permiten ver un amigo a la vez”, agregó. “Es horrible”.