Sandra Lorenzano
04/03/2018 - 12:00 am
México: tan lleno de sol y desolado
Hoy quiero recuperar uno de los espacios de resistencia creados por chicas jóvenes -tan parecidas a las que están siendo asesinadas que un escalofrío me recorre la piel- y que están marcando un cambio en la cultura de nuestro país. Desde la escena del hip hop -una escena fundamentalmente masculina y misógina- decenas de mujeres transforman la furia y el dolor en energía crítica, comprometida, atrevida, que apuesta a la fuerza de la vida para combatir a la muerte aquí enseñoreada.
El título no es mío, corresponde en realidad a uno de los libros de la estupenda poeta juarense Arminé Arjona: Juárez tan lleno de sol y desolado, publicado en 2004. Sus versos se han convertido en grafitis sobre los muros de la ciudad. Desde allí grita el dolor de la frontera, la furia, la tristeza, la solidaridad. Desde allí sus palabras impiden desviar la mirada, dar carpetazo, olvidar. Ciudad Juárez sigue siendo un hierro candente sobre la piel del país. Cómo no recordarlo a pocos días del 8 de marzo. Los datos están al alcance de todos: más de 26 mil casos de feminicidio en los últimos diez años, de acuerdo con ONU Mujeres.
Juárez fue el detonante; cientos de mujeres que desaparecían y cuyos cuerpos eran hallados en lugares solitarios. Habían sido violadas, torturadas; habían sufrido dolores indescriptibles. Una práctica conocida en situaciones de guerra y dominación como el feminicidio (baste pensar en Bosnia-Herzegovina, Ruanda, la Alemania nazi, El Salvador, Guatemala, Perú, Haití, las dictaduras del Cono Sur) se implantaba en nuestra frontera norte. Los análisis y explicaciones son muchos y diversos. El conjunto de los factores que se suman forman un coctel explosivo: la precarización de la población (7 de cada 10 empleos son en el sector informal), la feminización de la base trabajadora, la criminalización de los jóvenes, la presencia del narcotráfico, la impunidad, la connivencia entre la delincuencia organizada y los organismos oficiales, y por supuesto el orden patriarcal marcado por la misoginia y el sexismo. Nos queda en el tintero un largo etcétera.[1]
El país todo está cubierto de cuerpos de mujeres asesinadas por el solo hecho de serlo.
Pero hoy no voy a hablar desde ese lugar. O no únicamente. Los informes están ahí: son el recordatorio constante del horror.
Hoy quiero recuperar uno de los espacios de resistencia creados por chicas jóvenes -tan parecidas a las que están siendo asesinadas que un escalofrío me recorre la piel- y que están marcando un cambio en la cultura de nuestro país. Desde la escena del hip hop -una escena fundamentalmente masculina y misógina- decenas de mujeres transforman la furia y el dolor en energía crítica, comprometida, atrevida, que apuesta a la fuerza de la vida para combatir a la muerte aquí enseñoreada. Con una postura abiertamente feminista, las letras de las canciones –muchas de ellas basadas en textos de otras poetas como la propia Arminé Arjona, muchas escritas por ellas mismas-, deconstruyen el papel asignado a las mujeres por el violento sistema con el que se enfrentan cotidianamente. El grupo de raperas que primero se dio a conocer a través de estas propuestas fue “Batallones femeninos”. Oponiéndose al término “las muertas de Juárez”, en tanto categoría que revictimiza a las mujeres al borrarles la identidad, el cuerpo, el rostro, la historia, se reivindican como “las vivas de Juárez”.
“Es a través del arte que queremos brindar herramientas a las mujeres para expresar, manifestar lo que nos provocaba y lo que sentíamos en Ciudad Juárez, la ciudad de las muertas de Juárez, y queríamos registrar que decíamos las vivas de Juárez. Nunca olvidando a nuestras hermanas asesinadas, pero tenemos algo que decir y aprovechar la vida para hacerlo y nombrarlas y hacerlas presentes, no como acto de victimización sino de somos fuertes porque ellas también están con nosotras aunque no sea físicamente.”[2]
En el año 2009, Siniestra, Obeja Negra, Lady Liz y Dilema se reunieron dando inicio a la agrupación. Abrieron así nuevos espacios críticos a los que poco a poco fueron sumándose más mujeres: estudiantes, artistas, trabajadoras, amas de casa, madres solteras, que comparten la pasión por la música y el compromiso con su realidad. Las rolas de “Batallones femeninos” hablan de explotación, de violencia, de migración, de desaparecidas, de estereotipos de género, de la militarización de la frontera.
“Nuestra defensa de la mujer es la palabra. Es hablar. Es hacer rap gritando que nos están matando, que nos están desapareciendo única y exclusivamente por ser mujeres”, dicen.[3]
Ojos grandes, oscuros, luminosos, llenos de esperanza,
llenos de sueños varios,
estatura media, de gruesos labios,
de tez morena, delgada, joven y bella,
cabello hasta a los hombros: así era ella,
de las mujeres fuertes, alegres, trabajadoras, valientes,
que siempre luchan, que no se rinden, así era ella…
Se llaman mujeres que trabajan, salen de sus casas en la madrugada,
se llaman hermanas, hijas, madres, tías,
desaparecidas, violadas, calcinadas, aventadas,
se llaman carne, allá sin flores, sin altares, sin lozas, sin edad, sin deudos, sin nombre, sin llanto, duermen en su cementerio,
se llama Juárez, se llama Samalayuca, se llama Capulín, se llama Guadalupe,
se llama Lomas de Poleo, se llama MÉXICO…[4]
Hoy el movimiento del hip-hop feminista cubre el país, como nuestras mujeres asesinadas. El género, la etnia, la clase social, se cruzan y entrecruzan haciendo que se escuchen voces que habían sido silenciadas hasta ahora.
En Oaxaca, por ejemplo, la rapera de origen zapoteco Mare Advertencia Lírika denuncia la violencia acompañándose con músicas diversas (tradicional, funk, reggae). Su activismo social es ya reconocido entre sus pares, dentro y fuera de su estado de origen.
“En mis letras hablo de las injusticias sociales, porque también las he vivido desde mi propia experiencia –dice sin parar de mover las manos la también defensora de los derechos de las comunidades indígenas de Oaxaca-. Hablo, a veces jugando y otras no, de la situación de violencia que hay en el país, de la corrupción, de la violencia de género. También hablo sobre las políticas públicas de nuestros gobiernos, y sobre la criminalización de las comunidades.”[5]
Son ya muchas las mujeres que se apropian del espacio a la vez poético, musical y político del rap y el hip-hop, y lo convierten en una herramienta de empoderamiento. En la fuerza de sus palabras se construye una nueva identidad: múltiple, nómade, solidaria, valiente, en la que se busca que el sol sea mayor que la desolación. Desde la frontera norte hasta la frontera sur, sus voces nos están enseñando –como quería la gran Rosario Castellanos- “otro modo de ser humano y libre / otro modo de ser”[6].
- Es fundamental, para tener un panorama más o menos completo de lo que sucede con la violencia de género en nuestra frontera norte, leer por lo menos a Rita Segato, a José Manuel Valenzuela, a Julia Estela Monárrez Fragoso, a Diana Russell, a Socorro Tabuenca, a Diana Washington, a Rosa Linda Fregoso. Sumo a ellos dos “descubrimientos” recientes: los trabajos sobre cultura y resistencia en Juárez de Diana Alejandra Silva Londoño y de Salvador Salazar Gutiérrez.
- [2] Obeja Negra en entrevista, en Diana Alejandra Silva Londoño, “Somos las vivas de Juárez”: hip-hop femenino en Ciudad Juárez”, Revista mexicana de sociología 79, núm. 1 (enero-marzo, 2017), UNAM.
- [3] “Batallones Femeninos: cuando el Rap es un arma contra el machismo”, en Animal político https://www.animalpolitico.com/2016/04/batallones-femeninos-cuando-el-rap-es-un-arma-contra-el-machismo/
- “Así era ella”, canción que dialoga con el poema “Los muertos” de María Rivera.
- “La activista indígena que defiende con rap los derechos de la mujer”, en Animal Político https://www.animalpolitico.com/2015/01/mare-advertencia-lirika-la-activista-zapoteca-que-rapea-por-los-derechos-de-la-mujer/
- Rosario Castellanos, “Meditación en el umbral”. http://ciudadseva.com/texto/meditacion-en-el-umbral/
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