El PRI cumple 84 años. Festeja, además, su regreso a la Presidencia, tras 12 años de ausencia. Dice ser un nuevo partido, pero los hechos muestran que la tradición de rendirse al Presidente sigue viva.
El candidato priista que pretendió que el Presidente en turno no se entrometiera en los asuntos del partido fue asesinado. La frase “Veo un México con hambre y con sed de justicia” fue la que más llamó la atención de aquel discurso, restando importancia a las palabras sobre la relación entre el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el gobierno.
Sólo los partidos autoritarios pretenden fundar su legitimidad en su herencia. Los partidos democráticos la ganamos diariamente (…) Cuando el gobierno ha pretendido concentrar la iniciativa política, ha debilitado al PRI. Por eso hoy, ante la contienda política, ante la contienda electoral, el PRI, del gobierno sólo demanda imparcialidad y firmeza en la aplicación de la ley. ¡No queremos ni concesiones al margen de los votos ni votos al margen de la ley! No pretendemos sustituir las responsabilidades del gobierno, pero tampoco pretendemos que el gobierno desempeñe las funciones que sólo a nosotros, como partido, nos corresponde desempeñar”, sentenciaba Luis Donaldo Colosio Murrieta, frente al Monumento a la Revolución, el 6 de marzo de 1994. Fue asesinado 17 días después.
Eran los tiempos en los que Carlos Salinas de Gortari gobernaba al país y al partido. Quien sustituyó a Colosio Murrieta en la candidatura optó por la ambigüedad: “Creo firmemente en que la democracia exige una sana distancia entre mi partido y el gobierno. La Constitución señala, con precisión, el espacio que a cada uno corresponde y mi compromiso será mantener diáfana la distancia que debe separarlos”, decía Ernesto Zedillo Ponce de León el 4 de agosto de aquel 1994.
El PRI celebra este 4 de marzo 84 años de existencia, en 71 de los cuales gobernó de manera ininterrumpida el país. No sólo festeja su longevidad, sino sobre todo que, tras una pausa de apenas 12 años, ha recuperado la Presidencia de la República. Ahora los priistas hablan de “sana cercanía”: como dijera Pedro Joaquín Coldwell, entonces líder nacional del tricolor y actual secretario de Energía, a un reportero una vez asegurado el triunfo de Enrique Peña Nieto, la afirmación de la sana distancia “correspondía a otros tiempos”.
SANA CERCANÍA
Un mes después de haber ganado la elección del primero de julio de 2012, en reunión con diputados y senadores priistas electos, Peña Nieto establecía el tipo de relación que mantendría con su partido: trabajaré en “sana cercanía” con el PRI para darle “cobijo, impulso y respaldo” a sus iniciativas, dijo. El primer Presidente emanado del PRI, cuya candidatura no fue definida por su antecesor y también el único que no ha formado parte de un gabinete federal; hablaba de cercanía después de que varios colaboradores suyos habían controlado el partido y se alistaban a saltar al gabinete.
El 11 de julio Peña Nieto anunciaba a su primer –y más cercano– equipo de trabajo: Luis Videgaray Caso, Miguel Ángel Osorio Chong y Jesús Murillo Karam. Los últimos dos habían ocupado cargos de gran relevancia dentro del partido. Osorio Chong, ex Gobernador de Hidalgo, fue nombrado en abril de 2011 delegado del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) en el Estado de México, con el fin de apoyar la campaña del actual gobernador, Eruviel Ávila Villegas. Menos de un año después, el 18 de enero, se convirtió en secretario de Organización del PRI, el cargo de mayor jerarquía si se descuenta la Presidencia y la Secretaría General. Osorio Chong es el actual secretario de Gobernación.
Murillo Karam también fue delegado del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) en el Estado de México, en 2005, posición desde la cual ayudó a Peña Nieto a ganar la gubernatura. Logrado el triunfo, se convirtió en Secretario General del CEN, puesto al que accedió en fórmula con Beatriz Paredes Rangel, quien alcanzó la Presidencia del partido en febrero de 2007. El 2 de diciembre de 2011 fue nombrado presidente de la Comisión Nacional de Procesos Internos del PRI, encargada de conducir los procesos de selección de candidatos tanto a la presidencia como a la Cámara de Diputados y el Senado. Murillo Karam encabeza actualmente la Procuraduría General de la República (PGR).
Los actuales presidente y secretaria general del PRI, que tomaron protesta el pasado 11 de diciembre, son cercanos a Peña Nieto. César Camacho Quiroz fue Gobernador interino del Estado de México de 1995 a 1999, en sustitución de Emilio Chuayffet, quien fue llamado por Ernesto Zedillo a ocupar la Secretaría de Gobernación y actualmente es secretario de Educación. Camacho dejó como su sucesor a Arturo Montiel, tío de Peña Nieto. Ivonne Ortega Pacheco fue Gobernadora de Yucatán, posición desde la cual mostró su apoyo a Peña Nieto para que se convirtiera en candidato presidencial del PRI.
MITOLOGÍA MEXICANA
Para el politólogo Manuel Villa Aguilera es irrelevante si los priistas hablan de sana distancia o de sana cercanía. “Es que los priistas sólo hablan tonterías. Eso no tiene ningún sentido. El problema del PRI es que es un partido sin vida interna, sin fuerzas reales, sin grupos verdaderamente bien estructurados, con posiciones claras y con reglas de convivencia interna”, asevera. “Zedillo era un hombre muy limitado para hablar políticamente. No se le pudo ocurrir más que una frasecita burda, tonta, de la sana distancia; en política no hay sana distancia”, añade.
–¿Estamos regresando al partido al servicio del presidente con Peña Nieto?
–Es un planteamiento, como tantos otros que se hacen sobre la política mexicana, que sale más de los prejuicios, de una observación superficial. No hay partido que no trabaje tanto como puede con el titular del poder ejecutivo, incluso un partido parlamentario. En Estados Unidos, el Partido Demócrata trabaja bastante cerca del presidente, sobre todo en el Congreso. Entonces, el que un partido se mueva al ritmo del presidente no es el problema principal, pero es parte ya de esta mitología mexicana en donde los defectos del PRD (Partido de la Revolución Democrática) y del PAN (Partido Acción Nacional) son pasajeros y los del PRI son desgracia nacional que duran toda la vida, y ni uno ni los otros están bien analizados.
El problema es otro. ¿Cómo es la relación del PRI con el Presidente? Eso es seguir las superficialidades, las etiquetas que consagró Jorge Carpizo con su banalidad del término “metaconstitucional”, que es nada; lo meta es nada, etéreo, y seguimos en esos temas recurrentemente. Ahora, sí hay que decir que los priistas, que en general son bastante pusilánimes, muy poco arriesgados y con una capacidad muy amedrentada, muy limitada para tener posiciones, tampoco tienen claridad ni rigor para decir: “bueno, sí trabajamos con el presidente en estos términos”. Pero como son tan pusilánimes para declarar, para hablar, entonces también le dan la vuelta a las cosas y por eso también son víctimas de escarnio y de la crítica superficial.
PRÁCTICAS DEL PASADO
Francisco Reveles Vázquez, profesor investigador de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), asegura que en el PRI prevalecen viejas prácticas y no hay visos de renovación. “El PRI sigue siendo más o menos lo mismo que antes. No creo que la nueva generación exista más que en la edad de Peña Nieto; los usos, las costumbres, las prácticas son las del pasado, empezando por él mismo. La construcción de la candidatura de Peña Nieto es reveladora de ese tipo de disciplina interna, muy vertical, muy centrada en los grupos principales de poder, en los líderes, en los gobernadores, pero también en el ex Presidente Carlos Salinas de Gortari, que está en todo su derecho de participar”, apunta.
No hay un cambio fundamental en el comportamiento político que tienen los priistas y habría que esperar que en la relación entre Ejecutivo y partido se reproduzcan esas prácticas de antes de 2000. Por un lado, eso es natural, eso es normal en un partido gobernante, que haya un apoyo del partido hacia el presidente, un respeto y una defensa de sus decisiones de gobierno y el impulso de sus iniciativas en el Congreso; sin embargo, el meollo de la cuestión está en que esa relación y ese respaldo recíproco se rija por reglas democráticas y que se respete el sentir de las bases del partido y también que se reconozca la diversidad de opiniones, la pluralidad que existe en el escenario político nacional”, agrega.
–¿Qué tanto el PRI sigue siendo el partido del “señor Presidente”?
–El PRI es el mismo de antes, no ha cambiado demasiado porque tampoco hubo presión para que se diera un cambio sustantivo, ni de dentro del partido ni de parte de la sociedad ni mucho menos de parte de los gobiernos panistas. Una evaluación muy crítica y legal de los gobiernos priistas se hubiera podido hacer, se hubieran podido sancionar conductas ilícitas de parte de gobernantes del PRI y no se hizo. Se hubiera alterado el corporativismo que sigue siendo muy fuerte, y para muestra los botones del Sindicato Nacional de los Trabajadores de la Educación (SNTE) y del sindicato petrolero creo que bastan.
DISCIPLINA RENOVADA
Mientras el PAN y el PRD aparecen visiblemente fracturados, el PRI muestra altos niveles de disciplina. De acuerdo con un conteo realizado por SinEmbargo a partir de información disponible en la página electrónica de la Cámara de Diputados, de 75 votaciones de dictámenes que ocurrieron en la Cámara baja en el primer periodo ordinario del primer año de la LXII Legislatura, de septiembre a diciembre de 2012, tan sólo en una votación la bancada priista lució dividida.
Ocurrió el 13 de diciembre, cuando se discutían cambios al artículo 27 de la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal, que establece los asuntos que debe despachar la Secretaría de Gobernación, particularmente a la fracción XVI y al último párrafo de dicho artículo. La redacción aprobada finalmente fue la siguiente:
“Proponer al Presidente de la República el nombramiento del Comisionado Nacional de Seguridad y del Secretario Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública” y “El Comisionado Nacional de Seguridad y el Secretario Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública serán nombrados por el titular del Poder Ejecutivo federal con la ratificación del Senado de la República”, respectivamente.
La mayoría de los priistas (167) se abstuvieron, tres votaron en contra y 27 votaron a favor de los cambios. Ese mismo día, líderes de la bancada del PRI anunciaron que recurrirían a la acción de inconstitucionalidad por la aprobación de dicha reforma al considerar que se le otorgan al Senado atribuciones que no le corresponden.
En 81.3% de las votaciones todos los diputados priistas presentes se pronunciaron en el mismo sentido. Debe señalarse que de las 14 veces que los legisladores del PRI no votaron unidos, en 11 de ellas sólo fue un diputado el que disintió. En contraste, los panistas sólo votaron unidos en 68% de los casos y los perredistas lo hicieron únicamente en 46.7 por ciento.
UNA ASAMBLEA A MODO
El pasado 11 de enero la dirigencia nacional expidió la convocatoria para la realización de la XXI Asamblea Nacional del PRI, que se celebró el pasado fin de semana. En uno de los considerandos de dicho documento se establece: “El PRI debe fortalecer su cohesión interna sobre la base de normas y programas que actualicen su acción política para enfrentar con eficacia el desafío de replantear nuestro papel como partido en el gobierno, para seguir siendo el mejor partido que refleje las demandas ciudadanas”.
Se anunció la integración de cuatro mesas temáticas: declaración de principios, estatutos, programa de acción, y estrategias y programas. Todas ellas fueron presididas por ex dirigentes nacionales del partido. Las tres primeras por Humberto Roque Villanueva, Mariano Palacios Alcocer y José Antonio González Fernández, respectivamente, quienes condujeron al partido en vísperas de la derrota en la elección presidencial de 2000. La mesa restante tiene al frente a Cristina Díaz Salazar, quien ha sido dos veces presidenta del partido, aunque por breves periodos: quedó a cargo cuando renunció Humberto Moreira Valdés, perseguido por el tema de la deuda que como gobernador le heredó a Coahuila, y cuando lo hizo Joaquín Coldwell para incorporarse al gabinete.
La asamblea ha permitido confirmar que el gobierno de Peña Nieto alista una reforma fiscal y energética, que incluiría aplicar el IVA en alimentos y medicinas, así como la participación del sector privado en Petróleos Mexicanos (Pemex); en dicho evento se eliminaron los candados incluidos en el Programa de Acción que impiden que el partido se pronuncie en ese sentido. “Estamos convencidos que para reactivar la economía, para multiplicar empleos, para abrir oportunidades de educación y para que haya un piso universal en materia de protección social, se necesitan más recursos”, advirtió el pasado martes César Camacho, al tiempo que informó que el PRI promueve una reforma hacendaria integral.
Para Reveles Vázquez, en la XXI Asamblea Nacional se reproducen las viejas prácticas autoritarias priistas y se nota la influencia del Presidente de la República. “En la asamblea se discutieron cosas que son indispensables para el gobierno, no para el partido. Se van a hacer modificaciones en el ordenamiento interno, en la estructura, pero no en sentido democrático, sino más bien para, por ejemplo, eliminar el candado que les impide ser candidatos a los que no han tenido un cargo de elección popular o reducir el Consejo Político Nacional, que fue un órgano muy importante en el momento de la decadencia electoral priista porque permitió que otros grupos surgieran y hubiera una participación más incluyente de las corrientes internas”, expone.
Entonces, sí, todo apunta para que esos cambios le sirvan al Presidente, le sea más fácil el control sobre el partido, y no para garantizar que de ser una máquina eficaz para ganar elecciones pase a ser un partido democrático, con pluralismo, con participación de las bases, con influencia de todos los grupos políticos y no nada más del Presidente”, explica.
Por su parte, Villa Aguilera se refiere a la asamblea priista como un ritual más de un partido que no se ha renovado. “El PRI sigue siendo el mismo de siempre. No ha cambiado. No puede cambiar un PRI que tenga como personajes principales a Manlio Fabio Beltrones, a Emilio Gamboa y a otras tantas gentes. Bueno, tiene ahí a Joaquín Gamboa Pascoe. Entonces es un partido que no ha cambiado, en consecuencia sus rituales siguen siendo los mismos”, asegura.
“Estructuralmente sigue siendo el PRI que Colosio quiso cambiar y la asamblea no fue más que lo mismo, un gran ritual que haga los cambios necesarios simplemente para que el Presidente cuente con el partido de una manera que le sea más cómoda; cosa entendible, pero nadie puede decir que hay vida interna en ese partido”, advierte.
–¿El partido es simplemente una maquinaria al servicio del Presidente en este momento?
–En este momento es una maquinaria a su servicio. Diría que es una mala maquinaria. No me preocupa tanto que esté al servicio del Presidente, no me gusta el término. Me parece que al presidente su partido tiene que acompañarlo, está comprometido en un programa con él, está comprometido en metas y está hasta comprometido con estrategias y tácticas también, el problema es que es una maquinaria vieja, obsoleta, que sirve para muy poco.
Un partido fuerte, serio, bien estructurado sería un instrumento fundamental para generar información de bastante buena calidad, sin riesgo para los militantes, sobre lo que pasa en estados y municipios con relación a delincuencia, corrupción y abuso. Nada más con ese programa, tendríamos un partido muy serio, pero se necesita tener militantes serios, éticos, comprometidos. Nada más hay que pensar en eso: la red de información que sería un partido, la colaboración que implicaría a la gobernabilidad y a la seguridad pública, repito, sin comprometer, sin poner en riesgo a los militantes, porque un partido es una organización con cierto nivel de secrecía, de lealtades, de sigilo.