Myriam Moscona habló con SinEmbargo sobre su novela León de Lidia, un texto escrito en primera persona que se centra en hablar sobre los grandes tema de la condición humana.
Ciudad de México, 4 de febrero (SinEmbargo).– “Mi preocupación no es contar mi vida, pero sí es hablar de los grandes temas que a través de mi vida me han golpeado y me han permitido transmitir la emoción, al menos dentro de mis limitaciones, no llegar al melodrama, al que le rehuyo como a la peste. Claro que puede haber tristeza, porque la vida también está hecha de eso, y de dolor, pero el melodrama tiene, digamos, un propósito que no es el que yo sigo en lo que hago”, comentó en entrevista la escritora Myriam Moscona.
Moscona acaba de publicar León de Lidia (Tusquets), un texto lleno de imágenes que transita a través de una narradora en primera persona y un mosaico de personajes: un tipo que se sienta a tomar un café con Thomas Mann, un grupo de tres amigas en Bulgaria, una de ellas que fue paciente de Carl Jung, una abuela furibunda y su hermana “libertina”.
“Es la historia también muy sucinta del Imperio austrohúngaro, y ahí sí está mi admiración y mi crítica a (Sigmund) Freud, está el homenaje a lo que más amo, que es el judeo-español. Entonces en ese sentido es mi vida y, o sea, no, es más allá, todos estos mosaicos, que tienen una cierta autonomía”, compartió Moscona.
León de Lidia también es el nombre de la primera moneda que hubo en la humanidad, una cuestión que permite ver el valor que tienen los recuerdos alojados en las historias, el valor que tiene el pasado. En ese sentido, Myriam explicó que su novela, a la que dedicó varios años, era huérfana de título, tuvo muchos, que en su momento le gustaron pero que fueron desechados hasta que descubrió que así se llamaba la primera moneda que hubo en la humanidad hace 26 siglos en lo que hoy es Turquía, una geografía que le es familiar.
No obstante, Myriam Moscona aclaró que aún cuando el libro está escrito en primera persona, “todo lo que le pasa a ese yo, muchos lectores acaban por pensar que no es más que la calca de tu biografía y para nada es así”.
“Yo no tengo nada que esconder, soy una mexicana, hija de migrantes, producto, digamos, de todos los desplazamientos que la Segunda Guerra Mundial produjo porque mis padres se establecieron en este país en los años de la posguerra, no tengo nada que ocultar al decir que soy la primera de una larga cadena que nació ya en este continente. Y el espacio ficcional de varios de mis libros está inserto en México y en Bulgaria, eso no quiere decir que todo lo que pase ahí sea una calca de nada y los grandes temas, sí, los grandes temas ahí están, me interesa el desplazamiento, me interesa el exilio, me interesan las migraciones, me interesa el tiempo, me interesa la orfandad, pero no soy ingenua, por qué voy a pensar que mi vida te va a interesar a ti, si tú ni me conoces, a ti qué te importa mi vida, no se trata de eso, me preguntan si realmente es una novela, y yo pregunto ‘¿y por qué no?’, no es una novela convencional”, puntualizó.
En la construcción de esta novela también está presente la memoria y su relación con la realidad y el mundo onírico, una fusión que a ella le interesaba muchísimo, porque, explicó, pasamos una gran parte de nuestra vida en los sueños, “los recordemos o no los recordemos”, y representan una fuente de riqueza para el escritor y al mismo tiempo una frontera que ella buscó derribar.
“Me interesa derribar las fronteras entre géneros literarios, entre convenciones, que a veces más que ayudar, quitan una visión amplia, la evitan. La memoria es algo que me interesa muchísimo, me interesa como fenómeno, no otra vez volviendo nada más al yo, me interesa el acto de recordar, me interesa el acto del olvido, me interesa registrar lo que ocurre con la memoria involuntaria. Hasta en los sueños, o sea, tú te despiertas, vas, tomas tu café, haces mil actividades y a mediodía algo que no sabes ni qué es, te conecta y dices ‘claro, claro, si eso yo lo soñé’ o estás viviendo algo y dices ‘¿esto yo ya lo viví?’, ese famoso Déjà vu que dicen los franceses, como un momento que no acabas de identificar, es que la vida está llena de todos esos misterios, y a mí, en León de Lidia, lo que me interesa de verdad, lo que me interesa es hablar, no de mí sino de la condición humana”, expresó.
Moscona señaló que también buscó reconstruir “el sentimiento, la emoción de la pérdida, la emoción del hallazgo, la emoción del viaje, y claro, lo haces a través de una historia en específico, de una serie de historias en específico, si tú te fijas, las imágenes, porque hay varias imágenes, fotos, ahí sí, el libro lo consigna, pertenecen a un álbum familiar, en ningún momento ilustran la historia, en el sentido de decir ‘mira, este es mi papá, esta es mi mamá, este es mi hermano, esto es Bulgaria, esto no es’, no, tienen la suficiente abstracción, así las escogí”.