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María Rivera

04/01/2024 - 12:01 am

Enero

“Sin duda, habrá que cambiar cosas o disposiciones que no funcionan o no son las mejores, pero la idea misma de la oposición de detestar todo lo que esté gobierno ha hecho y tirarlo todo a la basura, es una gran estupidez”.

“Como sea, querido lector, este año, para bien o para mal, los mexicanos decidiremos, libre y democráticamente, quién nos gobernará”. Foto: Moisés Pablo, Cuartoscuro

Muy feliz año, querido lector. Le deseo que este año que comienza le vaya muy bien a usted y a los suyos. Lo mismo le deseo a nuestro país, que en unos meses decidirá quién nos habrá de gobernar por los próximos seis años. Será un año muy movido por la contienda electoral, ya lo sabemos. Aunque la oposición no parece tener muchas oportunidades de remontar la enorme ventaja que, según todas las encuestas lleva el oficialismo, sin duda harán todo lo que esté en sus manos por volver a poder, tras el primer sexenio de la izquierda en el poder, o del lopezobradorismo, que no es lo mismo.

La aversión por López Obrador no parece ser compartida por la mayoría, ni tampoco el ánimo encendido e incendiario de sus opositores. Es un fenómeno llamativo, la coexistencia de dos narrativas, tan irreconciliables sobre los mismos hechos. Cuando escucho a unos y a otros parece que, en realidad, viven en países distintos. Por ejemplo, ayer en la mañana en la mesa de análisis del programa de Aristegui, que escuchaba mientras cocinaba mi desayuno, oía reiteradamente y dicho con gran aplomo que este año nos enfrentaremos a “una elección de Estado”. No lo dijeron una vez, sino varias y con convicción absoluta como si viviéramos en el siglo pasado bajo la dictadura priista. Pensé, en ese momento, que quizás algo había pasado en los días de asueto que me tomé, o que no me enteré de algo muy grave, o que, incluso, por estar sistemáticamente atendiendo en esta columna el genocidio que Israel está cometiendo en Gaza desde octubre pasado, me había perdido de eventos catastróficos como para que alguien pudiera aseverar que, este año, no habrá elecciones en libertad en México. Vaya, querido lector, hasta me alarmé. No es que desconozca que este país está partido por una grieta, qué digo grieta, por una falla que permite que las personas, según sus filias y fobias políticas, tengan opiniones contrarias y aseveren públicamente hechos que obedecen más a la fantasía o a los deseos que la realidad verificable. Pero me asombró el nivel al que están llegando las exageraciones y distorsiones de algunos opinólogos, vertidos desde un programa de radio que se preciaba de ser de crítico. Parece que es su nuevo caballito de batalla como lo fueron las especies delirantes de la reelección del presidente, o el golpe de Estado.

La verdad, querido lector, la obra es casi bufa. Si nada terrible ocurre, este año tendremos elecciones libres en México, ciertamente con transgresiones en los tiempos electorales que todos los partidos políticos decidieron cometer, con la anuencia del INE, pero no se ve la caída de ningún sistema, ni mucho menos. Tampoco operaciones censoras por parte del Estado que impidan a los ciudadanos emitir su voto de manera libre y secreta. No veo, tampoco, el terrible peligro que nuevamente se cierne sobre nosotros si gana la candidata de Morena, según las versiones histéricas de la oposición. Quiero decir, no es, a mi parecer, una política sin defectos y sin historia, los tiene y graves incluso, y en cuanto a su proyecto, aún no está del todo claro qué pretende hacer en cuestiones sensibles, vaya, la campaña aún no comienza. La candidata opositora, sencillamente no veo cómo podrá ser una competencia, con su trayectoria y con los intereses que la respaldan, totalmente desacreditada hasta por los propios creadores del globo propagandístico en que la lanzaron, hoy totalmente desinflado. Ninguna novedad, francamente. Es lo que hay, hasta ahora. Dos candidatas, dos proyectos distintos. De ahí a las narrativas apocalípticas de la oposición hay un abismo. Por ejemplo, el tren. El famoso tren maya, o el aeropuerto, o cualquier obra. Ahí están, existen, querido lector, ya las hizo el gobierno y seguramente habrá que mejorarlas y aprovecharlas porque están hechas con nuestros impuestos, son de todos. Sin duda, habrá que cambiar cosas o disposiciones que no funcionan o no son las mejores, pero la idea misma de la oposición de detestar todo lo que esté gobierno ha hecho y tirarlo todo a la basura, es una gran estupidez, incluso como estrategia de campaña ¿no lo cree? La idea de construir otro aeropuerto, y echar a la basura el AIFA, no creo que emocione a nadie, salvo a los políticos-inversionistas que ven en el presupuesto un arca abierta; no, gracias. El problema, claro está, es que unos quisieran regresar a un pasado que ya no existe y que la mayoría de los mexicanos ya juzgó. Anhelan un país que ya no es y peor aún, anhelan volver a imponérselo a una mayoría que durante décadas fue apática y permitió las atrocidades del prianismo. Esperemos que no lo logren, porque sería un enorme retroceso, en todos los sentidos. No, querido lector, hay que echar para adelante, como dicen, dejar la nostalgia por un país que era (y sigue siendo) esencialmente injusto con la mayoría.

Tal vez pueda sonar un poco extraño, pero hay que decirlo. Las cosas que este gobierno hizo mal se deberían cambiar, para bien. Especialmente lo concerniente a la seguridad, al ejército, a la salud y a la cultura. Eso no significa, como lo mal entendieron los propios lopezobradoristas, tirar el agua sucia con el niño. O sea, querido lector, las rondas de destrucciones no pueden ser una oferta electoral. Necesitamos una oposición, pero no una oposición que busque reinstaurar el modelo del pasado, los privilegios del pasado, el clasismo del pasado, la corrupción del pasado, etc. Esa oposición no existe, por lo visto. Existe la otra, eso sí, y sorprendentemente, encabezada por exactamente los mismos exfuncionarios del pasado. Sí, los mismos que fueron denunciados por corruptos en sus administraciones, por empobrecer a los mexicanos, que ya probaron que no son capaces de ver por todos los mexicanos, tienen una visión excluyente y clasista del país ¿por qué volveríamos a votar por ellos quienes lo sacamos del poder hace seis años? Parece que esta obviedad es imposible que la registren. Están convencidos de que son una mejor opción, lo cual no solo habla de su total falta de autocrítica sino de la ceguera en que todavía viven, como el novio maltratador que, perdido por su ego, cree que no existe alguien mejor que él, es más, que jamás se enteró por qué lo dejaron. Así de pedestre. Su ceguera le hizo creer a esa clase política que su beneficio era equiparable con el beneficio mayoritario y no pueden salir de su espejismo.

Que no se me malentienda, querido lector. Hay áreas en las que el gobierno actual se ha equivocado, y severamente. No las minimizo, de ninguna manera. Pero creo que incluso esas áreas, como la cultural, no puede o no debería volver a ser lo que era, precisamente porque buscábamos un cambio en el país. Tampoco lo que es actualmente. Lo que muchos queríamos era la democratización, y una política cultural estatal horizontal y abarcadora, es decir, más acceso a la cultura, alta y popular, en todos los niveles y para todos los públicos, no menos. Más trabajo para los artistas, no menos que cero. No el remedo de política cultural, muerta de hambre y groseramente centralista, que esta administración ha llevado a cabo junto con la destrucción de la idea misma del artista para ser sustituido por “agentes culturales” o peor aún, por fandangos y militares, en la más rancia cultura demagógica priista. El fin de los privilegios indebidos a viejos grupos intelectuales me parece que era una obligación de cualquier gobierno que se diga democrático, ya sea de derecha o de izquierda; no así la descalificación sistemática que el presidente emprendió contra ellos. El lopezobradorismo, sin embargo, no tuvo ni idea de qué hacer con la institución cultural salvo pauperizarla y tampoco, en la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, supo qué hacer, salvo crear casas de la cultura para reemplazar la política cultural con la política social asistencialista, más retro priista, imposible. Una desgracia más para el gremio cultural y artístico que se había construido durante décadas en México.

 

Como sea, querido lector, este año, para bien o para mal, los mexicanos decidiremos, libre y democráticamente, quién nos gobernará. Ojalá que la decisión de la mayoría sea sabia, eso deseo para el 2024. También, y ya se lo podrá imaginar, deseo, espero, ruego que la comunidad internacional detenga el genocidio y la limpieza étnica que el gobierno neonazi de Israel está cometiendo en Gaza, que impida que Israel logre su cometido: deportar masivamente a millones de palestinos y asesinar a los que se resistan, como hicieron los nazis con los judíos hace más de medio siglo, para robarles su tierra. Que detengan, querido lector, el holocausto en marcha, ese sufrimiento sin palabras que hoy padecen millones de niños, mujeres y hombres palestinos que están siendo bombardeados y sometidos a la privación de agua, alimento, resguardo y atención médica y que están muriendo. Que alguien detenga el horror, que alguien lo detenga.

María Rivera
María Rivera es poeta, ensayista, cocinera, polemista. Nació en la ciudad de México, en los años setenta, todavía bajo la dictadura perfecta. Defiende la causa feminista, la pacificación, y la libertad. También es promotora y maestra de poesía. Es autora de los libros de poesía Traslación de dominio (FETA 2000) Hay batallas (Joaquín Mortiz, 2005), Los muertos (Calygramma, 2011) Casa de los Heridos (Parentalia, 2017). Obtuvo en 2005 el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes.

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