Como su nombre lo dice, el documental Un lugar llamado música es sólo eso, no hay lugar para contar más historias, sino sólo la importancia de la música a través de sus protagonistas, el peso que representa en sus vidas y cómo eso de alguna forma los une.
Ciudad de México, 3 de noviembre (SinEmbargo).– El encuentro entre dos formas distintas de hacer y concebir la música, de reunir la cultura de occidente con la Wixárika, tiene lugar en la ópera prima de Enrique M. Rizo, el documental Un lugar llamado música.
El cineasta oriundo de la Ciudad de Mexico fue testigo del encuentro entre Daniel Medina, un músico wixárika, y el reconocido compositor de música clásica minimalista estadounidense Philip Glass. Un acercamiento quizá poco probable, pero que se logró debido al interés de ambos por la música y que quedó filmado gracias a la inquietud de M. Rizo por averiguar más sobre esa reunión.
“Todo parte a partir de mi intensión de grabar un concierto. A través de un compañero que es cercano de Philip me enteré que el músico estaba celebrando sus 80 años edad con un concierto en Bellas Artes y pues inició por mi insistencia de querer filmarlo”, destaca Enrique M. Rizo en entrevista con SinEmbargo.
El cineasta apunta que aunque en un inicio deseaba filmar sólo el concierto e interacciones tras bambalinas, pronto sus intenciones cambiaron cuando notó que la atención total de Philip Glass recaía por completo en un violinista wixárika que venía de la sierra de Jalisco, y no en la orquesta, ni la soprano, ni el cuarteto que lo acompañaban los ensayos.
Se trataba de Daniel Medina de la Rosa, un músico tradicional de la música espiritual del pueblo wixarika originario de Santa Catarina Cuexcomatitlá, y su hijo Erasmo. Ambos hicieron una mancuerna con Philip y convirtieron la música en su único canal de comunicación.
“Me doy cuenta que ahí hay una historia. Había el material que necesitábamos para procurar un documental de cine, fue una evolución que no fue fácil ni inmediata, pero fuimos descartando capas, hubo un momento donde Diego Luna fue parte del documental, pero lo sacamos; que si otras composiciones de Philip, el glamour de Bellas Artes, fuimos puliendo este diamante”, señala.
Daniel y Erasmo sólo hablaban el wixarika, su idioma natal, y Philip inglés. Sin embargo, a pesar que ninguno conocía el idioma del otro desarrollaron un canal de comunicación que fue sólo la música.
“Un poco lo que desarrollamos fue lo abstracta que puede ser la música, pero también lo orgánica, y como cada música respeta el lugar de donde viene y nosotros con la música nos transportamos a tantos lugares, tiempos y corazones. Estos dos logran crear este lugar que es muy poco usual, nos queda claro que no es un lugar para todos, nos queda claro que por la naturaleza wixárika, pues no es música tan melódica, pero digamos que Philip con la carrera ya sabe dónde poner la melodía donde va, y pues hace que esta música suene a lo que es”.
Como su nombre lo dice, Un lugar llamado música es sólo eso, no hay lugar para contar más historias, sino sólo la importancia de la música a través de sus protagonistas, el peso que representa en sus vidas y cómo eso de alguna forma los une.
El documental explora en cómo la música se convierte en ese vehículo para explorar más mundos, pero siempre a partir de ésta.
“Decidimos que nuestros arco central debía ser nuestra historia con Daniel Medina. Al conocer a Daniel, las platicas que teníamos nos revelaron cuáles eran sus necesidades, sus búsquedas y prioridades, y fue muy inspirador darnos cuenta que Daniel y Erasmo no están en ‘este mundo’, para ellos tocar en Bellas en Artes obviamente les daba gusto, pero ellos no se intimidan, no tiene esa expectativa”, señala Enrique M. Rizo que tuvo que descartar el concierto de Bellas Artes como punto final del documental porque justo no era la prioridad el sueño que tuvieran sus protagonistas.
Un lugar llamado música es un acercamiento a la cosmovisión wixárika, lo que representa para ellos hacer música, un ejercicio que va más allá de una expresión artística:
“La música para la cultura wixárika no representa lo mismo que para nosotros, entonces para ellos es más bien una forma de contar historias. No lo hacen como arte sino más como tradición. Daniel dice que cuando él se comunicó con las deidades, las deidades le pregunta qué es lo quería hacer con su vida, porque él buscaba un camino, al final, al escuchar la música, él encontró el camino. A él lo pusieron a tocar cuando no sabía tocar, entonces digamos que ál aprende a tocar de su comunicación con las deidades, él aprende su música de esas forma. La música para ellos es algo que habla de sus inicios, habla de las deidades y habla de la tradición”.
Un lugar llamado música tuve su estreno mundial en la pasada edición 20 del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM) en el que estuvo en competencia.