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María Rivera

03/10/2024 - 12:01 am

Mujeres

“Logró crear un movimiento, que se convirtió en el partido hegemónico en el país, logró llegar a la presidencia, logró las mayorías en el Congreso, logró poner a una mujer como candidata y logró asegurar la permanencia de su movimiento en el poder”.

La Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo enfatizó al asumir las riendas del poder la necesidad de innovar y modernizar al país en cada uno de sus frentes. Foto: Presidencia de la República.

Muy emocionante, querido lector. La toma de posesión de la primera presidenta de México, rodeada de mujeres: por cadetes mujeres, por la presidenta de la Cámara de Diputados, la diputada Ifigenia Martínez, por la presidenta de la Suprema Corte de Justicia. Mujeres en los puestos de poder más importantes, rodeándola.  También, en la ceremonia que se llevó a cabo después en el zócalo, a cargo de mujeres indígenas.  Por primera vez en nuestra historia no habrá una primera dama… ella será el presidente. O presidenta, con a, como bien exige que se le llame. Ojalá querido lector, que esa preeminencia de mujeres en los puestos de poder, ese corolario de la lucha de las mujeres en el último siglo se vea reflejado en políticas públicas que entablen un combate central contra el machismo, las múltiples violencias que las mujeres padecen y el terrible feminicidio.

Si algo deberíamos de esperar es que las cifras de los delitos contra las mujeres disminuyan y que cese la impunidad que va de la mano del machismo y el patriarcado, que el hecho de tener una mujer presidenta obligue a cambiar el orden violento que está enquistado en las instituciones, que realmente se dé en el país un cambio cultural. Es verdad que no necesariamente las mujeres que llegan al poder son defensoras de las propias mujeres, pero también es cierto que haber roto el techo de cristal constituye en sí mismo un hecho poderosísimo. La imagen de la presidenta Sheinbaum con la banda presidencial significa ya un cambio radical en el imaginario colectivo.

Haber visto la toma de posesión con mi hija, adolescente, fue un privilegio. Ya hubiera yo querido ver, a su edad, algo semejante. Ya hubiera querido mi madre o mi abuela haberlo visto. Era inimaginable. Tanto como ver al expresidente López Obrador entregar la banda y marcharse en la cúspide de su poder, como prometió. Histórico. El primer presidente saliente que es vitoreado por una multitud que lo esperaba afuera de su casa, y por diputados en el Congreso, inédito. Y es que López Obrador logró lo inimaginable ¿no le parece?

Antier, pensaba justo en eso: logró crear un movimiento, que se convirtió en el partido hegemónico en el país, logró llegar a la presidencia, logró las mayorías en el Congreso, logró poner a una mujer como candidata y logró asegurar la permanencia de su movimiento en el poder. Todo en muy pocos años, ya lo he escrito, pero estoy segura que los historiadores se encargarán del fenómeno político que ha sido López Obrador, durante muchos años. Tengo para mí que, de no haber sido por él, ninguna mujer hubiera llegado a la presidencia estas elecciones: fue él mismo quien empujó a Xóchitl Gálvez, también, al convertirla en su enemiga política. Fue él quien invitó a la hoy presidenta a trabajar con él, y ella quien caminó con él todos estos años. Al final, le dio todo su capital político para que Claudia Sheinbaum ganara las elecciones.

Ahora, veremos cómo gobierna la primera presidenta mujer. Por lo pronto, es evidente que su gobierno será la continuación del que termina. El segundo piso de la transformación, lo ha dejado muy claro. Es sencillamente ridículo esperar otra cosa y quienes así lo hacen, no están atendiendo a lo que está ocurriendo, sino a sus deseos. Sheinbaum sostiene el mismo proyecto de López Obrador, forma parte de Morena, hay que decir lo obvio.  Si acaso, habrá modificaciones en la forma pero no el fondo. Porque la hoy presidenta no tiene el carisma ni el liderazgo de López Obrador, ni hace falta decirlo. Llega, eso sí, con un gran impulso, y con un poder inmenso que incluso López Obrador no tuvo al comienzo de su sexenio, un poder prácticamente sin contrapesos. Por ello, tiene una responsabilidad enorme en cómo lo usará, pero sobre todo, está obligada a gobernar para todos, no solo para sus simpatizantes. Eso significa que deberá escuchar y atender a quienes no votaron por ella, porque es la presidenta de todos.

Fácil no va a estar, querido lector. Los cambios más radicales que hasta ahora ha llevado a cabo la “cuarta transformación” se concretarán en su sexenio, y las resistencias sociales también. Solo piense que cuando López Obrador llegó al poder no había opositores en las calles; esta vez sí.

No sé, le digo con franqueza, cuáles vayan a ser las consecuencias de las reformas constitucionales que se están llevando a cabo, no sabemos aún si serán positivas, funcionales, o serán un rotundo fracaso. Lo que sí sabemos es que las oportunidades de modificar la constitución por una sola fuerza política son realmente excepcionales. Pasará mucho tiempo para que esa ventana se vuelva a abrir, si es que se abre, por lo que cada reforma debería ser sopesada con seriedad, no con obediencia partidaria. Porque es verdad que estamos en la incertidumbre, ante cambios que podrían salir muy mal, ante el riesgo enorme de que la manifestación democrática termine por devorarse sola.

Por lo pronto, no queda sino esperar y atestiguar quién será Sheinbaum como presidenta, cómo se ocupará de mejorar la vida de las mujeres, y de todos los mexicanos que aspiran a un país más justo, menos desigual, que creyeron que Morena y su candidata era lo mejor para nuestro país.

Yo espero que así sea, por el bien de todos, pero especialmente el de las mujeres. Ni una más, nunca, querido lector.

María Rivera
María Rivera es poeta, ensayista, cocinera, polemista. Nació en la ciudad de México, en los años setenta, todavía bajo la dictadura perfecta. Defiende la causa feminista, la pacificación, y la libertad. También es promotora y maestra de poesía. Es autora de los libros de poesía Traslación de dominio (FETA 2000) Hay batallas (Joaquín Mortiz, 2005), Los muertos (Calygramma, 2011) Casa de los Heridos (Parentalia, 2017). Obtuvo en 2005 el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes.

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