Con sus textos inclasificables trascendió los géneros literarios. La narrativa y la poesía eróticas, los mitos clásicos, el deseo, la prosa costumbrista y sobre todo el amor por la ciencia que le hizo ganar el Premio Nacional de Periodismo en 1997, motivaron su pluma. También fue dueño de lo que en una época se consideró el mejor bar gay de la Zona Rosa, El Taller. También se peleó mucho con mucha gente, entre ellos Carlos Monsiváis y Elena Poniatowska. Murió un hombre apasionado, polifacético y polémico. Inolvidable.
Ciudad de México, 3 de octubre (SinEmbargo).- “Adiós, Luis González de Alba. Tenía que ser un 2 de octubre”, escribió el periodista y escritor Héctor de Mauleón a pocas horas de conocerse la muerte de Luis González de Alba, dirigente del movimiento estudiantil de 1968, detenido en Tlatelolco el 2 de octubre de ese año, enviado a la prisión de Lecumberri, donde escribió la crónica Los días y los años.
“Se ha quitado la vida Luis González de Alba, uno de los hombres más libres de México. El último acto de su salvaje libertad”, fue el tuit de despedida de su amigo y editor, Héctor Aguilar Camín.
Precisamente, en el prólogo del último libro escrito por el hombre que había nacido en San Luis Potosí, en 1944, agradece al autor de La guerra de Galio por haberle sugerido la confección del libro dado a conocer hace apenas unas semanas por la editorial Cal y Arena con el título Mi último tequila.
“Agradezco a Héctor Aguilar Camín la sencilla generosidad con que sugirió: ¿Por qué no escribes eso? ¿O tienes una historia mejor que contar? Cenaba con Ángeles Mastretta y él en Guadalajara, el día en que se inauguraba la FIL 2014, cuando puse en el mantel blanco, como un vino de mi cava, la anécdota que aquí he incluido bajo el nombre “Mátia vurkoména (ojos llorosos)”, título de una canción griega de melodía encantadora que tengo marcada en YouTube”, dice el autor.
Una melodía melancólica propia de una tarde de domingo post-Roger Waters en el Zócalo y propia también para dar marco a la triste noticia que llegó de Guadalajara dando cuenta del fallecimiento del escritor, a los 72 años de edad.
Luis González de Alba publicó en la primera página de su último libro la liga de YouTube que lleva a la canción “Ojos llorosos”, tal vez un mapa anticipando la partida voluntaria de un hombre prolífico y polémico, que se define más por las esdrújulas que por las graves, hecho como estaba para provocar y encender todo tipo de debates.
UN HOMBRE DE MUCHOS INTERESES, INCLUIDOS LOS GUAPOS DEL TALLER
“En mi opinión, dos palabras que definen la personalidad pública de González de Alba son polémica y multifacética”, escribió Martín Bonfil Olivera en el texto leído en la presentación del libro El burro de Sancho y el gato de Schrödinger, en el marco de la Feria del Libro de Minería en 2001. El libro fue reeditado por Cal y Arena con el título Maravillas y misterios de la física cuántica.
Efectivamente, era González de Alba un hombre de muchos intereses, el más destacado de los cuales podríamos encontrar en su militancia a favor de las personas homosexuales, una actividad que expresó de viva voz en varios textos y sobre todo en el manifiesto publicado en la revista Siempre! en 1975, junto a Carlos Monsiváis y Nancy Cárdenas: “Contra la práctica del ciudadano como botín policíaco”, donde se denunciaban los abusos de las autoridades gubernamentales contra la comunidad gay.
De Monsiváis se alejaría para siempre y mantendría con él un desencuentro que no se acalló con la muerte del autor de Los rituales del caos, en 2010.
Cuenta el periodista Rogelio Villarreal en un artículo aparecido en la Revista Replicante, en 2010, con motivo de la muerte de “Monsi”: “González de Alba se había atrevido a acusar legalmente nada menos que a Elena Poniatowska —una de las amigas más cercanas de Monsiváis— por haber reproducido de manera textual en La noche de Tlatelolco varios párrafos de Los días y los años, el testimonio de González de Alba sobre su estancia en Lecumberri a causa de su participación en el movimiento estudiantil de 1968. Huelga decir que Poniatowska no creyó necesario citar la fuente de donde había extraído las numerosas citas, atribuyéndose, en cambio, el derecho de modificar algunas frases para, como señaló en su momento González de Alba, adecuarlas a su peculiar manera de escribir”.
Elena Poniatowska fue, sin duda, uno de sus objetos de ataques permanente y a ella demandó judicialmente “no por plagio, pues le había permitido usar el manuscrito de mi crónica que ella sacó de Lecumberri, sino por alteración de contenido. Un tribunal me dio la razón. En 1998 apareció la versión corregida”, cuenta Luis González de Alba en su columna habitual de Milenio, la última de las cuales apareció este domingo con el título “Podemos adivinar el futuro”.
En ella hace referencia a la matanza de Tlatelolco y a la pérdida del valor de la consigna tradicional “el 2 de octubre no se olvida”: “Habrá una manifestación de chavos que no saben qué es lo que “no se olvida” porque ya lo olvidaron o nunca lo han sabido…Hoy repiqueteará el teléfono de Elena Poniatowska, devenida experta y abrumada por preguntas que no sabrá responder, pero tendrá para cada uno el debido cliché, el redondo lugar común que la hace adorable y linda”, escribía el autor de las novelas como Agápi Mu y Cielo de invierno, Olga.
ENTRE LA FÍSICA, LA CUÁNTICA Y LOS ANTROS
“Entusiasta de física, astronomía y evolución. Damasio, Penrose, Mozart, A ciegas. Libro reciente: No hubo barco para mí. También en e-book por Amazon-kindle”, son los datos biográficos elegidos por Luis González de Alba para su perfil de Twitter, donde –al igual que en Facebook- era muy activo y 12 horas antes de su muerte publicó en ambas redes sociales una foto de juventud, tomando sol en una playa y la siguiente leyenda: “Isla de Poros, Grecia, desde Villa Nikki. Yo esperándote en Poros. אל תעזבני: No me abandones. Salmo de David”. A la imagen sumó una liga de YouTube, donde un joven participante del programa JeruVision interpreta el citado salmo.
“Es 2 de octubre y ahora ya estás en Poros, donde tomarás café todas las tardes gozando del sol del Egeo, retsina por las noches, algún vino blanco y deliciosas viandas griegas. Es el primer día del 5777… y éste fue el último mail que te envié, sin respuesta ya: “Luis, ¿y cuál es esa primera estrella con la que arranca el nuevo año judío?” Nos diste algunos indicios, pero ya ves, no quise darles mucha importancia. Hace dos semanas, en mi cumpleaños número sesenta, llegaste casi ataviado de mariachi y contaste anécdotas procaces hasta la medianoche, como las que me contaste también en la entrevista que te hice un día antes. Es triste pensar que ya no comeremos juntos, con René y con Alberto, en el Salón del Bosque. Que ya no leeremos tus artículos semanales —que tanta rabia les causaba a los pusilánimes de siempre. Será difícil ya no verte, Luis, querido amigo. Feliz viaje, feliz año nuevo. Un abrazo”, escribió Rogelio Villarreal en su muro de Facebook.
Autor del libro de cuentos El vino de los bravos y unos tequilas y del poemario El sueño y la vigilia, su obra ensayística es profusa y en ella se destacan libros como Las mentiras de mis maestros, Maravillas y misterios de la física cuántica, La orientación sexual, La ciencia, la calle y otras mentiras, Niño o niña y el ya citado Un barco para mí, un compendio de siete episodios de su vida, entre ellos el descubrimiento tardío de su homosexualidad y la reacción de los militantes de izquierda que lo cuestionaban “porque un revolucionario no puede ser marica”.
En 1997, Luis González de Alba obtuvo el Primer Premio Nacional de Periodismo por su labor en la divulgación de la ciencia, una pasión intensa como era también intensa su amor por la noche y los antros, al punto de haber sido dueño de locales emblemáticos como El Taller, en la Zona Rosa, cuyo lema era “El mundo está lleno de hombres guapos; hay algunos que nunca conocerás, pero hay algunos que podrás conocer en El Taller”.
“Por casi una década El Taller fue la fantasía de testosterona hecha realidad, sin tener que viajar a San Francisco, California. Sólo podían entrar hombres y en ocasiones no cualquiera, había que dejarse el mostacho, ponerse los jeans más ajustados y chamarra de cuero, a la Village People”, reza una crónica del escritor Wenceslao Bruciaga, publicada en 2013 en Time Out.
El propio González de Alba se refirió a su condición de “antrero” en una de sus columnas en Milenio, donde celebra el cierre en Guadalajara del bar Once, que al parecer no cumplía con las reglas de insonorización necesarias para este tipo de locales.
En 2 de octubre, fecha tan significativa en su historia, se fue un hombre apasionado. Los días y los años ya no tendrán su impronta. Es probable que sea recordado no sólo por Tlatelolco, sino también por su constante ejercicio de la libre opinión, una pluma alzada con la que intentaba arreglar o desordenar el mundo, ambas tareas son idénticas.
“Para mí, Luis era un ejemplo como una de las voces más críticas de la izquierda democrática y liberal, gran cuestionador del falso izquierdismo populista, un espíritu libre, de enorme inteligencia, sensibilidad y cultura. Apenas me enteré hace un par de horas de su muerte y aún no salgo del asombro y la tristeza. Se fue una de esas mentes que tanta falta le hacen a este país.”, dice el periodista Hugo García Michel, consultado por SinEmbargo.
Para la historiadora y escritora Gabriela Cano, Luis González de Alba “fue uno de los más jóvenes integrantes del Comité General de Huelga del movimiento estudiantil de 1968 y un adelantado del orgullo gay. Exaltó un estilo homosexual hipermasculino en bares como El Vaquero y el Taller, de la Ciudad de México. El 2 de octubre y la crisis del sida marcaron su vida y su escritura, casi siempre polémica. “El Lábaro” era el apodo con el que sus amigos del movimiento estudiantil se referían a él, haciendo ironía de su gusto por declamar un poema a la bandera, en los días en que era un jovencito ingenuo. Polemizó con Carlos Monsiváis en las páginas de Nexos respecto al sentido del movimiento estudiantil. Monsiváis destacaba a la lectura de Marx como el sustento de la rebeldía juvenil y Luis consideraba a Reich como el fundamento. Pese a las diferencias y resentimientos que los alejaron, los dos escritores son parte de una generación cuyos ideales, tropiezos y conflictos tengo presentes”.
“El rasgo que más admiré de Luis González de Alba fue su decisión de ejercer la libertad al límite”, dice el historiador Sergio Aguayo. Suscribimos.