Además de planchar, a Lupita le gusta tomar alcohol y bailar, pero también vive con el recuerdo de un pasado doloroso como víctima de abuso sexual, lo que la lleva a tener una necesidad de sanar.
Desde la primera edición de esta novela en 2014, la violencia en México, que también envuelve a la protagonista, no ha mostrado tregua. “Se ha agudizado. Es otra batalla en contra de esa oscuridad”, dijo Esquivel.
Aunque las historias de Esquivel se caracterizan por tener protagonistas femeninas, no se identifica como feminista. Dice que en cambio, le gustaría ver una unión entre hombres y mujeres para solucionar problemas globales.
Por Berenice Bautista
Ciudad de México, 3 de septiembre (AP).- La escritora mexicana Laura Esquivel imaginó su novela A Lupita le gustaba planchar como un diagrama visual y por eso le pidió a su sobrino, Jordi Castells, que le ayudara a dibujar a los personajes de esta historia de suspenso sobre una policía testigo del asesinato de un funcionario.
Esquivel publicó la novela sin ilustraciones en 2014, pero no abandonó la idea de verla traducida a imagen. Ahora, cinco años después de la edición original, presenta su historia como novela gráfica.
Además de planchar, a Lupita le gusta analizar qué tipo de ropa interior lleva la gente, tomar alcohol y bailar, pero también vive con el recuerdo de un pasado doloroso como víctima de abuso sexual, lo que la lleva a tener una necesidad de sanar. Esquivel entiende su historia como una batalla entre la luz y la oscuridad.
Algunos pasajes se abreviaron o se retiraron. Otros elementos, como las emociones de Lupita, se intensificaron gracias a los dibujos de Castells.
“Ella, tratando de escapar de esta conciencia, cae en el alcoholismo, en las drogas, y eso no hace más que agudizar su problema. Es una mujer que está enojada... y que también reacciona de repente violentamente, pero eso no la alivia”, dijo Esquivel.
“Es finalmente hasta que ella es capaz de hacer todo un trabajo interno y es, a través de otras mujeres en una comunidad indígena, que ella recupera el contacto con una tradición milenaria y se le abre un mundo de sanación”.
Esquivel cuyas populares historias como Como agua para chocolate, El diario de Tita y Mi negro pasado se caracterizan por tener protagonistas femeninas, no se identifica como feminista. Dice que en cambio le gustaría ver una unión entre hombres y mujeres para solucionar problemas globales.
“El mismo concepto de feminismo y machismo habla de separación y la única forma en que uno puede encontrar la paz, la dicha y la armonía es cuando trasciendes este mundo de separación”, dijo la autora de 68 años.
“Tendríamos que estar hablando de humanismo, en donde estemos los dos incluidos porque tanto hombres como mujeres nos está afectando esta crisis global, la crisis ecológica, y vamos a tener que enfrentarla hombres y mujeres”.
Castells, de 36 años, nació en la Ciudad de México, pero ha vivido entre México y Estados Unidos. Estudió diseño gráfico y además de ilustrar varios libros ha desarrollado proyectos cinematográficos con su productora.
En una entrevista reciente a propósito de la publicación del título dijo que la adaptación gráfica permite vivir una experiencia totalmente diferente “y si leen primero ésta pueden leer después la otra para comparar”.
“Como ya habíamos trabajado en otras cosas, Laura me dio total libertad”, dijo. “Nada más hasta el producto final me dio algunas notas muy buenas e hicimos ajustes mínimos”.
Llaman especialmente la atención recuadros sobre la cultura prehispánica inspirados en códices que se intercalan con la historia de Lupita, situada en la actualidad. Previamente Castells había colaborado en la novela Malinche (2006) de Esquivel, en la que también involucraron códices.
“Esa vez hice una investigación súper profunda de los códices que quedan para asegurarme que todo fuera como muy fiel a lo que se hacía antes”, señaló Castells. “Con Lupita, como es otro tema y no es una onda histórica, no fui tan estricto... No creé un idioma separado, no inventé algo diferente, más bien retomé lo que ya teníamos y lo acomodé para que tuviera sentido dentro de esta historia”.
En los años desde la primera edición de A Lupita le gustaba planchar la violencia en México, que también envuelve a Lupita, no ha mostrado tregua.
“Se ha agudizado”, dijo Esquivel. “Es otra batalla en contra de esa oscuridad y la única forma de decir ‘hasta aquí’ es uno mismo, hasta donde seguimos el juego de la violencia o no”.
Esquivel confía que como Lupita comenzó a sanar, México logre hacerlo también: “Ella tuvo que hacer ese trabajo interno y nosotros lo tenemos que hacer también”.