El primer pueblo afectado por el derrame de ácido sulfúrico en el río Sonora se llama Bacanuchi. Es pequeño, de difícil acceso, sin caminos ni pavimento; no hay escuelas y hospitales. Tampoco hay líneas telefónicas ni señal de celular. Es un lugar olvidado por Guillermo Padrés Elías, Gobernador de Sonora, pese a que fue ahí, en esa misma región, donde se crió en su rancho. Una localidad donde habita un puñado de sonorenses que le dio su confianza al entonces candidato a la gubernatura y a quienes les hizo la promesa de llevarles progreso. Promesa que olvidó durante cinco años. Bacanuchi es también el vigilante de Grupo México, el primero que detectó el derrame de miles de metros cúbicos de ácido sulfúrico y que dio aviso a las autoridades. El que tiene esa bitácora de “accidentes” en los ríos Bacanuchi y Sonora. Un pueblo al que nadie escuchaba, hasta hoy, que fue imposible ocultar la tragedia ambiental más grande en las historia de la minería en México.
P R I M E R A P A R T E
Cananea, Sonora, 3 de septiembre (SinEmbargo).– “Cuando estaba chamaco yo lo cuidé en el rancho. Aquí venía seguido cuando quería ser Gobernador, y nomás llegó al poder se olvidó de nosotros. Ni una vez había venido desde que está en el puesto, hasta hace unos días con lo de la contaminación”, dice Enrique Chacón Contreras, un hombre de 65 años habitante de Bacanuchi, municipio de Arizpe.
Bacanuchi fue el primer pueblo que recibió la contaminación por los 45 mil metros cúbicos de ácido sulfúrico que derramó un represo de la mina Buenavista del Cobre de Grupo México en el Río Sonora.
Don Enrique habla de Guillermo Padrés Elías. El Gobernador de Sonora es originario de Cananea, pero se presentó en Bacanuchi tres semanas después del derrame considerado como el más grave en repercusión ambiental en la historia de la minería en México.
“La gente se emocionó tanto de verlo por primera vez desde que es Gobernador, que hasta se les olvidó la tragedia del río”, narra.
La visita del Gobernador de Sonora en Bacanuchi ocurrió cinco años después de que fue electo a su cargo público, a pesar de que el rancho El Pozo Nuevo, que se encuentra a sólo 14 kilómetros de la localidad, es propiedad de la familia Padrés y ahí el mandatario vivió su niñez.
El Pozo Nuevo, que cuenta con 50 mil árboles de nuez, fue la primera propiedad privada afectada por la contaminación, pues el día 8 de agosto, dos días después del accidente de Grupo México, el agua del rancho de Padrés contenía 5.3 miligramos por litro, cinco mil veces más que lo que indica la norma de 0.05 miligramos por litro, según los resultados de los análisis del agua del río Sonora que tienen en su poder los habitantes de Bacanuchi y que son oficiales.
Sin embargo, el rancho de Guillermo Padrés no sufrió afectación alguna para dar de beber a sus vacas, equinos finos y regar sus siembras, debido a que cuenta con la presa privada más grande de la región, la cual se mantiene gracias al agua de lluvia. Agua limpia, sin contaminación.
A sólo 14 kilómetros al Sur, la historia para los 170 habitantes de ese pequeño poblado enclavado en la sierra sonorense, es muy distinta a lo que se vive en el rancho de Padrés. La mancha de ácido sulfúrico pasó por el río Bacanuchi con 56.9 miligramos de arsénico por litro, cuando la norma marca que debe ser de 0.05, a diferencia de la propiedad del Gobernador de Sonora, la contaminación de la mina Buenavista del Cobre los dejó sin agua para regar los plantíos de sorgo, frijol, maíz y alfalfa y para dar de beber al ganado de donde se obtiene la leche de los quesos que las mujeres venden en Arizpe y Cananea.
El ácido cargado de metales pesados fue tan potente que quemó parte de las siembras a la orilla del río. La población también se quedó sin agua potable, debido a que se cerraron todos los pozos. Las familias de la localidad no cuentan ni siquiera con agua para los inodoros y para satisfacer las necesidades mínimas. Las pipas oxidadas proveen de agua sucia a una pileta que se abastece con irregularidad.
La crisis por el líquido se recrudece por los más de 40 grados centígrados que alcanza la temperatura ambiente en Sonora en agosto, durante el penúltimo mes del verano.
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Para llegar a Bacanuchi hay que recorrer 50 kilómetros de terracería en medio de la sierra. Se puede ingresar por Arizpe o por Cananea. Ambos caminos requieren de vehículos de doble tracción para circular, debido a lo accidentado del terreno.
El camino que lleva de Arizpe a Bacanuchi es peligroso tanto para autos compactos como para camiones de carga. En ambos casos, los kilómetros que en una camioneta puede llevar hora y media recorrer, pueden ser imposibles.
Desde una loma, media hora antes de llegar a Bacanuchi, se puede observar el tajo a cielo abierto de la mina Buenavista del Cobre. A lo lejos, en el horizonte, la mancha blanca contrasta con los cerros verdes bañados por la lluvia veraniega de Sonora.
En el trayecto se observa cómo las vacas y los becerros pastan y beben agua del río. De acuerdo con el Alcalde de Arizpe Vidal Vázquez Chacón, es difícil que el ganado deje de utilizar los afluentes del río Bacanuchi, pues no existe otra forma de que sobreviva a la sed.
Bacanuchi tiene apenas unas cuantas viviendas. Las calles polvorientas dejan entrever la pobreza y la austeridad con la que viven esos 170 habitantes. Algunas casas de adobe y de ladrillo se extienden en pequeñas cuadras sin pavimentar. Las mujeres y hombres que habitan ahí viven de la ganadería y la agricultura. No hay otra fuente de trabajo, no existen opciones, sólo las que el río provee.
El caudal y su afluente es el gran proveedor para una población que ni siquiera cuenta con una línea de teléfono fija ni señal de celular. La tecnología del hombre más rico del mundo, Carlos Slim Helú, no ha llegado hasta ese punto de la sierra sonorense.
Algunos ganaderos y agricultores de ranchos aledaños al poblado tienen un aparato celular, pero no lo pueden usar. Deben subir a uno de los cerros para poder hacer una llamada telefónica.
Por esa falta de comunicación, justificó el Alcalde Vidal Vázquez que dejó hace una semana plantados a los sonorenses todo un día en el auditorio ejidal a los ejidatarios del pueblo. Dijo que el radio localizador, a través del cual se comunica con la comisaría, no funcionó y le fue imposible avisar que la reunión con autoridades de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Recursos Hidráulicos, Pesca y Acuacultura (Sagarhpa) estatal, se cancelaba.
Los habitantes de Bacanuchi tampoco tienen un hospital ni un centro de salud equipado, ni autoridades suficientes. Hace un año, uno de los jóvenes habitantes del pueblo murió en un accidente automovilístico cuando regresaba de Cananea por uno de esos caminos de terracería. El Ministerio Público tardó dos días en hacer el levantamiento del cadáver.
“Ahí estaba todo mosqueado el pobre, con estos calores, porque fue en tiempo de calor como ahora, justo hace un año”, recuerda Alejandro Quihui, poblador de Bacanuchi.
Las tierras del pueblo están llenas de víboras y animales del monte. Peligros que sus habitantes sortean sin la esperanza de que en una emergencia puedan sobrevivir. Su centro de salud apenas cuenta con lo indispensable para aliviar un dolor de cabeza. Para acceder a un hospital, forzosamente deben viajar a Cananea o Arizpe.
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Hasta ese pueblo de caminos accidentados llegó un representante de Grupo México el 6 de agosto, cuando los pobladores despertaron con la novedad de que el río llevaba una mancha roja en su afluente.
“Ese día llegó uno de la minera y nos decía: ‘No tiene nada, no tiene nada, pueden beberla, no pasa nada’. Sí cómo no, que se la tome él”, dice Enrique Chacón, quien dio aviso al municipio y se dedicó a llevar tanto a autoridades de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), como a los representantes de la minera a tomar muestras al río Bacanuchi.
Desde ese momento, la vida cotidiana de los pobladores se trastornó a tal grado, que hoy preguntan desesperados a su Alcalde: “¿Quién pagará por eso? ¿Qué va suceder con nosotros?”.
Un representante legal de Grupo México volvió el fin de semana pasada al viejo auditorio ejidal de techo desecho a jirones y pidió disculpas a los pobladores de Bacanuchi en nombre de la millonaria compañía. También entregó 25 cheques que corresponden a un cálculo de las pérdidas de una quincena.
No todos alcanzaron porque no todos se anotaron en una lista, anunció Víctor Hiriart, un representante de la Sagarhpa estatal. Mientras, el representante de la minera explicó que la situación era “muy compleja para Grupo México” y que, para resolverla, requerían de la participación de los pobladores.
“En esta comunidad ha habido muchas dificultades por diferentes factores. Les hemos pedido paciencia, sabemos que es muy difícil, y más que están viviendo esta situación tan compleja. La falta de agua, de recursos, la falta de mercado para nuestros productos, la incertidumbre que viene, pero ante esa situación, nuestras autoridades tiene el compromiso de mantenerlos informados. Les pedimos una disculpa por esta situación, pero tengan la certeza de que haremos el mayor esfuerzo para que todo retorne a la normalidad”, le dijo a un grupo de 70 habitantes de Bacanuchi reunidos en el salón ejidal.
Grupo México le entregó, a través de la Asociación Ganadera a José Alfredo Villeda Miranda, un cheque de 600 pesos por concepto de sus pérdidas por 14 días.
Alfredo Villeda se dedica a darle de comer a los caballos de unos potrero cercano, y él compra las pacas de alfalfa. La más barata cuesta 100 pesos y debe comprar una cada dos días. Por eso la compañía minera le pagó esa cantidad. Unicamente un cálculo de lo que gastó, no su ganancia.
La firma también entregó cheques de cuatro mil 900 pesos a productores de queso por sus pérdidas de dos semanas.
Rogelio Alcaraz Flores, gerente de la Dirección Gremial de la Unión Ganadera Regional de Sonora, dice que a la fecha en todo el río Sonora se entregaron cinco millones de pesos a 700 afectados, sólo a ganaderos y a productores de leche y queso.
El directivo de la Unión Ganadera asegura que las pérdidas del sector son más fáciles de cuantificar que las agrícolas, debido a que será hasta la cosecha, en octubre, cuando se podrá conocer el verdadero impacto de la contingencia ambiental por el derrame de ácido sulfúrico en el cauce del río.
“Sólo de nogal hay 250 hectáreas sembradas en todo el río Sonora”, añade.
Si la contingencia sigue, se hará otro corte para pagar una quincena más de pérdidas a los pobladores del río, entre ellos los de Bacanuchi.
María Luisa Laguna comenta que tiene miedo al futuro, pues ella vendía entre 10 y 15 kilos de queso al día en Cananea.
Hoy sólo hay incertidumbre.
“Vivíamos como podíamos: batallando. Queremos saber, ¿qué sigue para nosotros de aquí en adelante? No nos han dicho cuándo nos volverán a dar otro cheque, ni ese dinero que nos dieron alcanza para solventar los gastos, los niños están en la escuela. Toda nuestra vida dependía del río, porque las milpas se riegan con agua del río, nuestras vacas; todas las personas bajan sus animales a las milpas, las vacas tienen que tomar agua del río. Hay mucha incertidumbre, tristeza, miedo”, dice.
La mujer también está preocupada por lo que vaya a pasar cuando termine la contingencia y se declare todo listo para regar los cultivos.
“Yo vendía muy bien mi queso. ¿Qué pasará cuando lo lleve a Cananea y la gente no lo quiera porque es del río? Nos cambiaron la vida por completo”, agrega.
A la desgracia de no contar con el sustento para sus familias, se añade el abuso del que son objeto esos pobladores.
Hasta hace unos días, las despensas que enviaba el municipio y que debían ser gratuitas, la encargada del repartirlas, Cristina Salinas, las vendía en 20 pesos.
Las despensas que el municipio de Arizpe envía a los pobladores contienen una sardina, una lata de frijoles, una bolsa pequeña de cereal, leche, jugo y un paquete de galletas saladas.
En cuanto a Grupo México, el derrame de ácidos del 6 de agosto, no fue el primero. Hace seis meses dicen los pobladores de Bacanuchi, hubo uno de menor intensidad que secó algunos cultivos de berro y acabó con varios peces.
“Queremos que Grupo México se haga responsable, que haya una pensión para el pueblo, no sé, porque ahorita nos dan un dinero, nos traen agua [que almacenan por varias días en una pila con capacidad de 60 mil litros, mientras la población no cuenta con una gota para lavar ropa, bañarse o para la limpieza del inodoro], pero, ¿qué va a pasar cuando se enfaden de traernos agua? Nosotros no nos vamos a ir de aquí, ¿cómo nos vamos a ir? Aquí teníamos todo, se vivía de la ganadería, de la siembra. Pedimos pozos limpios, es lo menos que pueden hacer, el daño ya lo hicieron y hay partes donde creemos que hay agua limpia, que nos hagan pozos”, exige Alejandra Vázquez Osuna.
Los pobladores de Bacanuchi hablan sin conocer de la alerta que lanzó el el Sindicato Minero Sección 65, al advertir el lunes pasado que un represo que resguarda desechos tóxicos desde hace 30 años de la mina Buenavista del Cobre está a punto de colapsar y contaminar de forma irreversible el Río Sonora.
Antonio Navarrete Aguirre, del Sindicato Minero de Cananea, Sonora, indicó que el represo de jales se encuentra ubicado en la raíz del río y que contiene millones de metros cúbicos de ácidos y reactivos para la recuperación de los metales, confinados ahí desde hace tres décadas.
“Ese represo colapsará en cualquier momento porque no se le ha dado mantenimiento. Si eso sucede, el daño será brutal, no se comparará con el que ya se le hizo al río, sino que será el fin de los pueblos donde viven 25 mil sonorenses”, dijo.
Navarrete Aguirre explicó que el represo mide 15 kilómetros de largo por 15 kilómetros de ancho, y la cantidad de desechos contenidos ahí, es incalculable. Mencionó que fue el Sindicato Minero quien avisó a las autoridades federales y estatales en 2008 que el represo que derramó 40 mil metros cúbicos de lixiviados de Sulfato de Cobre Acidulado en el Río Bacanuchi y Sonora la madrugada del 6 de agosto pasado, colapsaría.
“Nosotros tenemos en nuestro pliego petitorio cuando arrancamos la huelga que los represos de la mina no tenían mantenimiento y que había peligro de un desastre ecológico como el que ya ocurrió”, dijo.
Navarrete, uno de los comisionados del sindicato, afirmó que no fue la falla de una válvula lo que ocasionó el derrame tóxico, como asegura la empresa, sino una negligencia por parte de Grupo México, quien ya sabía de los problemas del represo y no solucionó el problema de mantenimiento. Al interior de la mina, dijo, hay 11 represos más que constituyen una amenaza latente para el Río Sonora.
Si la amenaza es de la magnitud que afirman los mineros de Cananea, será el fin de los ríos Bacanuchi y Sonora y de ese pueblo que Guillermo Padrés visitó hace unos días, donde prometió “mandar arreglar” el techo que se cae a jirones del salón ejidal.
Un pueblo perdido en la sierra, de difícil acceso, comunicación, que hoy no tiene qué producir para subsistir, gracias al derrame de Grupo México.