Agustín Ramírez Bermúdez, hijo del fallecido escritor José Agustín habló con SinEmbargo sobre la reedición de uno de los “bichos raros” de su papá, una exploración personal y profunda sobre el rock.
Ciudad de México, 3 de agosto (SinEmbargo).– Bob Dylan fue el dios de la devoción de José Agustín (1944-2024), expresó en entrevista el hijo del escritor Agustín Ramírez Bermúdez, quien escribe una oda para el libro de culto de su padre La nueva música clásica (Grijalbo), una exploración personal y profunda sobre el rock del autor de La tumba.
La nueva música clásica fue escrita por el hoy fallecido José Agustín en dos versiones, ambas con el mismo título y el mismo objetivo: “la primera en 1968, en el auge de la década dorada del rock, y la segunda en 1985, cuando su permanencia en el gusto universal estaba más que asegurada”, señala la editorial con respecto a esta edición integral, revisada y complementada.
“El texto del 68 es muy breve y muy experimental, él ya se siente en el 85 con fuerza y con todos los conocimientos y comprende que ya puede hacer lo que quiera y se decide retomar este asunto, que es su gran pasión: su melomanía”, comentó Ramírez Bermúdez.
“Hay pasajes autobiográficos ahí, que para quienes sean seguidores de José Agustín y de su literatura, y de su vida, encontrarán muy atractivos, muy divertidos, es parte de su obra ensayística que tiene que ver con periodismo, fue una de sus facetas que él más disfruto y este libro recopila un montón de artículos y pequeños ensayos que él escribió en distintos medios, periódicos y revistas, y en el 85 dice ‘ya son muchos, les voy a dar un hilo conductor’, que es su propia opinión, su propia vida y hace este este artefacto, pero ahora ya se puede revalorar porque ya tenemos la Internet y ya todo mundo puede disfrutarlo como fue diseñado”, platicó.
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—¿Qué representa este título para la vasta obra del maestro José Agustín?
—Es un bicho raro este libro, es diferente a todos los demás, creo, porque no es novela, no es cuento, pero se adentra en el ensayo con una perspectiva autobiográfica. Yo lo relaciono un poco con Hunter Thompson, el autor de Miedo y asco en Las Vegas, que también tiene sus consideradas novelas, pero que en realidad son reportajes periodísticos extensos, donde él se incluye como personaje.
—¿Este libro muestra que el maestro José Agustín estaba adelantado a su época?
—Sí, era un visionario mi jefe, la verdad, para qué más que la pura verdad. Estaba muy clavado con todos los métodos de adivinación, le gustaba el Tarot, se identificaba con la carta número uno, que es el mago, le gustaba la astrología. Él era Leo, le gustaba la quiromancia, siempre me decía que mi línea de la vida tal vez se extendiera un poco más si me portaba bien y también le interesaba el I Ching, podía saber por dónde estaba él en la casa escuchando las moneditas con las cuales estaba tratando de, yo que sé, predecir el futuro y quizás como otros escritores, Philip K. Dick, incluso lo usaba para averiguar algunas tramas narrativas, para adentrarse en la historia que estaba inventando y descubriendo. Él se sentía como que podía ver un poco el futuro, yo creo, porque sí fue muy adelantado prevenir que el rock iba a ser un movimiento cultural tan importante como llegó a serlo en 1968, siendo él apenas un niño, tendría aproximadamente ahí sus veintialgo de años, apenas acaba de escribir La tumba y decide meterse en el género periodístico.
—¿Había algún grupo, músico, con el que él tuviera una identificación muy particular?
—No sé si me atrevería ahorita aquí rápido a decirte cuáles son sus principales amores en el rock, pero creo que Elvis Presley siempre fue algo muy importante para él y para todos porque por ahí lo conocieron mucho del rock. Definitivamente Procol Harum, es un grupo raro, que casi sólo se conoce por “A Whiter Shade Of Pale”, pero él era super fan, tenía todos sus discos, hasta que francamente creo que sí entraron en decadencia, pero lo bueno de ellos es excelente y él lo amaba, era de sus grupos favoritos.
Grupos como Earth Opera, súper desconocido, creo que sólo tiene un par de discos y luego el autor se convirtió también, o era más bien autor country, pero se puso hippie, ahí eso le encantaba, tenía otro grupo también muy hippie, muy sixties, muy under, que se llamaba The Incredible String Band, que son como unos elfos, duendecillos, así que tocan una música casi medieval, que te los puedes imaginar comiéndose sus hongos y LSDs en el bosque y haciendo esta música, porque de rock no tiene mucho, pero es un folklore muy, muy interesante entre country-psicodélico, ese tipo de cosas le gustaban mucho.
Bob Dylan, obviamente, es el dios de su devoción, ahí le levanta casi un altar en los dos libros, yo continúo porque a mí me gusta mucho y lo que hizo después de… yo retomo, lo que él ya no pudo, quizás, reseñar que fueron los últimos libros, digo discos, y el Premio Nobel y todo, que como que viene a comprobar su tesis de que el rock llegaría a las alturas, al olimpo de las grandes artes. Si bien no hay un premio Nobel de la música, le dieron a su ídolo el Nobel y yo creo que lo disfruto mi papá más que Bob Dylan, esa canonización.
—¿Qué te decía cuando Dylan ganó el Nobel?
—Él estaba muy feliz, yo creo que Dylan, a Dylan lo confundió más, le conflictuó más el asunto, porque tenía que ir ahí con puros pingüinos y trajecitos de Suecia a hacerse pasar por un embajador de la paz cuando el tipo era un rockero, un drogadicto, un loco o un tipo que se pintaba la cara para salir a gritar en escena y romper con todos los esquemas del folk, etcétera.
Él se consideraba un rockero radical, y yo creo que mi padre como está más cerca de las letras, sí apreció y admiró mucho que le concedieran eso, porque, como te digo, venía a demostrar todas sus teorías. Pero además se lo merece, es un autor completísimo, aquí tenemos así, yo creo, que las colecciones de sus discos debe ser Dylan, del que más tiene discos y sí lo siguió religiosamente, bueno, no a su conversión cristiana, aunque mi padre también tuvo quizás algún breve acercamiento ahí después, pero sí, su música reciente y todo, la disfrutamos muchísimo, sus nuevos discos desde los 90, excepto los discos de homenaje a Frank Sinatra, ahí sí no nos gustaron, ni a mi jefe ni a mí, dijimos ‘no, ya está derrapando’, pero ya regresó con sus últimos discos excelentes.
Entonces, los alcanzó a escuchar mi padre y a disfrutar muchísimo, era como volver a ver a su familia, volver a escuchar a los Rolling o a Dylan e igual que todos estaba muy sorprendido de que sean tan longevos y tan creativos.
—Más hacia los 2000 ¿llegó el maestro José Agustín de alguna manera a interesarse por algún grupo?
—Mi hermano Andrés y yo nos acercamos bastante a la electrónica, así a la más fina y sí, igual compró todos los discos que pudo de Massive Attack, de DJ Shadow, llegó a reseñar esas cosas, llegó a escribir sobre ellas en el periódico Reforma y está recopilado en un libro llamado El hotel de los corazones solitarios y ahí podemos acercarnos a sus gustos más recientes, descubrió bastantes cosas recientemente que le acercábamos y siempre estuvo abierto, en un espíritu muy abierto, algunas cosas las disfruta más, otras menos, pero de cualquier manera entendía como su importancia y le iba queriendo coleccionar o seguir el pulso a la historia del rock.
Mi hermano Jesús le acercaba hacia las corrientes minimalistas, y que también mencionó en este libro, el acercamiento quizás del rock, música clásica con Brian Eno, Philip Glass y porque, por ejemplo, se juntan con David Bowie para hacer la versión orquestal de “Heroes” y el otro disco, “Trilogía de Berlín”, en fin todo eso sí se metió y le encantaba esa evolución, el adoraba desde las raíces de Erik Satie y mucha música clásica suave y le fascinaba Brian Eno, había convertido todo eso en un nuevo género, que también exploró bastante con todos los seguidores y demás discípulos de Brian Eno, Moby, cuando en su faceta también muy tranquila, pero sí, Moby nos ha gustado mucho aquí, también lo seguimos hasta los últimos días de mi padre.
—Al final se demuestra lo que plantea el maestro es lo trascendental de esta nueva música clásica…
—Fue una época de oro sin duda los 60s. Cuando se enumera, ‘sí, mira en el 68 salieron todos estos discos que ahorita son clásicos ya’, de Pink Floyd de todas esas bandas, Jmi Hendrix, Los Doors, así es una era muy nutrida, en los 90 quizás la última gran era del rock, también hubo un montón de buenas bandas con el grunge y en fin, todas las demás que se van sumando y siguen trabajando, los góticos le gustaba mucho el Love and rockets y Peter Murphy, no tanto Bauhaus.. The Pulp, cuando se convirtió en solista Jarvis Cocker. Estaba muy abierto al tiempo, como melómanos necesitamos buena música, que puede provenir de cualquier época, región país, género sexual o lo que sea, y él estaba siempre abierto, pero sí es improbable que encontremos una época tan tan fértil del rock, no solo era el rock, sino era todo un efervescencia social y cultural, y revolucionaria .