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Óscar de la Borbolla

03/06/2024 - 12:03 am

La ayuda real

Atravesamos un momento histórico en el que a nivel familiar, social y, sobre todo, tecnológico vivimos en la facilidad: a los hijos se les sobreprotege, a la sociedad se le brindan apoyos de todo tipo y con la inteligencia artificial hasta podemos ahorrarnos el esfuerzo de pensar.

“Son tiempos que nos están volviendo literalmente unos inútiles”. Foto: Wikicommons

Todos hemos oído que “las comodidades debilitan”. Es una idea clara y, en alguna medida, hasta resulta aceptable: una infancia rodeada de comodidades es, sin duda, muy disfrutable, pero conlleva el inconveniente de que quien crece en una circunstancia con todo a la mano, luego carece de la capacidad de defenderse: los dientes no se fortalecen si uno no se ha visto en la necesidad, al menos una vez, de comerse un pan duro.

Esta idea es antiquísima y es el fondo del concepto nietzscheano “voluntad de poder”. Para este filósofo el ánimo se templa en el dolor y en la adversidad, y quien sobrevive a ellos sale mucho más apto para la vida. Los ejemplos que justifican esta tesis son incontables, pues, efectivamente, la necesidad, la necesidad acuciante hace que uno se las ingenie para sobrevivir. Si no hay obstáculos y —porque no decirlo—hasta penurias, uno se va volviendo un holgazán, se acostumbra a no esforzarse, y el resultado es, obviamente, un individuo inerme y blandengue, incapaz de resolver por sí mismo nada. Y otro tanto ocurre con las sociedades, la decadencia del Imperio Romano lo ilustra a la perfección.

Hay, sin embargo, casos en los que la adversidad es de tal magnitud que tanto el individuo como todo un pueblo pueden salir avasallados, sometidos, aplastados: la mucha “incomodidad” provoca un efecto más devastador que la mera debilidad: anula la voluntad, el carácter, la fuerza, en una palabra, aniquila.

En sintonía con esta tesis, lo más humanitario no es la limosna (recuérdese que Nietzsche, precisamente, emprende una cruzada contra esta conducta cristiana con su llamada transvaloración de los valores), sino dejar que el ser humano se vea obligado a reaccionar frente a sus dificultades. Esto ciertamente lo hace más fuerte. Aunque el problema es que también lo puede aniquilar. El planteamiento de Nietzsche es de una lógica impecable; pero a mi gusto, resulta un tanto frío y hasta podría calificársele de cruel. Es verdad, sin duda, que lo que nos facilita el camino nos debilita, nos hace depender, nos vuelve indefensos…

Atravesamos un momento histórico en el que a nivel familiar, social y, sobre todo, tecnológico vivimos en la facilidad: a los hijos se les sobreprotege, a la sociedad se le brindan apoyos de todo tipo y con la inteligencia artificial hasta podemos ahorrarnos el esfuerzo de pensar. Son tiempos que nos están volviendo literalmente unos inútiles, débiles, frágiles, de cristal y se nos está olvidando que la realidad, hoy como siempre, impone retos, obstáculos, dificultades tremendas. No nos estamos preparando para lidiar con ella, el mundo nos es esa fachada que nos rodea cuando estamos tranquilos en nuestro cuarto esperando la hora de dormir; el mundo son enfermedades y muerte, inundaciones y sequías, terremotos, huracanes… El mundo es cambio y el cambio, incertidumbre.

Entre la caritativa limosna y la cruda voluntad de poder hay una posición intermedia que lo mismo ayuda que obliga a enfrentar la dificultad de forma autónoma, es la que aparece en el conocidísimo proverbio chino: “Dale un pez a un hombre y comerá hoy. Enséñale a pescar y comerá el resto de su vida”.

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@oscardelaborbol

Óscar de la Borbolla
Escritor y filósofo, es originario de la Ciudad de México, aunque, como dijo el poeta Fargue: ha soñado tanto, ha soñado tanto que ya no es de aquí. Entre sus libros destacan: Las vocales malditas, Filosofía para inconformes, La libertad de ser distinto, El futuro no será de nadie, La rebeldía de pensar, Instrucciones para destruir la realidad, La vida de un muerto, Asalto al infierno, Nada es para tanto y Todo está permitido. Ha sido profesor de Ontología en la FES Acatlán por décadas y, eventualmente, se le puede ver en programas culturales de televisión en los que arma divertidas polémicas. Su frase emblemática es: "Los locos no somos lo morboso, solo somos lo no ortodoxo... Los locos somos otro cosmos."

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