Para el periodista maya Pedro Canché Herrera, quien pasó nueve meses en prisión acusado falsamente de sabotaje, la libertad de expresión es una aspiración posible y por la que hay que luchar. Por ejercer ese derecho fue encarcelado injustamente y ahora, ya libre, considera que la mejor forma de reparar el daño producido sería que en Quintana Roo, el estado donde vive y ejerce su profesión, se respetara y garantizara la libertad de expresión de todos los periodistas.
En entrevista con SinEmbargo, Canché Herrera habla de esa aspiración, con la que incluso, dice, ha soñado. Y reflexiona también sobre el papel de la sociedad y el Gobierno en la protección a los periodistas, gremio que se encuentra a merced de agresiones físicas, hostigamientos o encarcelamientos injustos, como fue su caso, sólo por hacer su trabajo.
Pero también explora la otra cara de la moneda, aquélla de la que emanan los vicios del periodismo, en una dicotomía entre una prensa aduladora y un Gobierno al que le gusta que lo engolosinen y, en consecuencia, no acepta las críticas.
Dos facetas, pues, de un mismo problema, del que Canché se ha convertido en paradigma, no sólo por la amplia difusión de su caso sino por vencer a un sistema judicial corrompido y por su tenacidad para mantenerse, a pesar del encierro físico, con su espíritu en libertad.
Ciudad de México, 3 de junio (SinEmbargo).– Cuando Pedro Celestino Canché Herrera, periodista maya acusado infundadamente de sabotaje, salió de prisión lo primero que vino a su mente fue que aún estaba pendiente el debate al que días antes de ser encarcelado había retado al Gobernador de Quintana Roo, Roberto Borge Angulo, para analizar lo problemas del municipio de Felipe Carrillo Puerto, de donde es oriundo.
Eran los primeros minutos del pasado viernes 29 de mayo y Canché Herrera pisaba por fin la calle tras haber permanecido encarcelado durante nueve meses por una falsa imputación de las autoridades quintanarroenses, que lo acusaron de sabotaje por únicamente haber grabado y publicado movilizaciones ciudadanas contra la instalación de medidores de agua y un bloqueo de la Comisión de Agua Potable y Alcantarillado (CAPA) de Quintana Roo.
Pero lo que esa madrugada recuperó su libertad fue el cuerpo moreno y bajo de Canché, pues como él mismo ha dicho reiteradamente, su espíritu y su mente nunca fueron aprisionados, mucho menos doblegados.
Han pasado prácticamente cinco días desde entonces y el semblante de Canché Herrera denota el cansancio producto no sólo del ajetreo de los últimos días, sino de los 272 que vivió encarcelado injustamente en la cárcel municipal de Felipe Carrillo Puerto.
Él mismo reconoce que está agotado, que tras nueve meses de encierro, hacinado, amenazado, en condiciones insalubres y con su familia endeudándose para mantenerlo, le gustaría solamente estar durmiendo y durmiendo. Ir a la playa, comer pescado y dormir. Correr en la playa y sentir que sus pies ya no tienen los grilletes que le ponían en prisión. Sentir que sus pies pueden volar.
Pero ese cuerpo cansado tiene que continuar luchando, no únicamente para que no prevalezca la impunidad en su caso sino porque está convencido de que es posible cambiar al país para garantizar a los periodistas y a la sociedad su derecho de expresarse en libertad.
Así se los compartía en el encierro a sus compañeros presos y a su familia: “Cuando yo salga de la prisión no va a ser el cierre de un capítulo ni el final de un libro, sino apenas esto es el prólogo. Lo que sigue ahora, viene que se empiecen a escribir los capítulos”.
“¿Cómo podemos enfrentarnos a todo un sistema judicial, a todo un sistema corrupto? ¿Cómo vamos a hacer que entiendan, cómo vamos a obligarlos a que reparen todos los daños?”, repite ahora esas preguntas en entrevista con SinEmbargo.
“Es un camino largo que hay que recorrer, que si del Estado mexicano, de la Presidencia de la República, si hubiera voluntad, esto sería cuestión de solucionarse, como dice la CNDH [Comisión Nacional de los Derechos Humanos], en 15 días. En 15 días se soluciona, se repara el daño y va lo demás, pero no existe”.
Los 15 días a los que se refiere son el plazo que la CNDH dio al Gobernador Borge Angulo, al Magistrado Presidente del Tribunal Superior de Justicia y Presidente del Consejo de la Judicatura de Quintana Roo, Fidel Gabriel Villanueva Rivero, y a los integrantes del ayuntamiento de Felipe Carrillo Puerto para que respondieran si aceptaban la recomendación que el organismo protector de los derechos humanos emitió por el caso de Canché Herrera el pasado 6 de mayo. En dicha recomendación, con el número 13/2015, la CNDH acreditó violaciones a los derechos humanos del periodista, pidió colaboración para investigar la responsabilidad de funcionarios públicos en la falsa acusación y llamó a otorgar una indemnización y una disculpa pública institucional a Canché.
El plazo asignado por la CNDH ya venció, sin que hasta ahora el gobierno de Quintana Roo se haya pronunciado al respecto.
“Entonces esto nos sugiere que no aceptan una recomendación”, concluye Canché. “Al no responder esta cuestión, robustece la idea de seguir con el debate [con Borge Angulo], porque entonces hay más temas que platicar”.
Mientras eso ocurre -si es que ocurre-, para Canché Herrera la respuesta a la interrogante de qué sigue para él es simple: “Lo que quiero hacer siempre es hacer periodismo”.
Por todo lo material que él y su familia perdieron a consecuencia de su encarcelamiento no se preocupa. “Las cosas van y vienen. Si perdí muchas cosas, van a regresar. Eso es lo de menos”.
Tras darse a conocer el encarcelamiento del periodista, la organización Artículo 19, que defiende la libertad de expresión y que apoyó a Canché en su proceso judicial, expresó que su salida de prisión era apenas el primer paso para reparar el daño cometido. La CNDH instó en su recomendación a ofrecer una disculpa pública.
Pero Canché rechaza lo que considera una “cultura de ‘usted disculpe’”.
“Es algo que debemos de eliminar. Meten al inocente a la cárcel y con un ‘usted disculpe’ piensan que se reparó el daño”.
Una reparación de daño real sería respetar la libertad de expresión, dice.
“No se trata de una disculpa, aquí se trata de que respeten la libertad de expresión en Quintana Roo, que la poca libertad de expresión de los compañeros de Noticaribe, los corresponsales nacionales, [la revista] Luces del Siglo, algunos periodistas independientes, que se nos respete la libertad de expresión, esa sería la mejor disculpa que pueda hacer el Gobierno local.
“Que nos garantice, no sólo que nos respete, que haya un mecanismo en Quintana Roo que nos permita a nosotros poder hacer un trabajo en el cual manifestemos la libertad de expresión de nosotros, sobre todo [porque] la expresión que hacemos muchas veces no es de nosotros, es del pueblo. Entonces que esa libertad de expresión del pueblo seamos nosotros los cocineros y lo sirvamos como banquetes para que lo disfrute la sociedad”.
SOLIDARIDAD CON LOS PERIODISTAS
Canché cumplió 45 años estando en prisión, el pasado 19 de mayo. Tras su excarcelación ha declarado que en sus nueve meses de encierro sintió que envejeció unos cinco años. Acaso sea verdad, pero ni su figura medianamente robusta ni su actitud lozana lo hacen parecer mayor. Sus sonrisas, escasas, se pierden con facilidad en esa combinación en su rostro de mejillas abultadas y finos labios. Por momentos parece impasible, así sea que esté hablando de algo doloroso, como lo que vivió en la cárcel, o de algo que importa, como es el tema de las agresiones a periodistas y la lucha por la libertad de expresión.
Considera, por ejemplo, que lo que él sufrió no fue sólo un ataque a su persona, sino a todos los periodistas, pues el mensaje es que a cualquiera le puede pasar, cualquier periodista es vulnerable en sus derechos cuando es incómodo a algún poder.
“No fue un ataque solamente a mi persona, a Pedro Canché, fue un ataque a todo el colectivo de periodistas, sean críticos, no sean críticos, cualquier línea editorial que tengan. Es un ataque a todos, a cualquiera le puede ocurrir, a cualquiera le puede pasar que publique algo incómodo al poder, al crimen organizado, a individuos, a intolerantes. Entonces si el gobierno demuestra intolerancia le está dando elemento al país de que hay que ser intolerantes. La intolerancia siempre se empieza a propagar desde arriba, desde las altas esferas”, dice.
En el encierro, Canché vivió la muerte de Julio Scherer y Vicente Leñero, dos de los más importantes periodistas mexicanos y precursores del periodismo crítico.
Al periodista de Carrillo Puerto le pesó, pues eran dos de los cuatro personajes que había añorado conocer, junto con Carlos Monsiváis –también fallecido– y Elena Poniatowska.
“Es la única que nos queda”, reacciona. “A ver si ella nos lee y la invito a tomar un café porque sí quiero conocerla”.
No fueron esas muertes las únicas malas noticias que Canché recibió en prisión. Desde ahí también le tocó enterarse de la muerte de un colega veracruzano, Moisés Sánchez, director del semanario local La Unión, quien fue secuestrado y asesinado en enero.
“Yo, en la cárcel, me dio mucha tristeza que muriera Moisés. Estaba yo siguiendo el caso de [los periodistas] Gregorio Jiménez, de Regina [Martínez], y entonces de repente pasa algo con Moisés, un periodista que al no tener los medios trata de con sus mismos recursos poner un periódico […] hacerlo desde su trinchera. Entonces por su trabajo, por su aportación a la sociedad moderna, él no sólo es un mártir de la prensa, sino de la sociedad”, reflexiona Canché.
“Esto abona a que haya una impunidad no sólo hacia todos los periodistas, sino hacia toda la sociedad civil”.
Un problema, dice, es que la sociedad ni siquiera es sensible con el trabajo de los periodistas.
“El problema del periodismo es que es un trabajo noble pero a la vez ingrato, porque uno puede dar una buena noticia y la gente quizá al que le interese lo lee, otra gente quizá solamente ve el encabezado, o quizá lea lo básico, vea la fotográfica, pero más allá no analiza. Entonces la gente no se da cuenta que los periodistas trabajan a favor de la sociedad y entonces por eso la sociedad no está reaccionando para solidarizarse con los periodistas”.
Canché pone el caso del diario francés de sátira Charlie Hebdo, que cuando fue atacado movilizó a miles de policías y recibió la solidaridad del presidente francés Francois Hollande y el cobijo de la sociedad francesa.
“Eso es lo que aquí en México [falta]. Pasa la muerte de un periodista, es como que haya muerto una persona cualquiera. Entonces esa cultura en la sociedad mexicana hace que nosotros seamos más vulnerables, entonces no sólo es educar al gobierno, es educar a la sociedad, para que la misma sociedad nos acompañe en nuestras demandas al gobierno.
“Hacer sentir a la sociedad que nosotros somos indispensables, que somos el corazón de esta sociedad y que bombeamos sangre a todo, que somos el que lleva oxígeno a todo el país, para que entonces no haya impunidad, no haya corrupción y que entonces la desigualdad en el país vaya borrándose”, reflexiona el periodista.
Canché considera que si la sociedad mexicana cobijara también a sus periodistas cuando éstos son agredidos “todo sería diferente”. Pero de ello, agrega, tiene que dar ejemplo el gobierno.
“Nosotros tenemos que fomentarlo, pero es la Presidencia, es el Presidente el que tiene que dar el ejemplo”.
Otra cosa que le pesó a Canché durante su encarcelamiento fue la noticia de la desaparición de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos, de Ayotzinapa, Guerrero, la noche del 26 de septiembre de 2014.
“De repente nos faltan 43. Y es algo que pega, que duele, más que nada por la reacción de indiferencia del gobierno. Entonces yo salgo y digo: ‘Ahora que salí de la cárcel me faltan 43. Me falta Julio Scherer. Me falta Vicente Leñero. Me falta Moisés, me faltan otros periodistas, tantos periodistas ahí que son agredidos”.
Esa indiferencia del Gobierno es la que Canché cree que debe combatirse y en su lugar apostar por gobernantes sensibles a los problemas sociales.
“El problema está en que necesitamos que nuestros gobernantes sean estadistas, sean personas sensibles, que cuando haya un problema social se acerquen inmediatamente, que no sean indiferentes, porque esa indiferencia es lo que hace que entonces se pudra el sistema. Entonces esa indiferencia crea más problemas, crea capas de resentimiento en la sociedad”, dice.
Habla Canché: “Si el Presidente hubiera ido con Moisés, con Regina, donde hay un periodista, eso inhibe demasiado el ataque a los periodistas. Va a inhibir. Entonces necesitamos que sean sensibles, quien llegue al poder, desde el Presidente hasta un simple Regidor, tienen que tener esto en mente: proteger y cuidar a los periodistas, porque no es fácil pasar, no es fácil ver que tenemos futuros inciertos, puede ser una bala, puede ser prisión, puede ser hostigamientos, pueden ser boicots, lo que vaya a ser, despidos de medios”.
“LIBERTAD DE ADULACIÓN”
Pero Canché también analiza la otra cara de la moneda. En una carta que le escribió al Presidente Enrique Peña Nieto cuando estaba en la cárcel, contradijo el mensaje generoso que el mandatario dio sobre la libertad de expresión en el país.
Escribió que en lugar de que en México existiera libertad de expresión, lo que había era una “libertad de adulación”, a la que respondía la mayor parte de la prensa.
“Aquí lo que tiene la prensa es que tiene intereses, están parasitando en el poder, están chupando la ubre presupuestal […] Por eso la mayoría de los 2 mil 500 periódicos, 600 revistas y agencias, la mayor parte está buscando qué negociar con el Gobierno […] y entonces está la adulación.
“Hay una libertad de adulación y el gobierno no se da cuenta que es mejor tener una crítica sana de parte de un periodista, porque un periodista independiente, un periodista con trayectoria que le dé un señalamiento positivo, que eso vale más que 2 mil 500 periódicos le estén alabando. Entonces el gobierno lo que hace es pagar la adulación, pero en realidad se está creando una falsa imagen”, considera Canché.
El problema, dice, es que el gobierno se cree esa falsa imagen y por eso cuando hay periodistas críticos los considera “subversivos”.
“Entonces sucede que nos matan, nos encarcelan, nos hostigan, nos despiden. Pero hace falta mucho eso, que el gobierno no se crea [lo] que le digan. Si el gobierno retirara todas las prebendas […] entonces vamos a ver quienes son los que hacen realmente periodismo, a quién la gente le va a comprar información, a quién le va a dar publicidad”, reta.
Continúa Canché: “Ahí está el reto, es un reto para todos los periodistas chayoteros, para todos lo periodistas con intereses y sobre todo para los medios, porque los colegas en lo individual están trabajando para un medio y no pueden decidir sobre lo que hace el dueño.
“Entonces aquí sería hacer un periodismo no que seamos histéricos, un periodismo revolucionario, subversivo. No se trata de eso. Se trata de hacer un periodismo sano en el que tengamos propuestas para el país, en el que le demos voz a los que no lo tienen, de eso se trata.
“Y creo que es mucho pedir pero yo lo he soñado. Podemos tener esto, podemos tener un país con libertad de expresión pero hace falta la voluntad desde los periodistas hasta la sociedad y el gobierno. Si nosotros tenemos esa cultura de la tolerancia hacia todas las ideas, hacia todas las expresiones, este país sería otro. Este país estamos a tiempo de cambiarlo”.
LUCHAR CON LAS IDEAS
“¿Sabes qué me sostiene?”, pregunta Canché. “Me sostiene que tengo que luchar porque mi país no se lo deje a mis hijos en un estado de corrupción. Me sostiene que tengo que luchar. Yo si empiezo una guerra, yo no comienzo una guerra para perderla, sino hay que ganarla. Una guerra ideológica, obviamente, una guerra en la que tenemos que volver a respetar la libertad de expresión”.
Se trataría, agrega, de una lucha de ideas que se anticipe a un país en llamas.
Si Canché refrendó en prisión su lucha por la libertad de expresión, ya en libertad la asume como lo que por ahora da sentido a su vida. “No sólo por mí sino por todo el gremio en el país”, dice.
Pero el primer brío que tuvo cuando sintió el viento y olió el aire al salir de la cárcel fue que tenía retomar la propuesta de debate que le había hecho al Gobernador de Quintana Roo días antes de ser encarcelado.
“Para mí el debate tiene que darse, porque tenemos que acostumbrar desde el Presidente de la República, gobernadores, senadores, tenemos que acostumbrarlos a que ejerciten la democracia en el país”, expone. “No se trata de humillar a nadie, se trata de hacer propuestas, que es el tono que tiene que haber, de propuestas, no de denostar”.
Por eso, dice, el reto de un debate a Borge “no es un capricho, sino es necesario”. Tal necesidad, expone, radica en que hay una situación de marginación a los indígenas mayas caribeños, a quienes se les niega desde el acceso al mar y sus recursos, a la atención médica, a la educación.
“Lo que el Gobierno no quiere es que nosotros pensemos, que tengamos ideas. Quiere tenernos ahí como si fuéramos una curiosidad turística, que no nos atrevamos a pensar, nos atrevamos a cuestionar nada. Entonces el debate se tiene que dar para romper este molde en el cual nos tienen puesto que no debemos pensar. Entonces ¿Pedro Canché que hace? Retar al Gobernador a un debate, que también podría retar hasta el Presidente Enrique Peña Nieto a un debate, esto es sano si vivimos en una democracia, en un sano ejercicio democrático esto se daría, pero en México no. El México en el que vivimos es un México descompuesto, un estado en descomposición”, valora el periodista.
“El problema es que no se nos da la educación ni las herramientas para hacerlo, y cuando nosotros exigimos esto, entonces enseguida nos ven como un peligro. A mí me ven como un peligro, soy peligroso por mis ideas, y el encarcelamiento lo ha demostrado”.
LA VIDA EN LA CÁRCEL
De los días en la cárcel, para Canché quedan recuerdos amargos, deudas para su familia y posibles secuelas por los golpes recibidos en los primeros días o por la salmonela que pescó dadas las condiciones insalubres en que viven los presos, con las fosas sépticas abiertas y muchas moscas. Por ahora persisten también sensaciones como la de los grilletes todavía puestos en sus tobillos y muñecas, o el pensar que quienes caminan a su lado son custodios de la prisión y no los integrantes de Artículo 19 que lo acompañan durante su viaje a la Ciudad de México.
“La prisión me cayó, psicológicamente me cayó muy fuerte. Lo que me animó, aparte de saber que soy inocente, fue que hubo gente que creyó en mí […] y que le dieron difusión a mi caso, porque de lo contrario estaría yo ahí encerrado, olvidado”, reconoce, con el peso de los días de encierro aún a cuestas.
Para que el suyo no fuera un caso más de un inocente preso, hubo un momento clave: el 28 de agosto, dos días antes de que fuera aprehendido.
“¿Cómo voy a salir de este enredo?”, se preguntó entonces, cuando ya dos personas, una de ellas servidor público, le habían enviado mensajes intimidatorios y lo involucraban con el bloqueo de las instalaciones de la CAPA, hecho que había cubierto como periodista.
Canché reaccionó y buscó interponer un amparo. Para entonces ya existía una denuncia de hechos en la que se le incriminaba de supuesto sabotaje. El día clave para Canché, consciente de que un amparo no sería suficiente para detener las acciones legales en su contra, interpuso una queja ante la CNDH y envió una carta a Artículo 19.
“Si yo no me hubiera movido el 28 de agosto, no le hubiera escrito a estas dos entidades […] entonces prácticamente me hubieran desaparecido […] hubiera yo muerto en la cárcel, por cualquier cosa, ya sea a través de la comida, a través de algún reo que negocie su libertad. Por el apoyo de Artículo 19 pudimos lograr que se nos liberara”, considera.
No obstante, no pudo librar el paso injusto por la cárcel, donde fue golpeado y recibió amenazas. Canché comenzó a escribir para lidiar con ello. La organización Artículo 19 tuvo la idea de publicar esos escritos en un blog al que nombró “Diario de un preso de conciencia”. Eso ayudó a que el caso del periodista encarcelado injustamente se difundiera más y se conocieran sus ideas.
Pero eso significó también más amenazas al periodista. Cuenta Canché que en una ocasión dos personas, tan ignorantes en realidad de lo que él publicaba, le advirtieron que alguien iría a golpearlo si no dejaba de escribir en su “bloque”.
Mas él no desistió de su escritura.
“Nunca cedí al miedo. Lo que me dio fue más ganas de escribir. Mi escritura no cedió al miedo, como por ahí leí alguna vez”, asegura.
Confiesa, sin embargo, que sí temió por su familia. Pero eso lo llevó también a tomar una determinación: si lo iban a matar, estaba dispuesto a morir.
Entonces empezó a escribir de temas más fuertes, a hacer declaraciones. “Como debe ser, lo que uno siente hay que expresarlo, para eso es la libertad de expresión, no sólo para los periodistas sino para toda la sociedad, aun si yo no fuera periodista tendría yo un derecho a la libertad de expresión”.
Escribir le ayudó a sortear las amenazas. Y también que su familia le llevara las publicaciones de medios que informaban sobre su caso.
“Lo que me inspiró fue que sabía que esta es una lucha no sólo por mí, sino es una lucha por todo el gremio en el país”, expresa.
Canché habla sobre que incluso en el momento más oscuro de la existencia hay que tener un sentido de vida. “Aunque estemos así de la muerte, si tenemos un sentido en la vida vamos a aguantar”.
Y él aguantó: en la cárcel enfrentó la soledad, el encierro, el hacinamiento, la incomodidad de estar con los grilletes en manos y pies o sujeto a otros presos, la vida en una celda con tan sólo cuatro planchas de cemento como camas, donde no había ni una silla. Canché dice que olvidó hasta cómo sentarse. Y encima de todo, el linchamiento de los medios afines al gobierno.
Y en el encierro aprendió también sobre el dolor humano, que sin importar si son inocentes o culpables, son dolores de la humanidad. Que si afuera de la cárcel se sufre, dentro se vive “el peor dolor que pueda tener un ser humano”.
“Esa enseñanza la agarro yo como una enseñanza de que hay que valorar la libertad y hay que luchar por la libertad y nunca hay que permitir que ningún individuo nos esté controlando la vida”.