Ricardo Pérez Monfort habló con SinEmbargo sobre su libro de ensayos Disparos, plata y celuloide en el que hace un recorrido por la historia de la fotografía y del cine mexicano, hasta 1982, un momento trágico para la filmografía nacional con la quema de la Cineteca, que a su vez coincide con el inicio de la gran revolución tecnológica.
Ciudad de México, 3 de mayo (SinEmbargo).– El historiador Ricardo Pérez Monfort plantea en una serie de ensayos, que integran su libro Disparos, plata y celuloide (Debate), cómo el momento histórico influye en el acontecer fotográfico y en el cinematográfico, pero también cómo el cine y la fotografía han contribuido a que la historia se vea de determinada manera y que también se presente de formas específicas.
“Una de las cosas que intenté hacer fue no disociar demasiado la historia del cine ni de la fotografía, y sobre todo sí ver cómo el cine y la propia fotografía también se han preocupado de presentar y representar, y luego recrear una interpretación, yo me atrevería a decir, manipulada, sesgada, a veces tergiversada, de los procesos históricos de este país”, comentó en entrevista con SinEmbargo el autor de este trabajo.
Pérez Montfort precisó que el proceso de estereotipificación al que llega a incurrir el cine y la fotografía es complejo “porque es una construcción de síntesis” por ello él buscó mostrar cómo tanto la fotografía como el cine, “hecho por gentes concretas, por personajes reales, retoman en buena medida la propia historia, la reinterpretan y luego la representan o la expresan de una manera peculiar, también determinada por el contexto histórico, por el sector social al que pertenecen y desde luego por las propias intencionalidades que aparecen en la hechura de la fotografía y la hechura del cine”.
“La historia desde luego tiene sus personajes, tiene sus acontecimientos relevantes, otros que no son tan relevantes, nuestra historia tiene esa dinámica, y a la hora de aparecer en el cine o en la fotografía, se pretenden enfatizar ciertos aspectos, y esto implica precisamente la construcción de estereotipos y la construcción de representaciones de lo que se interpreta que sucedió en la historia con personajes y con los acontecimientos más relevantes”, puntualizó.
El historiador Pérez Montfort refirió que en ese sentido la idea de su libro es recorrer mediante una serie de ensayos la historia de la fotografía, la historia del cine mexicano, hasta 1982, un momento trágico para ela filmografía nacional con la quema de la Cineteca, que a su vez coincide con el inicio de la gran revolución tecnológica que va a ir abandonando el celuloide y la producción analógica también de la fotografía.
Cuestionado sobre los factores detrás de la construcción de estos estereotipos y narrativas, Ricardo Pérez Monfort apuntó que quienes hacen cine y quienes toman fotografía en México, en su mayoría pertenecen a “una pequeña élite”.
“Es un grupo compacto, que tiene cierta cantidad de actores, cierta cantidad de productores, cierta cantidad de directores, que pertenecen a un sector social, por lo general clase media-alta hasta aristocracia, de hecho, y que tienen desde luego una interpretación específica de la historia, muy asociada también con el poder porque ellos son un sector muy ligado al poder en el fondo”, expresó.
Para él, el cine no ha sido muy crítico sino más bien complaciente con estas ideas de la Historia de Bronce, y por ello cuando se representa un acontecimiento histórico o un personaje histórico se hace con fines muy concretos “que es la glorificación o mitificación o también, tal vez, la satanización de determinadas figuras”. Puso a Porfirio Díaz en el caso de la satanización y en el de la mitologización a los próceres como Pancho Villa, Zapata, las soldaderas, los campesinos, representaciones que tienen poco que ver con la realidad en el fondo.
“No solamente tienen poco que ver con la realidad, porque la realidad en el fondo tampoco les preocupa gran cosa a esta élite. El cine mexicano no es un cine crítico, es un cine muy complaciente, podríamos decir, y, además, otra cosa que es importante, es un cine que refleja una ideología particularmente conservadora, es moralista, es intolerante, cuando denuncia, por ejemplo, los vicios o la perversidad de que se vive en el ámbito urbano, a veces también en el ámbito rural, pero en el fondo es muy complaciente con la realidad mexicana y la reconstruye, a partir, precisamente, de su propia dimensión conservadora y de su propia dimensión de élite”, criticó.
Pérez Monfort dijo en ese sentido que el llamado cine de la época de oro produjo muchísimo dinero y se lo produjo a un grupo de cinco, seis familias. “Era un oligopolio en el fondo, y ese oligopolio tenemos, incluso, coincidencias de apellidos que están en la presidencia como Alemán. Desde luego un oligopolio como el de los Azcárraga controla prácticamente todo el medio en el fondo, porque está metido en la música, está metido en la televisión, en la radio, y un oligopolio como el que construye Espinosa Yglesias y Jenkins en la distribución también lo que genera es muchos recursos pero para una élite, para un grupo muy pequeñito, y esto se muestra en el cine”.
—¿Persisten estas narrativas?
—Cuando uno ve, por ejemplo, hoy en día, el cine de narcos hay algunos momentos en que sí están intentado representar una realidad terrible, de una violencia brutal, pero también me atrevería a decir que detrás de eso, no solamente está mostrar esa violencia o esa brutalidad que implica la construcción de un Estado paralelo con el propio narcotráfico sino lo que hay detrás también es hacer dinero. Los productores tienen un interés, yo me atrevería a decir, no solamente de denunciar y de mostrar lo terrible que es la realidad mexicana hoy en día, están explotando esa temática porque saben que es una temática que puede retribuirles una gran cantidad de dinero, precisamente por eso, porque se consume ampliamente en el fondo.
—¿Parte de la evolución, la creación de discursos y la misma falta de autocrítica que ha persistido en el cine mexicano, fue lo que llevó a esta decadencia en la que se encuentra el cine nacional?
—Yo creo que son muchos factores los que llevan a la decadencia, el primero, probablemente el primero y más presente, es este oligopolio creado durante los años 30, 40 y 50 que limitó el acceso de una diversidad un poco más compleja al mundo cinematográfico. Ese es un primer punto, que, además, genera una primera gran crisis, que es la de los años 50, luego la de los años 60, que intenta medio cierta apertura pero no se logra, desde luego, y ya en los años 70, en la época de Luis Echeverria, el impulso o la intención de que Banco cinematográfico abriera sus puertas a otros cineastas, a cineastas jóvenes, a otras compañías que pudieran hacer cine, además de las ya existentes. Esa apertura que sin duda existió dio cabida a un pequeño auge de más o menos buen cine pero que se acabó con López Portillo, la entrada de Margarita López Portillo a controlar el mundo cinematográfico, la radio y la televisión en México fue verdaderamente una tragedia que culmina con la quema de la Cineteca y de ahí yo atrevería a decir que prácticamente no se levantó.