Un amante desdoblado

03/05/2015 - 12:01 am

Envidio a los que pintan, dibujan o siquiera esbozan con alguna fidelidad las líneas que se les meten por los ojos cuando aman, a los que saben traducir los pliegues que exploran, las curvas que besan con los dedos en la penumbra para inmortalizarlos y guardarlos para cuando el invierno no permite más que abrazarse y dormir en paz, en piyamas de franela, bajo mantas demasiado pesadas para mover los cuerpos con ellas, demasiado cálidas para abandonar la trinchera, que también a veces el invierno cae bien.

Te guardaría en hojas de grueso papel moreno con olor a tierra, no liso, no de hoja en blanco sino lleno de texturas, cordilleras pequeñitas y lunares inesperados. Elegiría los pliegos con los ojos cerrados, como se elige lo importante, y llevaría cientos de ellos para que nadie más que te haya tenido pudiera guardarte para sí nunca más, en ningún baúl ni aquí ni allá. Qué disfrute llegar a casa, ponerse la ropa de ensuciar (la tienen los que pintan, ¿o no? ¿Tengo yo ropa de escribir?), disponerse al viaje subterráneo, lleno de vida, de raíces y ondulaciones, que es tu piel. Desenvolver el papel y sentir que viene la noche. Tapizar el suelo de tus yos vírgenes y extendidos, quedarme descalza y saber que necesito sólo un pincel y tinta negra.

Relájate, me diría, que esto no son letras, que la estructura no importa, no la de las palabras, sólo la de los huesos que lo mueven y lo acuestan y lo sientan y lo hacen caminar bajo capas de cosas que no puedo acariciar y que respiran, igual, bajo todo ese papel. Relájate y cierra los ojos y piensa en los fragmentos que has estado fotografiando con parpadeos, pensando en lo que te han dicho de la poesía: que es de sensaciones, que es de segundos, que es de lo efímero y de lo eterno, de lo todo y en cada parpadeo eres todo, todo, todo. En ese presente cada segundo cuenta y cada segundo es arrancado como un pétalo, cruel, dolorosa, gozosamente, embadurnándose los dedos de la tintura sangrienta que no duele, que es de sangre porque late bajo la piel, como todo mi corazón late bajo cada yema de cada dedo mientras se pasean como por la playa, quemándose al contacto, corriendo hacia el mar para dejarse arrastrar por una ola, acompañarla en su ascenso y deshacerse en espuma.

Piensa en la cumbre de su hombro. Piensa en lo negro de su ceja. Piensa en cuando piensas, cuando lo ves, en cómo te ve cuando está donde está, contigo y en otra parte. Empapa el pincel y dibuja solo cómo se siente su columna hundida entre los omóplatos. Roza el papel hasta que la barba incipiente se vuelva más y más negra. Vuelve a una playa salada de dedos, huesos y besos asimétricos que se dan porque el amor se sigue diciendo a la mitad de la tempestad y dibújate esa vena, ese músculo encogido del brazo, el cuadrado perfecto de su mandíbula. Guárdate ese suspiro y viaja en él hasta su regazo que te acuna, pinta la almohada de su pecho y que te quede tan firme y esponjosa como se siente, caliente y viva y apacible y dormida. Llena el suelo de cada segundo, de los que cuentan y de los que se empalmaron con el siguiente, por la prisa de seguir avanzando. Recuerda el doble pliegue de los párpados cuando se cierran, la línea delgada del labio superior, las flechas que te dicen dónde dar vuelta, dónde frenar, dónde estacionarte. Debías tener, luego de una noche cafeinada y llena de tinta, un amante desdoblado que a veces sonríe, que a veces se duerme, que a veces te canta. Tendrías, si en vez de envidiarles pudieras llamar a los pintores colegas, un mundo de papel rasposo, palpitante, sobre el que podrías rodarte y enamorarte otra vez, quince, veinte veces. Tendrías cada instante guardado para contemplar, cada suspiro, cada movimiento suyo solo para ti esta vez, esa fantasía de doblarlo, plegarlo, tenerlo esperando en un armario a estar de nuevo a solas con esa clavícula, con ese muslo, con ese enredo de mil instantes que diría tanto, tanto más que todas, todas las palabras del mundo…

Lorena Amkie
Nació en la Ciudad de México en 1981. Su idilio con las palabras empezó muy temprano y la llevó a pasearse por la poesía, el ensayo y el cuento, para encontrar su hogar en la novela. Graduada de Comunicación por la Universidad Iberoamericana, ha publicado la trilogía gótica para jóvenes Gothic Doll (Grupo Planeta) y la novela El Club de los Perdedores. Imparte talleres de escritura creativa y colabora con distintos medios impresos y digitales. Su cercanía y profundo respeto hacia su público, así como su estilo franco y nada condescendiente, le han valido la atención de miles de jóvenes en México y Latinoamérica, situándola como una de las autoras de literatura juvenil más interesantes en el mundo de habla hispana actualmente.
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