La idea de que una guerra comercial sería “buena” y “fácil de ganar” es “increíblemente estúpida”, plantea Paul Krugman, Premio Nobel de Economía 2008. Además, añade, la forma en la que Donald Trump parece estar comenzando su guerra “también es notablemente estúpida”, afirma.
“¿Empieza por proteger bienes que son insumos para industrias que emplean a mucha más gente que las que están siendo protegidas? Hágalo en nombre de la seguridad nacional, una justificación que, por una buena razón, casi nunca se invoca, cuando la mayor fuente de esos insumos es esa potencia extranjera hostil, Canadá”, le dice el economista al Presidente estadounidense en un artículo publicado este sábado por The New York Times.
Ciudad de México, 3 de marzo (SinEmbargo).– Paul Krugman, Premio Nobel de Economía 2008, afirma que la idea de Donald Trump, Presidente de Estados Unidos, de que una guerra comercial sería “buena” y “fácil de ganar” es “increíblemente estúpida”. Y no sólo eso, el economista estadounidense, considera que también la forma en que Trump está iniciando su guerra es “notablemente estúpida”, pues poner aranceles al acero es proteger bienes que son insumos para industrias que emplean a mucha más gente que las que dice protegerá con su nueva medida.
En su colaboración para The New York Times, el profesor de Economía y Asuntos Internacionales en la Universidad de Princeton y profesor centenario en Escuela de Economía y Ciencia Política de Londres, plantea que siempre se ha sabido que Trump es beligerantemente e ignorante sobre economía [“y muchas otras cosas”, acota el prestigiado Premio Nobel. Pero hasta el momento de declarar una guerra comercial por el acero no había importado mucho.
Ayer, el Presidente estadounidense tuiteó que las “guerras comerciales son buenas y fáciles de ganar”, una afirmación que ha sido recibida con escepticismo tanto en Wall Street como en su propio partido, el Republicano.
La declaración de Trump de que Estados Unidos impondrá fuertes aranceles sobre la importación de acero y aluminio agravó las tensiones con China y otros socios comerciales, además de generar perspectivas de aumentos de precios para los consumidores y las empresas estadounidenses. Además, el anuncio provocó una fuerte caída en el cierre de Wall Street el jueves, mientras que China expresó el viernes su “grave preocupación”.
Trump insistió, desde su cuenta de Twitter [@realDonaldTrump] que la medida es necesaria para Estados Unidos.
“Cuando un país (EU) pierde muchos miles de millones de dólares en el comercio con prácticamente todos los países con los que hace negocios, las guerras comerciales son buenas y fáciles de ganar. Ejemplo, cuando tenemos déficit de 100.000 millones con cierto país y ellos se ponen burlones, no comerciar más: ganamos en grande ¡Es fácil!”, publicó el mandatario.
PROPUESTA SIN SENTIDO
Sin embargo, para un especialista como Krugman –quien obtuvo el Premio Nobel de Economía por su trabajo sobre los patrones del comercio internacional y la concentración geográfica de la riqueza– la propuesta de Trump lejos de ayudar dañará seriamente la economía de EU.
En el artículo “Guerra comercial, ¿para qué sirve? Absolutamente de nada”, el economista de Albany, Nueva York, explica que cuando Trump asumió el cargo el país ya iba montado en una recuperación sostenida que comenzó bajo el mando de su predecesor, Barack Obama, y esa recuperación ya había elevado la economía de EU Hasta el punto donde se aplican las reglas de política “normales”: las tasas de interés están por encima de cero, la política monetaria es efectiva nuevamente, “por lo que la administración está en las manos bastante confiables de la Reserva Federal, no en la caótica Casa Blanca de Trump. Lo que el Presidente no supo no podría perjudicarnos”.
Pero, añade, siempre había motivos para preocuparse por la posibilidad de una crisis, ya sea creada por fuerzas externas, como algún tipo de colapso financiero, o una creada por la administración misma. En ese caso, la racionalidad de la Fed [la Reserva Federal, el Banco Central de EU] no sería suficiente. Y ahora, alerta, está empezando a parecer que tenemos una crisis de política comercial en nuestras manos.
“A Trump siempre le ha importado el oficio del que ve la forma en que lo ve todo: como una prueba de poder y masculinidad. Se trata de quién vende más: si ganamos un superávit comercial, ganamos; si tenemos un déficit comercial, perdemos”, destaca Krugman.
Esto, considera, no tiene sentido.
“El comercio no es un juego de suma cero: aumenta la productividad y la riqueza de la economía mundial. Para tomar un ejemplo no del todo aleatorio, tiene mucho sentido producir aluminio, un proceso que usa grandes cantidades de electricidad, en países como Canadá, que tienen una gran cantidad de energía hidroeléctrica. Entonces, Estados Unidos gana con la importación de aluminio canadiense, tengamos o no un déficit comercial con Canadá (da la casualidad que no, pero eso no tiene nada que ver con el punto)”.
Además, dice, el caso de preocuparse por los déficits comerciales, como el caso de los déficits presupuestarios, se ha evaporado en gran medida ahora que el desempleo en EU ha vuelto al 4 por ciento.
“Entonces no podemos ‘ganar’ una guerra comercial. Lo que podemos hacer es comenzar un ciclo de ojo por ojo, y cuando se trata de comercio, Estados Unidos, que representa el 9 por ciento de las exportaciones mundiales y el 14 por ciento de las importaciones mundiales, no es de ninguna manera una superpotencia dominante.
“Un ciclo de represalias reduciría el comercio mundial general, haciendo que el mundo como un todo, Estados Unidos muy incluido, más pobre. Quizás aún más importante en el corto plazo, sería altamente disruptivo. Vivimos en una era de cadenas de suministro globales: casi todo lo que se produce en los Estados Unidos (y en cualquier otro lugar) utiliza insumos producidos en otros países. Su nuevo automóvil puede tener un chasis ensamblado en los EU, Un sistema de motor y cableado fabricado en México, productos electrónicos de Corea y China y, por supuesto, acero y aluminio de Canadá”, advierte.
El Premio Nobel concluye que no sólo se perderían millones de trabajos, sino muchos miles de millones en el valor de las acciones.
“¿Podríamos producir autos sin todos esos componentes importados? Sí, dado el tiempo. Pero llegar de aquí a allá sería un gran desastre: cientos o incluso miles de fábricas tendrían que cerrar o convertirse en otros usos. No importa la pérdida neta de empleos de una guerra comercial a gran escala, que al final probablemente sería un número relativamente pequeño. El punto en cambio es que las pérdidas brutas de puestos de trabajo serían enormes, ya que millones de trabajadores se verían obligados a cambiar de trabajo, trasladarse a lugares nuevos y más. Y muchos de ellos sufrirían pérdidas por la forma en que nunca volverían”, expone Paul Krugman.