Gustavo Sosa Núñez
03/01/2021 - 12:01 am
Proyecciones ambientales para 2021
El año 2020 se caracterizó por la presencia y el impacto que el COVID-19 tuvo en todo el mundo. Los confinamientos de la población durante el primer semestre del año permitieron observar rebrotes de vida salvaje tanto en zonas urbanas como en áreas donde ya no estaba presente, o lo estaba precariamente. También se mencionó […]
El año 2020 se caracterizó por la presencia y el impacto que el COVID-19 tuvo en todo el mundo. Los confinamientos de la población durante el primer semestre del año permitieron observar rebrotes de vida salvaje tanto en zonas urbanas como en áreas donde ya no estaba presente, o lo estaba precariamente. También se mencionó la reducción de la contaminación atmosférica debido a la disminución en el uso de vehículos automotores en grandes urbes y, en consecuencia, del tráfico.
Esto permitió considerar que solo ante eventos de gran magnitud se puede observar un cambio real en cuanto al comportamiento de la humanidad con respecto al medio ambiente. Hubo incluso opiniones optimistas sobre la posibilidad de combatir realmente al cambio climático si se aprende de las lecciones que ha dejado la pandemia, su impacto, y el manejo de la misma; aunque dicho manejo difiere sustancialmente según latitudes y fronteras políticas.
Sin embargo, el impacto que el confinamiento ha tenido en la economía de los distintos países ha orillado a los gobiernos a buscar un equilibrio (si esto es posible) entre la apertura de la economía y las restricciones a la movilidad (que no necesariamente es confinamiento). Tal reactivación ha ocasionado que se observe un retorno a la normalidad contaminante. Incluso, en aras de la recuperación económica puede haber un aumento sustancial de la contaminación en comparación al tiempo previo a la pandemia, más aún que ya está la vacuna.
Esto viene acompañado por la cotidianidad de procesos de producción y consumo cuya sustentabilidad puede cuestionarse, así como de proyectos extractivistas y de apego a combustibles fósiles cuya relevancia a largo plazo, en un mundo cambiante, también está sujeta a interrogantes.
Así iniciará el 2021. El deterioro ambiental continuará, aun cuando haya destellos de posibles cambios, como las expectativas que está ocasionando la futura gestión de Joe Biden en Estados Unidos, el regreso de ese país al Acuerdo de París, y la actualización de Contribuciones Nacionales Determinadas (NDC, por sus siglas en inglés) por parte de países signatarios de dicho acuerdo, por citar ejemplos más relevantes.
Se mencionan como destellos porque el mundo lleva una inercia que parece muy difícil de modificar, y los compromisos discursivos de los países aun no permean fehacientemente en políticas públicas sustentables, que sean amigables con el medio ambiente, y que vayan en franco combate al cambio climático.
Vale recordar que, si bien esto es esencial, no es suficiente; pues se requiere la participación y concientización de toda la población para que haya un cambio real de actitud y comportamiento. ¿Cómo es posible esto ante las necesidades inmediatas de ingreso, alimentación y seguridad de los países en desarrollo, y de las urgencias de consumo de los países desarrollados? Claro está que no se puede generalizar en dos grupos, sino que hay que ver en escalas de grises, e identificar las fortalezas y áreas de oportunidad de cada país para hacer frente a la problemática ambiental y climática que aqueja al orbe. Hay mucho por identificar, concientizar, formular e implementar. El 2021 puede ser punto de partida para transitar a una era posterior al COVID-19.
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