Ciudad de México, 3 de enero (SinEmbargo).- Entró por esas puertas del Centro Hospitalario de Grenoble que se han convertido en el núcleo del mundo deportivo. En su mano llevaba un cuaderno rojo, mientras sus ojos bien abiertos intentaban disimular el duro desvelo. Eran las ocho de la mañana del primer día de 2014 cuando Roberto Fantini arribó a donde sus palpitaciones le pedían acudir. Una llovizna tranquila había provocado que la nieve no apareciera en el ambiente de este italiano de 31 años que había manejado desde Reggio Emilia (Italia), unos 540 kilómetros hasta donde Michael Schumacher, su máximo ídolo, intenta luchar por su vida. Tras perderse las celebraciones por el año nuevo por estar en medio de la carretera, intentaba a toda costa entregar ese preciado homenaje al multicampeón alemán de la Fórmula 1, quien hoy cumple 45 años.
El pasado lunes, en las vísperas de los preparativos para las celebraciones de año nuevo, el mundo recibió la noticia acerca del accidente aparatoso de Schumacher. Un asiduo amante del esquí se había estrellado contra una roca, provocándole lesiones cerebrales graves. Rescatado por un helicóptero fue llevado al nosocomio de Albertville antes de ser trasladado a Grenoble tras percatarse de que los daños podrían ser mucho más graves de lo que inicialmente se había diagnosticado. Ahí, en los Alpes Franceses, donde el expiloto tiene una residencia, se plantaron los ojos del planeta ante el futuro incierto de uno de los atletas más revolucionarios de la historia.
Sabine Kehm, portavoz de Schumi desde siempre, emitió una nota sencilla confirmando la ola de rumores que se amontonaban en la red: “Michael cayó sobre su cabeza cuando se encontraba esquiando en los Alpes, en un viaje privado. Fue trasladado al hospital, donde recibe atención médica profesional. Pedimos comprensión, pues no podemos dar información continua sobre su salud. Llevaba un casco y no se encontraba solo. Nadie más se vio involucrado en la caída”. El silencio incómodo abordó las noticias, hasta que el pronunciamiento oficial dio a conocer el estado de Michael como “un coma inducido”. Kehm, tan ajetreada como en la época que el alemán ganaba todo en las pistas, se asomó el pasado miércoles por las puertas del hospital para asegurar que “Michael ha pasado la noche y las primeras horas de la mañana estable. Estas son todas las buenas noticias por ahora, pero no voy a entrar en más detalles médicos”.
Michael Schumacher es para muchos el mejor piloto en la historia de la Fórmula 1. Conquistador de 91 Grandes Premios, 77 vueltas rápidas, 155 podios y 68 Pole Positions, es con creces el más ganador que se haya conocido. Junto con Ferrari, deslumbró a toda una generación en los albores de un nuevo milenio. El hombre vestido de rojo le puso una emoción dominante que no se veía desde los tiempos de Ayrton Senna, y que ahora ha retomado su principal heredero, Sebastian Vettel. Desde que se dio a conocer la noticia, el ambiente deportivo supo que uno de sus baluartes vivos estaba en peligro. Por eso las grandes movilizaciones hacia el hospital obligaron a la policía local a acordonar la zona.
Schumi no es uno más en la palaestra de atletas que logran captar la atención y reconvertir las emociones de quienes absortos observan. A la altura de Jordan, Alí, Pelé o Maradona, revolucionó una disciplina cuando todos pensaban que estaba todo escrito. Su comportamiento atrevido en las pistas marcó la pauta en 307 carreras que disputó mientras cada uno de sus siete campeonatos iban cayendo. En Ferrari fue encumbrado por su talento, capaz de darle un nuevo sentido a un deporte que muchos veían como monótono y un tanto aburrido. Era un fin de semana entero donde el show comenzaba con la lucha por la pole position, pasando por un nuevo récord de vuelta rápida y el seguro pódium. Durante tres días, todo se resumía a ese bólido rojo de origen italiano, conducido magistralmente por un alemán.
Il Cavalino Rampante como se le conoce a Ferrari, supo festejar un título tras 21 años de sequía. Un periodo tan parecido a la eternidad para una escudería referente de la F1. La aglomeración de nuevos tifosis italianos se dejaron ver por todas las pistas del circuito pendientes de la evolución, derrochadora de emociones, de Michael. Tras su periplo por la máxima categoría del automovilismo, incursionó en las motos y en la nieve donde se alzó como un esquiador promisorio gracias a la naturaleza de sus atributos atléticos. Irreverente en sus formas, supo defender su sitio en la pista con rebases de ensueño y afuera con alguna reclamación airada a un colega, como aquella memorable a David Coulthard.
Durante el Gran Premio de Bélgica en 1998, Roberto Fantini vio como Schumacher lo marcaría para el resto de su vida. El piloto alemán logró una remontada espectacular a pesar de que el inglés Coulthard le había reventado la suspensión delantera tras un cierre aparatoso e irresponsable. Ese italiano trasnochado, iniciaría un cuaderno con múltiples recortes informativos y anotaciones sentimentales sobre lo que le provocaba ver correr a Schumi. La libreta llegaría a manos de Sabine Kehm, quien le aseguró que “Michael lo va a tener muy cerca”. Fantini se retiró del recinto para pegar la vuelta a casa, donde tenía que trabajar. En medio del caos mediático, los mensajes a través de las redes sociales se amontonan al igual que la gente que hoy ha decidido estar junto a su ídolo en su cumpleaños 45, afuera del hospital. “Sabemos que Michael es un luchador y que no se rendirá. Gracias”, dice en un comunicado que la familia ha escrito en la web oficial de Schumacher. El mundo guarda respetuoso silencio, a la espera de que despierte el ícono.