La pérdida de categoría de las clases medias, la migración y la ecología son los tres grandes combates que deben enfrentar las democracias liberales, según Gilles Lipovetsky, que defiende un mayor peso del Estado para frenar los poderes de las empresas.
Lipovetsky habla sobre la crisis de los valores democráticos tras participar esta semana en el Instituto Cervantes de París en un debate sobre ciudadanía del Foro de la Cultura.
Por María D. Valderrama
París, 2 de diciembre (EFE).- La pérdida de categoría de las clases medias, la migración y la ecología son los tres grandes combates que deben enfrentar las democracias liberales para sobrevivir, según el filósofo francés Gilles Lipovetsky, que defiende un mayor peso del Estado para frenar los vastos poderes de las empresas.
“Hay que dar libertad a la iniciativa y la empresa, pero si dejamos el mercado libre el equilibrio ecológico no se conseguirá”, defiende en una entrevista con EFE Lipovetstky (1944), uno de los intelectuales más reputados de Francia en la actualidad.
Profesor de filosofía en la Universidad de Grenoble y autor de una veintena de libros, como El imperio de lo efímero o La felicidad paradójica, Lipovetsky habla sobre la crisis de los valores democráticos tras participar esta semana en el Instituto Cervantes de París en un debate sobre ciudadanía del Foro de la Cultura.
Tras la publicación de su primer ensayo, “La era del vacío”, en 1983, se ha dedicado a estudiar los lados más frívolos de la sociedad: el individualismo, el consumo y la moda, algunos de los elementos que le han permitido entender el capitalismo y el mundo actual.
“Desde los años 80 la balanza ha estado del lado de las empresas, pero puede que haya que darle la vuelta a la situación. Haciendo una gran proyección, si las catástrofes ecológicas se suceden en los próximos cien años la necesidad de un Estado más autoritario se impondrá”, defiende, tachando el ultraliberalismo de “amenaza” para la democracia.
ENFRENTAR LOS POPULISMOS
Lipovetsky estima que los políticos están lejos de encontrar una solución a la desconfianza ciudadana y al auge de los populismos, y lo achaca principalmente a la negación de enfrentar ciertas cuestiones en una sociedad marcada por un creciente sentimiento de injusticia.
“La democracia debe abandonar ciertas ideas inocentes. Hay que afrontar el desafío de la inmigración, la pérdida de categoría de las clases medias y la cuestión ecológica”, opina.
Para el autor de “Los tiempos hipermodernos”, libro donde consideró que el hedonismo social dominante había dado paso a la inseguridad y una preocupación por el trabajo, la economía o la salud, las democracias aún son sólidas pero no hay que confiarse: la división entre democracias liberales e iliberales ya se ha producido.
“En el mundo de hoy ganan los iliberales, pero no podemos decir que sean Estados de derecho. En Francia, Marine Le Pen no pone en duda el sufragio universal. Si definimos únicamente la democracia por las elecciones no hay alternativa creíble, pero no es únicamente eso”, dice.
Propone crear más herramientas democráticas como referéndums para abordar por ejemplo la inmigración, aunque admite que estas encuestas pueden tener riesgos.
Si hoy mantiene su particular optimismo pese a vivir en un país marcado por una profunda desmoralización en cuanto al futuro es porque considera que, si es pesimistas, no habría un motivo para luchar.
“En Europa occidental, cuando los populistas llegan al poder se van por vías constitucionales y creo que si no lo hicieran los ciudadanos reaccionarían”, sostiene.
LA ERA DE LA INSEGURIDAD
Lejos de “La era del vacío”, origen de las teorías que sus contrincantes critican por superficiales, el filósofo para quien “no todo en la sociedad debe ser funcional” -hay derecho al ocio y a la belleza- subraya que vivimos en “la era de la inseguridad”.
“No creo que estemos perdiendo valores democráticos, hay un gran sentido de justicia y de derechos humanos, pero surgen otros problemas, sobre todo el sentimiento de inseguridad que está en todas partes, especialmente a perder nuestro lugar en la sociedad”, comenta.
De la ferviente militancia de los años 60 y 70, la sociedad ha pasado a refugiarse en el yoga, lo zen y la meditación en busca de un respiro, mientras aumenta el sentimiento de traición hacia las soluciones políticas, “por eso mucha gente ya no vota”.
“Muchos ciudadanos han perdido la fe en la democracia. Durante dos siglos y medio las democracias liberales han estado marcadas por fuertes ideologías que han funcionado prácticamente como religiones seculares porque pretendían aportar la verdad de la historia, pero estas grandes ideologías se han desmoronado”, asegura.