ENTREVISTA | Somos una sociedad fallida: Emiliano Monge

02/12/2015 - 12:05 am
Emiliano Monge, presentó Las tierras arrasadas en la FIL 2015. Foto: Especial
Emiliano Monge, presentó Las tierras arrasadas en la FIL 2015. Foto: Especial

El joven autor de Tierras arrasadas dedica a los migrantes su nueva novela. La rebelión del escritor que deslumbrara con la premiada El cielo árido se expresa a través de un lenguaje abigarrado y nada concesivo con que construye el perfil de un México sumido en la violencia y en la posibilidad de ponerse en el lugar del otro.

Guadalajara, Jalisco, 2 de diciembre (SinEmbargo).- Sin jactancia pero a menudo con la fuerza de una verdad inamovible se dice que a México se lo cuenta mejor desde afuera. Desde D.H Lawrence a Malcolm Lowry, desde Alan Riding a Roberto Bolaño, nuestro país ha sido tema central para importantes autores extranjeros, una circunstancia que no impide sino más bien acentúa la deuda de larga data que la literatura nacional mantiene con su tierra de origen.

Los escritores del siglo XX, compelidos por un instinto de universalidad, hicieron del cosmopolitismo la esencia de su arte y falta todavía contar la historia desde adentro, desde la raíz.

No es exclusivo ni excluyente, no es totalizador: probablemente haya en Juan Rulfo o en el más cercano en el tiempo Daniel Sada más de un elemento para construir el ideario y la razón de México a partir del discurso literario.

En la contemporaneidad, las nuevas generaciones parecen haber tomado esa antorcha para hacerla resplandecer en páginas que quieren abandonar la condición de orfandad y dejar de diluirse en atmósferas que no llegan a contener cabalmente la carga de un discurso acorde con una sociedad convulsionada y ardiente, prendida fuego y prendida en desesperación.

Uno de esos narradores es sin duda Emiliano Monge, quien con su aclamada El cielo árido se metió sin miedo en las tradiciones rulfiana y sadiana, para narrar, desde ese campo con o sin zombies, el estigma de la violencia que amenaza a diario barrer con grandes porciones de México y, si se puede, con México entero.

Ahora, con Las tierras arrasadas, Monge no sólo regresa a México desde una novela abismal sobre la migración de las personas y el vaivén entre el mal y el bien con que se expresa la aniquilación del otro en un país inabarcable donde todos son siempre el otro, sino que también ha regresado físicamente a vivir en un suelo del que ha querido sin éxito alejarse.

“En lo profundo de la selva y de la noche se encienden varios reflectores y un grupo de inmigrantes es sorprendido y atacado por otro grupo de hombres y mujeres. Así empieza esta road novel que atraviesa una nación donde los seres humanos son reducidos a mercancía, donde la violencia es el escenario en el que suceden todas las historias”, es la sinopsis ofrecida por Penguin Random House, la casa editora.

Lo que no puede decir una síntesis es la intrincada elaboración de un discurso donde el lenguaje es un desafío permanente. Tienes que volver una y otra vez a los párrafos, como aquel que se restregara los ojos para determinar si lo que ve es cierto.

Lo que se ve, lo que se narra, es tan crudamente verdadero que hace falta leerlo varias veces para poder comprenderlo.

Suele decir Juan Villoro que México es un país apocalíptico: el Apocalipsis pasó y no nos dimos cuenta, ahora vivimos en los restos, en lo que quedó después del desastre.

Las tierras arrasadas, nueva novela del autor nacido en ciudad de México en 1978. Foto: Especial
Las tierras arrasadas, nueva novela del autor nacido en ciudad de México en 1978. Foto: Especial

¿Pasó también el Holocausto en México y tampoco no nos dimos cuenta?

De eso va Las tierras arrasadas, de poder darnos cuenta y de contar el México real desde la calidad de irreal que tiene un país cuya tragedia mayor consiste en que a menudo sólo puede ser entendido por todos aquellos que no son mexicanos.

Emiliano Monge nació en la ciudad de México en 1978; es politólogo y escritor. Ha publicado el libro de relatos Arrastrar esa sombra (2008, Sexto Piso, finalista del Premio Antonin Artaud); las novelas Morirse de memoria (2010, Sexto Piso) y El cielo árido (2012, Literatura Random House), ganadora del V premio Otras Voces, Otros Ámbitos y del XXVIII Premio Jaén de Novela.

Es autor además del libro infantil Los insectos invisibles (2013). Ha colaborado con diversos medios impresos, entre los que destacan El País, Letras Libres, Reforma y Gatopardo, y ha trabajado como editor de libros y revistas.

Algunos de sus relatos aparecen en las antologías Lo desorden (Alfaguara, 2013) y Mexico20, New Voices, Old Traditions (2015). En 2011 fue reconocido por la Feria Internacional del Libro de Guadalajara como uno de los 25 escritores más importantes de América Latina; y en 2015 por el Conaculta, Hay Festival y el Consejo Británico como uno de los escritores menores de 40 años más importantes de su país. Su obra ha sido traducida a varios idiomas.

Actualmente es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte.

–Entre El cielo árido y Las tierras arrasadas hay un México desesperado, sangriento, buscando una identidad que no encuentra.

–Todo el tiempo me preguntan si mi nueva novela es sobre la violencia y siempre contesto que es una novela de México, un país donde la violencia lo escenifica todo. Y es cierto que entre El cielo árido, que trataba el tema de los ciclos de la violencia en el siglo  XX y éste, que habla más del presente, la búsqueda es la misma: qué le sucede a los mexicanos que viven y crecen en esos escenarios de la violencia. Me siento muy enraizado a este país, no pude irme de México, lo intenté y volví corriendo. Estamos como continente muy vinculados a la violencia y la literatura nació en nuestro país cuando vinieron a conquistarnos con las pistolas y a evangelizarnos a punta de madrazos. Las crónicas del Nuevo Mundo son crónicas de la violencia. Si hacemos una lista de 20 grandes libros de los últimos 200 años de América Latina, será difícil encontrar alguno que no esté relacionado de cierto modo con la violencia.

–Europa había abandonado el tema de la violencia y ahora lamentablemente lo va a tener que retomar

–Sí, porque la violencia es consecuencia de la desigualdad y de la pobreza. En ese sentido, Europa va a tener que retomar el tema de la violencia, porque lo que antes retomó es la desigualdad. Se terminó su estado de bienestar y lo que hay es una desigualdad enorme y una pobreza tremenda.

–Decía ayer Jonathan Franzen que la literatura reconstituye cierto orden después de la violencia; el tema es que en México no hay un después de la violencia, sino que la violencia es un continuum

–Lo que creo efectivamente es que la literatura no cambia el mundo, pero sí tiene la capacidad y la responsabilidad de mostrar las cosas del mundo que pueden ser cambiadas. El gran problema de la violencia es que se niega, lo que pasa por ejemplo con el tema de los migrantes centroamericanos, que hacemos como que nos existen. La literatura, la ficción y la estética son la única manera de poder vivir la vida del otro y a partir de ello cambiar algo. Por otro lado, la realidad que vive Jonathan Franzen comparada con la que vive cualquier habitante de Latinoamérica es muy diferente. Los americanos, por muy inteligentes que sean, por más buenos escritores que sean, tienen muchas dificultades para entender muchas cosas. Cuando ellos hablan del mundo se circunscriben a eso que ocupa el territorio entre Canadá y México. La violencia para ellos, como mucho, es la que ven por la televisión y transcurre en Irak. Ves lo que está lejos, pero eres incapaz de ver lo que tienes al lado, como bien dice el libro El traslado, de Enrique Díaz, que es una maravilla.

–La violencia es en tiempo presente en México, es con lo que tenemos que convivir a diario…

–Lo que creo es que la violencia no es una acción ni una persona, no es una relación, sino el lugar. La violencia es México, ese lugar donde puede acontecer cualquier cosa. Está el caso de Daniel Sada, quien no escribía estrictamente de la violencia, pero sus novelas, extraordinarias y perfectas, suceden en el marco de la violencia. Esa violencia determina las relaciones que se establecen entre las personas y no tenemos la posibilidad de escapar. Incluso las relaciones de amor en México están determinadas por la violencia y por el miedo a mostrarnos vulnerables.

Eso no sucede en otros países. Si te muestras vulnerable en medio de un entorno de violencia, te cargó la chingada. Siempre me acuerdo mucho de una frase de Juan José Saer que decía que el compromiso político del escritor no se basa en la elección del tema sino en la elección del lenguaje. La verdadera rebelión política del escritor es usar un lenguaje que no sea el lenguaje del poder.

–Un lenguaje que puede ser hasta insoportablemente tedioso

–Por supuesto, ese lenguaje que se opone al que está en boga y se lee fácil. A mí cuando me dicen que leyeron mi novela de un tirón, siento que he fracasado. Es como si me dijeran que hice una serie de HBO en lugar de una novela.

–Te siento comprometido a hablar de México como mexicano

–Sí, totalmente. Son muchos los escritores de las nuevas generaciones, incluso de las anteriores, que están en ese compromiso. En el siglo XX, los escritores quisieron encontrar la universalidad a través del ejercicio del cosmopolitismo. Primero que todo, no hay que encontrar la universalidad. Y luego, si hay una universalidad posible, esa se expresa a partir de escribir de tu lugar, pensar en lo que tienes, en lo que eres, en lo que puedes tocar. Yo podría escribir de otros temas, pero me sentiría impuesto al hacerlo. Generalmente me pongo muy nervioso en las entrevistas, me cuesta hablar y me ha costado mucho hablar de Las tierras arrasadas, porque al hacerlo, en lugar de la estructura, de la narrativa, tengo que hablar de los migrantes. Me parece incomprensible y hasta agresivo hablar de otra cosa que no sean los migrantes. Ahora, en este instante, mientras estamos hablando, alguien está muriendo en la frontera. Ese es el sentimiento que me impide escribir de otra cosa y que me impide escribir en otro lugar que no sea México.

–México va a crecer en la medida en que los mexicanos puedan construir una idea propia de su país, más allá de la que se construya afuera

–Estoy completamente de acuerdo con eso. Una de las cosas que digo siempre acerca de si somos un estado fallido o no es que en realidad somos una sociedad fallida. Lo primero que hay fallido en este país es la sociedad y eso es lo primero que tenemos que reconstruir. Nos ha jodido la tolerancia liberal y debemos ir más allá de eso. Debemos ponernos en el lugar del otro. Reconocer al otro no te lleva a ningún lado, debes ponerte en su lugar. Tratar de vivir la vida del otro, tratar de ser el otro. El único camino para ello es la pintura, es la literatura, es la experiencia artística, es el humor, es la comida…

–Y aunque suena a cliché cursi, volver a enamorarnos de nosotros mismos, no está nada mal ser mexicano, México no está nada mal como país

–Es un país que se cae a pedazos, pero cada uno de esos pedazos que se caen es una puta maravilla, por eso hay que volver a juntarlos y reconstruir de una vez por todas este país.

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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