Con la renuncia de Agustín Carstens al Banxico, las prioridades han cambiado para el actual Gobierno federal: ahora el Presidente Enrique Peña Nieto debe valorar si José Antonio Meade “da al PRI la mejor oportunidad de ganar las elecciones presidenciales” de 2018, dada su buena imagen de tecnócrata sólido, moderno e independiente.
Meade no es el único a quien los analistas mencionan como posible candidato del PRI, y de hecho el Secretario de Hacienda no ha expresado interés en ocupar la silla presidencial más allá de confesar que le “entusiasma” ser considerado.
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Por Manuel Soberanes Cobo
México, 2 nov (EFE).- El Presidente Enrique Peña Nieto enfrenta este mes una decisión clave en la estrategia de su partido, el Revolucionario Institucional (PRI), para mantenerse en el poder tras las elecciones de 2018.
Antes del 30 de noviembre tiene que elegir al nuevo Gobernador del Banco de México (Banxico) y, en función del nombre elegido, se despejará la incógnita sobre quién puede ser el candidato por el PRI en las elecciones presidenciales de julio de 2018.
Para ambos puestos surge el nombre de José Antonio Meade, Secretario de Hacienda, como el candidato más idóneo por el respeto y experiencia que acumula en numerosos puestos de responsabilidad.
“Meade es ante todo un hombre de consenso y para muchos mexicanos sería el candidato ideal”, dijo a Efe un reconocido empresario que ve al Secretario como el único político capaz de afrontar con garantías los graves problemas del país.
El actual titular de Banxico, Agustín Carstens, anunció en diciembre del año pasado que dejaría el cargo el 1 julio de 2017 para convertirse en gerente del Banco de Pagos Internacionales en octubre de este año, en sustitución del español Jaime Caruana.
Sin embargo, en febrero pasado se anunció que Carstens pospondría su salida de Banxico. Fuentes de la institución indicaron entonces a Efe que el Gobernador no dejaría el puesto sino hasta el 30 de noviembre, a solicitud de Peña Nieto.
En un informe divulgado a principios de octubre, el banco suizo UBS señaló que Meade era considerado inicialmente uno de los favoritos para suceder a Carstens.
Pero las prioridades han cambiado ahora porque Peña Nieto debe valorar si “Meade da al PRI la mejor oportunidad de ganar las elecciones presidenciales” de 2018, dada su buena imagen de tecnócrata sólido, moderno e independiente.
Pero no todos en el PRI lo consideran así porque Meade no está afiliado al partido y para algunos militantes es alguien demasiado independiente de la maquinaria de la formación que gobernó ininterrumpidamente en México desde 1929 hasta la llegada al poder de Vicente Fox (2000-2006), del conservador Partido Acción Nacional (PAN).
Para allanar el camino a la eventual candidatura de Meade, el PRI cambió en agosto pasado sus estatutos para permitir postulaciones de quienes no son militantes.
La potencial nominación presidencial de Meade -quien ha ocupado diversos cargos ministeriales no solo con Peña Nieto sino también con el presidente Felipe Calderón (2006-2012), del PAN- sería una apuesta sin precedentes del PRI, desgastado por la persistente violencia, los escándalos de corrupción y la profunda desigualdad económica en el país.
Técnicamente la decisión no le corresponde al Presidente, sino a una “convención de delegados”, de acuerdo con un procedimiento decidido el pasado 20 de octubre por el PRI, que descarta la consulta directa a los militantes.
Se prevé que dicha reunión, a la que se espera asistan unos 10 mil representantes de distintas regiones del país y diferentes sectores del partido, se efectúe a principios de 2018.
Al comentar el método elegido para nombrar al candidato a la Presidencia, el líder nacional del PRI, Enrique Ochoa, ha negado que la convención sea una pantalla para el “dedazo”, como se conoce a la añeja práctica de los presidentes emanados de ese partido para designar unilateralmente a sus sucesores.
“La convención de delegados es uno de los métodos más democráticos del PRI; no es dedazo”, aseguró.
No obstante, parece difícil que los delegados puedan oponerse a la decisión del presidente, que tradicionalmente desempeña un papel decisivo en el partido, de apoyar a uno u otro aspirante.
Meade no es el único a quien los analistas mencionan como posible candidato del PRI, y de hecho el Secretario de Hacienda no ha expresado interés en ocupar la silla presidencial más allá de confesar que le “entusiasma” ser considerado.
Otros nombres que suenan son los de los secretarios de Gobernación (Interior), Miguel Ángel Osorio; Salud, José Narro; Turismo, Enrique de la Madrid; Relaciones Exteriores, Luis Videgaray (también posible sucesor de Carstens), y Educación, Aurelio Nuño, así como el de la diputada federal Ivonne Ortega.
Todos ellos aguardan el banderazo de salida para comenzar el 15 de diciembre sus precampañas rumbo a la convención de delegados, un día después del vencimiento del plazo establecido por el Instituto Nacional Electoral (INE) para que los partidos registren sus convenios de coalición.
El PRI repetirá su dupla con el Partido Verde Ecologista de México, que llevó a Peña Nieto al poder en 2012, con la probable adhesión de dos partidos menores: Nueva Alianza y Encuentro Social.