Ciudad de México, 2 noviembre (SinEmbargo).- Si quienes tuvieron oportunidad de leer la magnífica entrevista que el legendario productor estadounidense Quincy Jones otorgara al periódico español El País en 2009, año de la muerte de Michael Jackson, se sorprendieron por la distancia que marcó del Rey del Pop, no menos consternados se sentirán frente al juicio que Jones inició esta semana contra los herederos de Jackson.
En aquella notable pieza periodística llevada a cabo por Iker Seisdedos, Quincy, de 80 años, afirmó sin que le tiemble la mandíbula que Michael “no tenía tanto talento” y que bajo ningún punto de vista participaría de algún homenaje a la figura del hombre con que produjo Thriller, considerado uno de los mejores discos en la historia de la música contemporánea.
Es verdad que el ganador de 27 Grammy, uno de los grandes del jazz, ex marido de Nastassia Kinski, para más datos, no es ni nunca será deudor de la figura de Jackson, pero con él produjo la revolución más importante del pop con el mencionado Thriller, al que siguieron Bad y Off the wall.
Y de hecho, su primera declaración pública al conocerse la prematura muerte de Michael, quien falleció de una sobredosis a los 50 años, en 2009, fue la propia de un hombre cercano y agradecido: “Una parte de mí se va con él”, dijo.
La noticia de la muerte de “Jacko” lo sorprendió en China. “Me hinqué de rodillas al enterarme. Fue duro”, confesó en la entrevista mencionada.
Jones, quien está convencido de que en “Baby be mine” late la complejidad de “Giant steps”, de John Coltrane, es el genio detrás de Thriller y es sin duda uno de los hombres más poderosos en la industria discográfica que hoy ve con pesimismo a causa de la piratería.
También es un hombre de una fortuna incalculable, que ha sabido expandir sus intereses empresariales y artísticos a territorios como el cine y que desarrolla en su tercera edad una importante labor humanitaria.
Su fantástica historia musical, que inició en Seattle cuando descubrió el piano en su niñez, incluye trabajos con genios de la talla de Miles Davis, Thelonious Monk y Charlie Parker.
Es un arreglador supremo y un compositor cinematográfico que dejó huellas en películas como The Pawnbroker ,In Cold Blood y The Color Purple.
Tiene una media docena de doctorados honoris causa y ha sido postulado siete veces al Oscar. Ganó el Premio Polar Music de la Academia Sueca, el Rodolfo Valentino en Italia y Francia le otorgó la Legión de Honor.
LA DEMANDA
A la larga cadena de juicios que se sucedió después de la muerte de Michael Jackson, el 28 de junio de 2009, se suma ahora la demanda que entabló Quincy Jones esta semana contra los herederos del Rey del Pop.
Según el legendario productor, los herederos del músico le deben regalías y por otro lado han roto unilateralmente, en complicidad con Sony Music, un acuerdo firmado que le otorgaba el derecho de remezclar algunas de las canciones que grabó junto a Michael.
La demanda presentada por Jones reclama 110 millones de dólares a los herederos del rey del pop en compensación por los “daños sufridos”.
El texto de la demanda añade, según medios estadounidenses, que los encargados de este patrimonio “modificaron” parte de la música que Jones produjo para Jackson, privándolo así del pago de derechos de autor y otras ganancias.
Pide además que los encargados del patrimonio del artista fallecido entreguen un informe completo de las ganancias, para determinar el monto real de lo adeudado.
La polémica está servida. En general, los más activos participantes en las redes sociales no dan crédito a las pretensiones de Jones. ¿Un hombre que tiene tanto dinero, 80 años de vida muy bien vivida, que ha sobrevivido a dos derrames cerebrales, necesita realmente este enfrentamiento aunque sea póstumo con el artista junto al que ha regalado tanta alegría musical al mundo?
¿Lo hace por consejo de sus abogados y los líderes de sus múltiples empresas? ¿Por avaricia, por dignidad? Si es cierto que como dice Quincy los herederos –tal vez mal aconsejados- modificaron las partes de Jones para no tener que pagarles las regalías correspondientes, la demanda procede y la resolución a favor del productor constituiría un acto de justicia.
Por otro lado, un conocedor de la industria como Jones, quien fuera vicepresidente de Mercury Records, no se lanzaría a un juicio semejante si no supiera que tiene posibilidades de ganarlo.
Como fuere, sigue la mata dando en lo que hace a la industria póstuma del Rey del Pop, cuyos millones son disputados por tirios y troyanos en una danza macabra que agrega más esperpento a su triste partida.