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Las librerías cumplen una función social. Si desaparecen, perdemos todos: Jorge Carrión en Contra Amazon

02/10/2019 - 12:00 am

El último ensayo del doctor en Humanidades Jorge Carrión llega en medio de polémicas con la empresa de Jeff Bezos, ya sea por ser acusada de priorizar unos productos sobre otros, por transcribir audios privados, por las fórmulas ilegales con las que contratan a sus trabajadores en el extranjero, o por recibir denuncias de fraude en algunos países.

"Ahora que se ha impuesto la palabra usuario, yo quiero que se recuerde que detrás del número de clientes o usuarios, lo que hay son personas que participan de una experiencia común", comentó el autor en entrevista, acerca de la reivindicación de las librerías, en lugar de las compras online.

Por Francesc Miró

Ciudad de México, 1 de octubre (ElDiario).- Cuando en 2008 el New Yorker publicó la polémica portada en la que planteaba la desaparición de los negocios tradicionales a manos del servicio de mensajería de multinacionales como Amazon, el debate en torno a la supervivencia de las librerías aún no había alcanzado su momento álgido. Eso explica por qué aquella ilustración no se tornaría viral hasta diez años después.

Tampoco en 2013, cuando el ensayo Librerías del escritor y doctor en Humanidades Jorge Carrión quedó finalista del Premio Anagrama de Ensayo. Sorpresivamente se convirtió en un fenómeno editorial para un texto de esas características. "Creo que llegó un poco antes de que las librerías estuviesen en la conciencia colectiva como algo en peligro", afirma su autor.

Hoy, su último ensayo surge de un debate candente. Contra Amazon (Galaxia Gutenberg) llega cuando la empresa de Jeff Bezos ocupa titulares casi a diario, ya fuere por ser acusada de priorizar unos productos sobre otros, por reconocer que transcriben audios privados, por las fórmulas ilegales con las que contratan a sus trabajadores en el extranjero, o por recibir denuncias de fraude en algunos países.

Sin embargo, el escritor, lejos de atender a los claroscuros laborales y tecnológicos de la multinacional, centra su estudio en cómo la llegada digna de un elefante en una cacharrería de Amazon y otras empresas de distribución han afectado a lo que entendemos por mercado editorial, literario y cultural.

—En el manifiesto publicado en Jot Down que ha servido como punto de partida de este libro, usted hablaba de cómo Amazon ha ido eliminando progresivamente el factor humano en su negocio sustituyéndolo por algoritmos. En ese sentido, ¿cómo de importante es que el ecosistema editorial no imite prácticas así?

En el día a día, gran parte de la prescripción cultural actual la siguen haciendo figuras como los profesores o los periodistas culturales. Y en el mundo del libro los protagonistas de la prescripción son los bibliotecarios y los libreros, que no han sido reemplazados. ¿Por qué? Porque la prescripción algorítmica es muy falible, muy imperfecta. Le falta psicología: el Big Data puede comparar perfiles de comprador y adivinar deseos, pero seguramente le falte la intuición que a menudo tiene un librero.

Los libreros de confianza a menudo te han visto crecer como lector. Se parecen a los buenos barmans: saben, según tu estado de ánimo o vital, lo que puedes estar buscando.

De hecho, en Amazon tienen una relación ambigua con la recomendación porque también han probado con el factor humano. Pero creo que ahora mismo lo están apostando todo a la inmediatez conscientes de que en Facebook y en YouTube el algoritmo de recomendaciones engancha de una forma que el suyo con los libros no es capaz de lograr.

—En ese sentido, el algoritmo de recomendaciones de plataformas como Netflix ya forma parte de nuestro consumo cultural habitual. Incluso a veces imita al humano: hay máquinas que escriben críticas de cine perfectamente legibles. ¿Por qué cree que el algoritmo ha funcionado mejor en el audiovisual que en la literatura?

Bueno, pero es que ya se han publicado libros escritos por robots. Estamos siendo invadidos lenta e implacablemente por las simulaciones y las presencias artificiales. Y eso forma parte de la evolución humana, porque caminamos hacia un mundo que cada vez estará más controlado por algoritmos.

Y ya que sacas a colación el tema de cine, con Contra Amazon lo que intento provocar es una reflexión mínima en cualquier consumidor cultural. Quiero que piense por qué compra en Amazon y no en la librería de su barrio. Que se plantee si quiere que haya librerías en el futuro. Pero también podría llegar a preguntarse por qué paga la cuota de Netflix, HBO y Amazon... y no la de Filmin, que paga impuestos en España.

Yo creo que las librerías, como los cines, como los teatros o como los museos cumplen una función social de comunidad muy importante. Y que si no somos conscientes de que pueden desaparecer, perdemos todos. Así que esto se puede expandir a todos los ámbitos del consumo cultural.

—En Contra Amazon también señala cierta preocupación por que una multinacional privada tenga los datos íntimos de sus clientes. ¿Cómo de peligroso es que Amazon sepa todo lo que leemos y subrayamos?

Yo diría que mucho. No solo por cómo pueden monitorizar en tiempo real la lectura global, sino por hasta dónde puede llegar eso. Hay un caso extremo de esto en China, que es WeChat. No solo hablan, pagan con WeChat, fichan en el trabajo con WeChat y una única empresa puede ver en tiempo real el movimiento de todos sus usuarios. Eso sería Amazon si lo lleváramos al extremo.

Me refiero a que una empresa privada puede monitorizar todos los datos de la vida de un ciudadano. Está pasando en China y puede pasar también aquí si lo permitimos, porque Amazon no solo tiene muchos datos sobre nuestro consumo e incluso sobre lo que comemos. También tiene tu tarjeta de crédito, tu domicilio...

Osea que me parece que le hemos dado demasiado poder a una única multinacional, e insisto con un argumento demasiado práctico. Porque por mucho que Amazon tenga a sus trabajadores contratados, la empresa no paga impuestos en España. Así que no veo en qué nos beneficia como sociedad. ¿El beneficio es el acceso a una cantidad infinita de productos que recibes en un tiempo récord? La rapidez no me parece tan gran virtud para que compense.

—En el libro también entrevista a Alberto Manguel, director de Biblioteca Nacional de Argentina, con quien reflexiona sobre la necesidad de visibilizar determinados relatos en los espacios públicos, como por ejemplo la literatura LGTB. ¿Cómo de importante es esta tarea en una biblioteca pública?

Es fundamental porque se ha demostrado que los algoritmos, justamente, tienden a la reproducción de patrones que hay que dejar atrás, como el machismo y el heterocentrismo.

En ese sentido, las bibliotecas tienen que utilizar toda la tecnología a su alcance para descubrir libros y objetos culturales. Para catalogarlos, visibilizarlos y recomendarlos. Pero desde una convicción democrática y de igualdad real que sea intrínseco del proyecto de biblioteca pública.

El otro día estuve en la Biblioteca Eugenio Trías, en el Retiro. No había ido nunca y la verdad es que creo que ese modelo que hay que seguir. Una biblioteca moderna, que sin embargo tiene conciencia de tradición y memoria. Que tiene en la entrada las imágenes de cómo era la casa de fieras antiguamente. Y que cuenta hasta con una bebeteca. Creo que esa sensibilidad y ese respeto por la persona en las bibliotecas es esencial. Ahora que se ha impuesto la palabra usuario, yo quiero que se recuerde que detrás del número de clientes o usuarios, lo que hay son personas que participan de una experiencia común.

—El mismo Manguel afirma: "Antes de la dictadura militar, nosotros también pensábamos que todo ese movimiento de derecha estaba contenido por la estructura democrática del país. Y no fue así". ¿Qué cree que puede significar la entrada de la ultraderecha en nuestras instituciones culturales?

Sin duda afectará y mucho. Para empezar, el programa del partido de ultraderecha español no respeta los principios del feminismo. De modo que, por supuesto, una política de extrema derecha podría afectar a nuestras bibliotecas en forma y fondo.

Contra Amazon diría que es un título muy dirigido al mundo de los libros pero si expandimos el significado del título, podríamos estar llamando la atención sobre las sombras de la revolución digital. Hay muchas luces, claro, y yo las celebro. Pero se ha demostrado que el auge de la ultraderecha en todo el mundo tiene un enlace directo con Facebook y con Youtube.

Se ha analizado el caso de Brasil, en el que ambas ayudaron a Bolsonaro. El genocidio rohingya no habría sido posible sin Facebook y su política irresponsable de implantación de tecnologías de la comunicación en Asia. De modo que después de unos años de euforia y celebración, ahora llega el momento de plantearse el servicio que Internet hace a la humanidad.

—En el artículo En defensa de las librerías, incluido en el libro, dice usted que Amazon se aprovecha del prestigio del libro para convertirse en un supermercado en el que puedes comprar un libro o un patinete. ¿Cree que las librerías siguen sosteniendo ese prestigio en un contexto digital actual?

Yo diría que las librerías y las bibliotecas deberían recuperar la iniciativa y construir una narrativa positiva en la cual quede claro que ellas son las principales plataformas de compra y lectura de libros. Amazon ha colonizado la conciencia colectiva, se ha convertido en un sinónimo de libro. Y eso claramente es una usurpación.

En España además es un poco ridículo el asunto porque el libro tiene precio fijo. Osea, ¿qué ganas comprando en Amazon? ¿La rapidez de que te llegue a casa? Creo que las librerías también tienen que recordar que puedes encargarle libros a tu librero e ir a buscarlo a los pocos días. También que muchas librerías envían a hogares, como Casa del Libro, que tiene un sistema de envíos fabuloso si vives en zonas rurales o por motivos médicos no puedes salir de casa. O iniciativas como TodosTusLibros, que te dice qué librería tienen el libro que quieres.

Es cuestión de que hemos permitido de un modo irresponsable que una multinacional penetre en la psicología del lector español de un modo absurdo. La idea de que todo está en Amazon es mentira. No hay más que ir a una buena librería con un fondo decente para ver que hay multitud de libros que están descatalogados y nunca encontrarás en la web de Bezos.

—Contra Amazon se puede comprar en Amazon por diez euros. ¿No le parece una contradicción?

Me parece normal que se venda en todos los espacios en los que es posible venderse. Ni se me ocurrió decirle a Galaxia Gutemberg que no siguiera los protocolos habituales en la comercialización de sus libros. De todas formas me parece importante que justamente quien compra en Amazon tenga una herramienta para reflexionar sobre por qué lo hace. Cuando escribo un libro lo que quiero es que lo lea el mayor número de personas posible.

Pero es que además yo no estoy en contra de Amazon. Esto es un gesto: a mí me parece genial que Amazon haga series o venda lámparas. Pero creo que cada cual debe elegir dónde compra en términos de sostenibilidad de un sistema económico y de industria nacional o local. Yo no voy a evangelizar, ni a predicar, ni acusar a nadie.

Lo que particularmente me molesta es cómo Amazon comercia con libros y el modo irresponsable en que lo hace, por ejemplo, eliminando la figura del editor. Esta idea de que puedes autopublicarte es muy naif... Se ha impuesto esta idea de matar al intermediario y yo diría que hay intermediarios muy importantes en la cadena de publicación de un libro.

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