La autora de "La noche de Tlatelolco", Premio Cervantes 2013, presenta "Dos veces única", la biografía novelada de Lupe Marín, primera mujer de Diego Rivera.
Ciudad de México, 2 de octubre (SinEmbargo).– Elena Poniatowska (París, Francia, 1932) sabe que su libro legendario La noche de Tlatelolco es materia de consulta obligada en un día como hoy, cuando se conmemora otro año de la matanza de estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas, allá por 1968.
Sabe también que a esa noche trágica debemos sumar otra jornada ignominiosa, otra noche que ha cimbrado el país llevándolo al borde del abismo: la del 26 de septiembre de 2014, cuando desaparecieron 43 estudiantes de la Normal Isidro Burgos de Ayotzinapa, en Iguala, Guerrero.
Vestida íntegramente de rojo, se crispa cuando en entrevista con SinEmbargo le preguntamos por qué los estudiantes suelen ser amenazantes para el poder de turno en muchas partes del mundo.
La también autora de Leonora y La piel del cielo, Premio Cervantes 2013, convencida como está de que “México es inferior a su pasado”, sabe de estudiantes y de injusticias, esas mismas que se ha dedicado a denunciar en una obra prolífica de la que destaca principalmente su papel de periodista, alguien que investiga y escucha y que saca de las experiencias y narraciones ajenas la materia esencial para sus libros.
En una oportunidad, la escritora chicana Sandra Cisneros, consideró a Elena Poniatowska “un símbolo imprescindible de la cultura mexicana tan importante como la Virgen de Guadalupe”, que “tendría que remplazar al Ángel de la Independencia en la avenida Reforma”.
“Elena tiene una generosidad y energía sin límites”, dijo Cisneros, para describir a una mujer que a sus 83 años no cesa en la lucha por destacar la deshonestidad de los Gobiernos mexicanos recientes, “que no han sabido dar respuestas a las necesidades de la gente” y que “pretenden apagar el fuego con fuego”.
En estos días, Poniatowska presenta su novela reciente, Dos veces única (Planeta), un trabajo impecable con el que seguramente ganará nuevos lectores.
Se trata de la biografía novelada de Lupe Marín, la primera esposa de Diego Rivera (1886-1957) y madre de sus dos hijas, Guadalupe y Ruth, una mujer central en la vida del muralista, quien si bien profesó un amor genuino por la pintora Frida Kahlo (1907-1954), dependió en forma endogámica de Lupe, un personaje al que la historia no le ha hecho justicia real.
Diva y musa por derecho propio, esposa legendaria, cocinera magnífica, madre tormentosa y viuda trágica, María Guadalupe Marín Preciado, Lupe Marín (1895-1983) fue testigo excepcional y parte indispensable de algunas de las vidas extraordinarias que dieron forma al arte mexicano del siglo XX.
Casada con Diego Rivera y con el poeta y crítico Jorge Cuesta (1903-1942), el más connotado de los escritores del grupo Contemporáneos, Lupe Marín vio refulgir su obra y la de otros creadores como Frida Kahlo, Rafael Coronel, Xavier Villaurrutia y Juan Soriano, además de ejercer una influencia poderosa sobre sus hijos y nietos, herederos de un legado tan brillante como imperioso.
–¿Cómo encontró ese equilibrio para retratar a una mujer que es al mismo tiempo tan entrañable como tremenda?
–A través de entrevistas a sus nietos y sobre todo a su hija, Lupe Rivera, que ataca muchísimo a su madre. Dice que su madre les pegaba, que le decía a su abuela: -Ahí te mando a esas putas, a esas putitas, por sus dos hijas. Con quien de veras Lupe Marín fue terrible fue con Antonio, el hijo que tuvo con Jorge Cuesta. Antonio hizo unos poemas buenísimos en contra de su madre; buenísimos en el sentido de que es buena poesía, pero aterradores por lo que dicen.
–La relación entre Jorge Cuesta y Lupe es rara…
–Bueno, ella nunca leyó nada de lo que escribía Jorge Cuesta. Sí se enamoró. Lupe, al regresar de Europa, de un viaje que le pagó Diego, quien siempre la ayudó y la mantuvo, buscó a Jorge Cuesta para pedirle una noche de placer y luego de la separación, ella intentó regresar a la vida con él, pero Cuesta no quiso, fue él el que dijo basta. Había sufrido mucho. Intentó ser buen padre de las dos hijas de Diego y sí logró que al menos Ruth lo quisiera. Cuando él murió, Ruth colocó una gran manta de flores sobre su féretro.
–La tragedia de Jorge Cuesta está tan bien narrada en su novela que dan ganas de saber mucho más de ese hombre que murió tan joven…
–Sí, es verdad, murió muy joven porque atentó contra sí mismo. Quería morirse a como diera lugar. Publicó poco, a pesar de que creo que fue el mayor crítico literario que ha tenido este país. Octavio Paz no lo incluyó en su antología de poesía, desafortunadamente…por lo que es un personaje prácticamente desconocido de nuestra cultura. Un hombre solitario enamorado de Mae West, como esos que iban al Fru Fru a ver a Irma Serrano.
–¿Investigó mucho para su novela?
–Sí, es la ventaja de ser periodista, que no te da nada miedo investigar, sean las horas que sean. Investigas y escribes mucho más de lo que en realidad publicas. De pronto tienes hojas y hojas y sólo usas un renglón para la novela.
–Lupe Marín lloró mucho la muerte del poeta Xavier Villaurrutia
–Es cierto, pero fue también ella la que dijo que Villaurrutia mantuvo una relación homosexual con Jorge Cuesta. Así era en esa época entre esa gente, todos se guacamoleaban con todos.
–¿Quiere usted a Lupe Marín?
–Sí, de otro modo no me hubiera matado haciendo ese libro sobre ella. Yo la quiero. ¿No se nota?
–Sí, pero…
–Sí, es un libro duro, lo sé. Un libro tremendo sobre una mujer poco común, que se vestía con ropa que ella misma se confeccionaba, ropa de seda, modelos que sacaba de la revista Vogue, nunca vestidos de la tradición indígena, que detestaba. Donde fue más feliz fue en Europa, donde se sintió totalmente reconocida y además tuvo de enamorado nada más ni nada menos que a Luis Cardoza y Aragón.
–La novela también muestra cierta grandeza de Frida, que la acepta a Lupe como un miembro más de la familia
–Bueno, lo que pasa es que Frida la necesitaba, porque la que sabía dar de comer, la que sabía recibir, era Lupe, quien por otra parte no quería nada a la Kahlo. Decía que olía a petate quemado y a mariguana. Mi intención por otra parte con esta novela era defender un poco a Lupe contra Frida, porque Frida se la tragó totalmente. Es cierto que Diego Rivera amó profundamente a Kahlo, pero después de su muerte él quiso volver a casarse con Lupe y ésta lo mandó a la fregada. Vamos a ver qué dicen sus nietos de la novela. Ellos la adoraban. Lupe amaba a Xavier Villaurrutia y odiaba a Salvador Novo, aunque en este caso creo que Novo se pasó con las ofensas a Marín.
–Los nombres tan importantes que usted menciona en la novela hablan de un México grande en lo cultural.
–Es el México fascinante que no se compara para nada con el actual. Somos muy inferiores a lo que pudimos ser y hemos sido. Hemos ido de bajada, cayendo en un precipicio que se llama Ayotzinapa, que se llama los 43 estudiantes desaparecidos. Mira aquí, donde hacemos esta entrevista [la librería Rosario Castellanos, en la colonia Condesa de la Ciudad de México], parece una tumba, no hay nadie, ya nadie lee, a nadie le interesan los libros.
–¿Cómo conmemorará otro aniversario de La noche de Tlatelolco?
–Con un viaje a Guadalajara, donde en la universidad se inaugurará la cátedra Elena Poniatowska, por elección de los estudiantes, algo que me llena de alegría. Voy hoy a dar una conferencia y regreso mañana.
–El 2 de octubre de 1968 murieron muchos estudiantes…
–Sí, no sabemos cuántos. Raúl Álvarez Garín, que era un investigador extraordinario, se acercó bastante a la cifra real de muertos.
–El 26 de septiembre de 2014 desaparecieron 43 estudiantes…
–Es tremendo ver que no se aprende ninguna lección, que la represión se renueva, que el Gobierno es represor e infame. La respuesta de Enrique Peña Nieto es inexistente. Y los extraordinarios en este caso son los padres de familia, cómo luchan, cómo buscan a sus muchachos, es muy conmovedor. He ido a muchas marchas, fui incluso a Ayotzinapa para entregarles el diploma a los graduados. Los padres estaban allí, con unos pesados ramotes de flores en las manos que mantuvieron así durante toda la ceremonia. Era muy tremendo, en pleno sol…
–¿Qué piensa de la noche de Ayotzinapa?
–Que todos sabemos que la zona es un narcoestado, que hay muchas carencias, que es un estado imposible dentro de nuestra República. Hay gente que habla muy mal de las escuelas normalistas y que dice que sólo sirven para formar guerrilleros. Yo digo que lo que hay es pura muerte de hambre, no tienen ni dónde dormir. Si hubieras visto, duermen en cartones, con las mochilitas recargadas sobre la pared, es un abandono absoluto. Oye, si se hacen guerrilleros, tienen toda la razón. Y no es cierto que se hagan guerrilleros. Lo que es cierto es que ni maestros tienen.
–Fue con Juan Villoro…
–Sí, nos queremos muchísimo. Fuimos juntos a Alemania. Creo que ahora en México no hay intelectual más importante que Juan Villoro. Se lleva de calle a todos. Encima es guapo, alto y excelente persona. Nada vanidoso.
–¿Por qué es tan amenazante un estudiante para el poder?
–No lo sé. Sólo sé que es ridículo considerar amenazante a un estudiante. Claro que allí salen a pedir y toman camiones, porque no tienen con qué, no tienen nada. No hay nada.
–Y su libro La noche de Tlatelolco se sigue leyendo mucho…
–No sé por qué. Pero yo sigo haciendo una gran cantidad de periodismo. Crónicas, investigaciones, reportajes, porque en México casi no hay necesidad de convertirse en novelista, lo que sucede con una crónica basta. Con que escribas el asesinato de Luis Donaldo Colosio, cuentes cómo se murió (en 2014) su viuda Diana Laura, la que se negó a que Carlos Salinas le tomara el brazo en el funeral de su marido, ya tuviste una tragedia de monstruosidades como de William Shakespeare.
–¿Lee mucho?
–Sí, para mi trabajo leo mucho. Pero también oigo mucho. Yo soy periodista, siempre lo digo. Me choca la diferenciación que hacen cuando dicen que una persona subió no se adónde cuando dejó el periodismo y se dedicó a la literatura. Hay un desprecio tremendo por el periodista, lo dejan esperando, ahora no lo pueden hacer por la grabadora, pero había el tiempo en que el periodista era acusado de cambiar todas las declaraciones. Yo no fui, fue el periodista, decían. Que los periodistas inventaban todo, me choca eso. Eso es una mezquindad.
–Pero hay algo que los periodistas no pueden hacer y eso es encontrar una voz narrativa poderosa como la que tiene Lupe Marín en su novela. ¿Cómo encontró esa voz narrativa?
–Esa es una pregunta inteligente que no puedo responder. No lo sé. El personaje de pronto aparece y te empieza a comer. Hubiera querido recuperar esa forma de Jalisco en el habla, pero eso ya no me salió. Los de Jalisco dicen las cosas de forma muy bonita.
–¿Cómo hace tantas cosas?
–Soy vieja, soy abuela. Mis nietos viven algunos en Mérida, los otros en Puebla, trato de verlos durante los fines de semana. Pero, ¿qué haría yo si no escribiera? Ni modo que me vuelva corista, bailarina o Tongolele, ¿qué puedo hacer? Si no escribiera mi vida sería muy difícil. Tal vez no podría seguir viviendo.
–¿La próxima novela está en marcha?
–Bueno, yo quería escribir sobre el rey Poniatowski, pero no sé nada de Polonia, no hablo polaco, dependería de alguien que me tradujera. A ver si puedo, porque al rato ya me morí. El año que viene cumplo 84. Si llego bien a los 90, ya la hice. Toco madera.