Salvador Camarena
02/10/2012 - 12:03 am
Perros: de maltratadores y maltratados
Yo confieso que no revisé sino hasta ayer lo publicado por Sin Embargo MX sobre el terrible caso de los perros maltratados en el Edomex. Supe antes del tema, pero sólo hasta este lunes me puse a leer los escabrosos detalles de lo publicado tanto en las video columnas de Vanessa Bauche como en las notas que la redacción ha […]
Yo confieso que no revisé sino hasta ayer lo publicado por Sin Embargo MX sobre el terrible caso de los perros maltratados en el Edomex. Supe antes del tema, pero sólo hasta este lunes me puse a leer los escabrosos detalles de lo publicado tanto en las video columnas de Vanessa Bauche como en las notas que la redacción ha compilado. Respaldo el llamado de Vanessa para buscar que se castigue el maltrato animal.
Dicho lo anterior, expongo un caso del que me tocó saber algo este fin de semana, ejemplo que denota, según yo, que estamos en riesgo de perder la perspectiva, o parte de ella, en el tema de los derechos de los animales.
El domingo tenía planeado ir a hacer un poco de ejercicio en el popular Sope, una pista para correr ubicada en Chapultepec. Antes de llegar a ese sitio, pasé a un supermercado por unos víveres. En la puerta estaba Horacio Rojas, hombre de mediana edad. Tenía el brazo derecho vendado, inmovilizado. Lo rodeaban algunas personas. Al pasar junto a ellos escuché que Horacio relataba cómo había sido atacado por perros en la tercera sección del bosque de Chapultepec. Me detuve, le hice unas preguntas sobre el ataque, le pedí permiso para tomar fotos y publicarlas en Twitter con algo de la historia de su ataque, me retiré y procedí a ello.
Hasta hace algunos meses yo visitaba cada semana esa parte de la tercera sección de Chapultepec. Es una zona que si se arreglara podría dar a la ciudad un parque que no le pediría nada a Central Park o a jardines parecidos en las grandes urbes del mundo. Quien ha visitado ese paraje sabe que no exagero. Sin embargo, entre otros problemas, en esa área vive un grupo de perros que ha dado más de una manifestación de comportamiento agresivo. En el pasado me tocó ver como perseguían a más de un corredor. Fue precisamente en ese punto donde fue atacado Horacio.
Conté en Twitter lo que me dijo Horacio sobre su percance. Los médicos pensaron que perdería la oreja izquierda (subí una foto de las puntadas que tiene en ese pabellón auricular), me mostró moretones y cicatrices en el abdomen y las costras de las heridas en los brazos. El ataque fue la noche del 16 de septiembre, cuando rumbo a su casa Horacio pasó a pie por la zona donde están los perros. Pedí vía Twitter que los defensores de los derechos de los animales dieran propuestas para lidiar con esa jauría.
Varias de las respuestas hablaban de eventuales soluciones a mediano plazo (por ejemplo: esterilizar a los perros). Me preocupa sin embargo que en los mensajes flotaba, desde mi punto de vista, la noción de que los perros eran las víctimas de esta historia. Don Horacio, quien tiene dos semanas sin trabajar y muchos trámites pendientes derivados del ataque antes de regresar a su vida normal, pasaba a segundo plano.
Llevarse a todos los perros de la zona, dicen algunos, no es la solución porque luego otros llegarían. Si son agresivos es porque han sido maltratados, explican otros. Pero el caso es que cuando se recupere, don Horacio no podrá ya hacer a pie la ruta más corta entre su trabajo y su casa, en la colonia América, so riesgo de exponerse a otro ataque.
Estoy convencido de que esta problemática no tiene una solución sencilla. Según un reporte de Notimex del año pasado se calcula en 120 mil los perros callejeros en el Distrito Federal.
Lo anterior implica diversos retos. Pero hoy para mí el problema es que hay una jauría que ya atacó al menos a un ciudadano. Y que en vez de mirar este caso como el principio de una discusión para ir construyendo soluciones de política pública el llamado es como al inmovilismo: que no se lleven a los perros porque vaya uno a saber cómo están los albergues caninos de la delegación y/o el Gobierno del Distrito Federal. De seguir esta línea de acción, sólo nos restaría decirle a don Horacio que se olvide de esa ruta y que se las apañe como dios le dé a entender cuando pueda por fin volver a su trabajo.
En otras palabras: qué bueno que hay mayor conciencia de que no es aceptable el maltrato animal, pero a mí sí me preocupa que a la par de eso agresiones como la sufrida por Horacio Rojas parecen ser vistas como un mal menor ante la tragedia que le toca padecer a los animales. ¿No estamos perdiendo perspectiva?
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