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02/07/2024 - 12:05 am
De olas de calor a tormentas: la urgencia por una política ambiental
“Plantear un nuevo modelo energético en armonía con la naturaleza es probablemente el planteamiento más revolucionario que podamos hacer en estos tiempos para cuidar la vida, la democracia y la paz”.
Por Ariana Escalante Kantún (@ariana_esk)
El 2023 fue el año más cálido registrado, con una temperatura promedio global de 1.45 grados centígrados por encima del promedio entre 1850 y 1900, muy cerca del límite establecido por el Panel Internacional sobre Cambio Climático en el contexto de los Acuerdos de París de 2015.
Aunado a lo anterior, gran parte del territorio mexicano -hasta la semana pasada- se encontraba bajo una ola de calor tan severa que ha batido récords en varios estados. A nivel internacional, cada uno de los últimos 12 meses han establecido nuevos récords en la temperatura global y en las temperaturas de la superficie de los océanos. Además, en los primeros cuatro meses de 2024, es decir, en 121 días transcurridos del año, la Ciudad de México (CdMx) sólo ha tenido 24 días de aire limpio y 97 con mala calidad del aire.
En las últimas semanas, muchos estados del país han pasado de experimentar las temperaturas más altas a varios días de lluvias torrenciales que se han traducido en amenazas por impactos de huracanes. Y es que también sorprende que el huracán “Beryl” se haya convertido en la tormenta más temprana de esa fuerza en el Atlántico, alimentada por temperaturas más cálidas en el agua del Caribe.
A pesar del grave escenario en que nos presenta la emergencia climática, durante el pasado sexenio se debilitó el presupuesto ambiental en contraste con el que se orientó al modelo fósil. En el periodo 2019-2024, el presupuesto federal aprobado para la protección del medio ambiente ha significado en promedio 18 mil 626 millones de pesos, lo que equivale al 0.23 por ciento del gasto neto total. En contraste, el presupuesto aprobado promedio para la producción, comercialización y distribución de combustibles fósiles, principal causa del aumento de gases de efecto invernadero, asciende a 1.76 billones de pesos, el 15.4 por ciento del gasto neto total. Además, en 2024, el 41.2 por ciento del presupuesto en protección ambiental se destina a la gestión integral y sustentable del agua, pero otras funciones cruciales para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y proteger la biodiversidad cuentan con escasos recursos.
Este escenario nos obliga a actuar en consecuencia y el timing de la virtual Presidenta electa pareciera idóneo para enfrentar la urgencia de esta crisis climática. Claudia Sheinbaum, durante su labor académica, estimó en uno de sus artículos científicos los escenarios necesarios compatibles con la crisis climática y la política energética. En el estudio, se planteó que para 2024 ya habría estrategias claras para eliminar paulatinamente el uso, extracción y producción de combustibles fósiles; la hidroeléctricas llegarían a su máximo potencial; se invertiría en investigaciones sobre bioenergía, energía eólica, concentración solar y energía fotovoltaica para obtener combinaciones de capacidad que produzcan las cuotas de electricidad que el país necesita. Sin embargo, la actualidad nos recuerda que estamos aún lejos de lograr esas metas deseables para frenar los impactos de la crisis climática.
Plantear un nuevo modelo energético en armonía con la naturaleza es probablemente el planteamiento más revolucionario que podamos hacer en estos tiempos para cuidar la vida, la democracia y la paz. Es un tema profundamente político porque está claro que hay quienes no quieren que las cosas cambien porque les va muy bien con este sistema en donde se enriquecen y lucran a costa de depredar y contaminar y explotar la naturaleza y a las personas. Y citando nuevamente a Claudia Sheinbaum en otro de sus artículos:
“Mientras la política energética nacional no promueva mayor seguridad energética, menor participación del sector petrolero en las finanzas públicas, mayor inversión con recursos propios o menor apalancamiento en la realización de los proyectos o discriminación del endeudamiento del sector, así como una creciente participación de las fuentes renovables que se traduzca en el descenso de emisiones de CO2 y un incremento a la inversión en exploración y se reduzca la producción de hidrocarburos, la sustentabilidad del sector será cada vez menor”.
Por lo anterior, Presidenta, ¿y si construimos colectivamente una mejor ruta hacia un futuro en armonía con el medio ambiente y un sistema energético que ponga en el centro a las personas y ecosistemas?
* Ariana es investigadora en el programa de Territorio, Derechos y Desarrollo de @FundarMexico
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