El Jaguar, rey de las selvas tropicales del continente americano está en peligro de extinción. Convertido en dios por diversas culturas precolombinas, los antiguos conocían su importancia como el mayor depredador y cuya existencia aseguraba el natural equilibrio de la flora y fauna del entorno. Hoy en México apenas quedan unos 3,000 ejemplares vivos, concentrados mayoritariamente en la Selva Maya, en donde antes fue adorado y ahora es perseguido por el hombre, y destruido por la modernización y el turismo. La organización Jaguar Conservancy se ha propuesto recuperar la vida del más poderoso felino, porque recuperar su hábitat significa sanear todo el ecosistema de la región maya, una de las más diversas y ricas de México y el mundo.
La civilización maya se caracterizó siempre por ser una de las sociedades antiguas con mayor nivel de sabiduría. Eran conocedores a detalle del acontecer celeste, que regía su entorno más inmediato en la tierra, con la interminable sucesión de estaciones.
Y de esa cultura mesoamericana, (que se extendía por los actuales Estados mexicanos de Campeche, Chiapas, Quintana Roo, Tabasco y Yucatán, así como en los territorios de América Central que hoy conforman Belice, Guatemala, Honduras y El Salvador), sus 3,000 años de erudición, nos han heredado una de las zonas más paradisíacas del mundo, codiciada por el turismo nacional e internacional gracias no sólo a la riqueza cultural de los asentamientos mayas y sus imponentes construcciones, sino además y sobre todo, gracias a su enorme potencial de riqueza natural, que comprende cristalinos mares color turquesa, playas, selvas tropicales, humedales, bosques semi-tropicales y manglares.
Y aunque los ecos mayas que llegan hasta nuestros días resuenan hoy con renovada fuerza, lo cierto es que la modernidad, atraída precisamente por los enormes tesoros de esa región, está terminando por erosionar lo que los antiguos protegían por encima de todo: la tierra, su vegetación, sus animales, y el perfecto balance entre la vida humana y la naturaleza.
Tristemente, en lo que hoy se conoce como la Riviera Maya, para algunas especies y ecosistemas, no es necesario esperar al tremendismo del fin del mundo anunciado en los códices antiguos o en las películas modernas, puesto que la destrucción es un fenómeno rampante desde que se inauguró en 1999 –coincidentemente, año del eclipse solar “más oscuro”, también pronosticado por los mayas- el corredor turístico de más éxito para México a nivel de divisas, pero probablemente uno de los más costosos en términos de pérdida de recursos naturales.
DE MAJESTUOSA LEYENDA, A REALIDAD EN EXTINCIÓN
El “Chilam Balam (adivino de las cosas ocultas), es una colección de textos redactados después de la conquista española, que recogen la tradición, la medicina, la cosmología, astronomía y hasta la cronología de los pueblos mayas. Traducido literalmente, Chilam Balam significa “Boca de Jaguar”, puesto que era el sacerdote (Chilam) el único que podía interpretar los hechos de los dioses, y precisamente el Jaguar (Balam) era uno de ellos.
Para esta civilización, meticulosa observadora de la sucesión natural, el Jaguar era el dios sol, que transformado en Jaguar, visitaba el mundo de los muertos; pero era también la tierra, cuyas fauces abiertas devoraban al astro rey durante el crepúsculo… las manchas de su piel, no eran otra cosa que el manto celeste de las estrellas.
Dios del día, de la noche, de la tierra y del cielo. Pero no por casualidad. Los mayas, aztecas, incas, olmecas, toltecas, y totonacas, supieron reconocer y honrar al depredador más potente de sus territorios: el felino más grande y poderoso del “Nuevo Mundo”, una especie clave para que todo a su alrededor mantenga su justo equilibrio, al amparo de su ferocidad.
Pero hoy, esta especie que fue el “rey natural” de toda América, ya ha sido del todo exterminada en Estados Unidos desde 1900, mientras que en el resto de lo que antes fueron sus grandes extensiones de movimiento, al Jaguar se le ha ido acorralando hasta formar parte de una de las 17,000 especies que están en peligro de total desaparición, como efecto por un lado, de los cambios climáticos, pero también y sobre todo, como consecuencia de la destrucción que los humanos hemos hecho de su hábitat.
SALVAR AL JAGUAR, ES CONSERVAR UNA AMPLIA DIVERSIDAD
La organización “Jaguar Conservacy” surgió en México hace 6 años con esta meta específica: salvar las poblaciones de este felino superpoderoso que estaba –y está todavía – perdiendo la batalla frente a los embates humanos.
Conformada por un grupo de estudiosos que llevaban ya mucho tiempo dedicados a esta tarea por separado, decidieron finalmente conjuntar esfuerzos y unir no solamente los conocimientos adquiridos, sino además, aglutinar en una sola iniciativa los mecanismos de presión para hacer comprender al gobierno y a otras entidades, que la antigua deidad maya debe recuperar territorio para bien de miles de especies, que están por debajo de la cadena alimenticia. Y también para el propio hábitat del ser humano, su principal depredador.
“Al Jaguar se le conoce como una especie sombrilla o paraguas, porque al proteger su hábitat, estamos protegiendo a todos los demás elementos de ese hábitat, tanto a sus presas directas como a las presas de sus presas, a las aves, los anfibios y la vegetación que les rodea. A diferencia de otros animales, el Jaguar no está adaptado al deterioro y a la intrusión humana; necesita grandes extensiones para sobrevivir y desplazarse, y por eso, conservar su ecosistema nos lleva a recuperar la salud de toda la zona en donde estamos trabajando”, afirma Eugenia Pallares, de Jaguar Conservancy.
Un estudio reciente reveló que un Jaguar caza alrededor de 80 especies distintas, más incluso que el tigre o el león, puesto que el hábitat natural –en condiciones normales- es mucho más diverso. Un macho de esta especie necesita para él solo una extensión de entre 50 y 100Km², mientras que la hembra requiere de unos 25Km². Originalmente, este felino -el más grande de América- podía darse estos lujos alimenticios, puesto que sus poblaciones podían desplazarse en prácticamente todo el continente: hacia el norte hasta Arizona y Texas, y hacia el sur, hasta Argentina.
Hoy, esas condiciones han cambiado drásticamente, las selvas tropicales se han destruido a pasos agigantados para transformarse en complejos turísticos, prados para ganado, carreteras y un largo etcétera, lo que ha ido paulatinamente fragmentando las poblaciones de Jaguares y en no pocos casos, exterminándolas del todo.
En el caso de la zona maya, la selva tropical ha desaparecido en un 60%, según dice el especialista Edmundo Huerta: “Por ejemplo, la Selva Lacandona era un territorio de un millón 500 mil hectáreas, y hoy sólo quedan menos de 500 mil, de las cuales están protegidas menos de 300 mil, mientras que el resto está sin ningún tipo de resguardo, lo que convierte a la zona en un lugar altamente vulnerable, (…) y lo mismo ocurre en la Península de Yucatán, en Tamaulipas y en Veracruz. El progreso humano está matando todo a su paso al matar al Jaguar”.
Quienes conocen del tema, coinciden en que los lugares donde el Jaguar puede desenvolverse con normalidad, deben ser en realidad zonas completamente vírgenes, o en su defecto, áreas cuidadosamente protegidas, planificadas de manera sustentable, y donde la modernidad –si es que está presente- no sea intrusiva ni destructora, sino amigable con la naturaleza del sitio. Y ésta es precisamente la labor que Jaguar Conservancy se ha marcado como meta: salvar la biodiversidad, a través de la recuperación de la leyenda del “dios Jaguar”.
EL MAYOR DEPREDADOR, CONVERTIDO EN PRESA
Según los últimos censos científicos, en México queda apenas una población de entre 2,500 a 3,000 ejemplares de Jaguar, y la mayoría vive en la selva maya, donde los pobladores actuales no sólo han dejado de adorarlo sino que lo persiguen para darle muerte, puesto que este animal, ahora acorralado, con frecuencia ataca al ganado; pero lo hace porque no le queda más remedio… porque su hábitat natural, está desapareciendo a una velocidad rampante.
“La fragmentación del hábitat es uno de los grandes problemas de la selva maya, que al ser uno de los principales atractivos turísticos, le ha dado prioridad a la infraestructura, pero se ha olvidado por completo del medioambiente”, dice Edmundo Huerta.
Y el especialista tiene razón, pues a mediados de 2012, reportes económicos situaban a la zona de la Riviera Maya como la de mayor crecimiento, en donde se otorgaba en promedio un permiso de construcción cada semana. Sin embargo, tal como explican los miembros de Jaguar Conservancy, “poner el paraíso en venta” está teniendo un alto impacto ambiental, supeditado al impacto económico.
“Una de nuestras principales áreas de trabajo en la conservación del Jaguar es informar a las autoridades sobre este riesgo, y hemos encontrado mucha apertura por parte de actores como la Secretaría de Agricultura y Ganadería (SAGARPA) la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) y la Comisión Federal de Electricidad (CFE), que ha accedido por ejemplo a replantear una de sus obras con cableado de alta tensión después de nuestros estudios de impacto ambiental”
La modernidad malentendida suele mirar a corto plazo, con estudios de costo beneficio inmediato. Pero Jaguar Conservancy está poco a poco cambiando esta cultura en esta zona de México llena de tesoros, para demostrar así que una obra carretera –por ejemplo- matará en 10 años toda la riqueza natural que la rodea, y que es hoy el principal motivo de su construcción.
Esta organización ambientalista ha seguido durante varios años la llamada “ruta del Jaguar”, con estudios meticulosos, ayudados de collares de radio-telemetría, que proporcionan información satelital de las necesidades, costumbres, desplazamientos y alimentación que requiere este majestuoso animal.
La idea es proteger a este hermano mayor de la selva, pero al hacerlo, -he aquí la relevancia de su acción- se pone a salvo también a casi 200 especies de mamíferos, 300 especies de aves, 4,000 especies de plantas y más de 250 especies de invertebrados. Porque si esta zona está considerada un paraíso, es porque es una de las más diversas en ecosistemas y riquezas naturales de México y el mundo entero; algo que los antiguos mayas no solo sabían, sino respetaban con toda cabalidad.
Jaguar Conservancy lleva ya 6 años trabajando en esta labor, y sin importar lo que auguraran los códices mayas sobre el fatídico 2012, la organización siempre hizo planes a futuro, para evitar que los Jaguares de este país, enfrentaran su propia versión del “fin del mundo”; él y todas las especies que se protegen con su existencia. Incluido por supuesto el ser humano mismo.
Para el investigador John Major Jenkins, esta mítica profecía de diciembre del 2012, nunca significó otra cosa que el final de ciclo y el principio de uno nuevo que traerá transformación y renovación al planeta. Probablemente, ésta sea la hora exacta de replantearse conceptos, y de pensar que los “tesoros naturales” son en realidad nuestras verdaderas riquezas.
Este es por lo menos el espíritu que mueve a los integrantes de Jaguar Conservancy, que al despertar las antiguas leyendas de Balam, “el dios Jaguar”, intentan también despertar la conciencia en quienes hoy detentan un mal poder en esa zona que originalmente le pertenece por derecho al “rey felino de la selva tropical de América”.
Mas información o contacto con la organización Jaguar Conservacy
http://jaguarconservancy.mx/contact/