No fueron uno, sino dos videos donde se ve a Eva Cadena, ex candidata de Morena al municipio de las Choapas (Veracruz), recibiendo dinero de una mano comandada por una voz distorsionada, dinero cuyo destinatario sería ella misma y, presumiblemente, Andrés Manuel López Obrador, candidato por el mismo partido a la presidencia de la República.
Aunque Eva Cadena, un poco lerda a la hora de enfrentar las acusaciones, manifiesta que todo fue un embuste, el alcance de las videograbaciones consiguieron no sólo tumbarle la candidatura sino, lo que es aún peor, poner a López Obrador en un serio predicamento, pues la honorabilidad de los miembros de Morena (única virtud que los hace jactarse de ser lo que son) volvió a arrastrarse por los suelos.
Si bien López Obrador podría ser la cara presidencial más honesta de entre la ofertas políticas que se vislumbran en este momento, su partido en el resto del país está lleno de políticos reciclados de otros partidos, políticos igual o peores a los que ya existen, una estructura endeble y una moral (de muchos de sus integrantes, y un ejemplo es el de la propia Eva Cadena) por la cual nadie seguramente metería las manos al fuego.
A esto habría que agregar, además, que López Obrador no cuenta con la venia de Estados Unidos y que una cosa es que la morenista Deflina Gómez esté, según recientes encuestas, despuntando en Edomex, y otra muy distinta que su propio proyecto presidencial para 2018 vaya a terminar o bien en un fracaso rotundo o bien en un triunfo que devendrá luego, por las artimañas de la CIA, en un boicot social como el de la Venezuela actual o la Chile de Allende.
El proyecto político de López Obrador, eso sí, no puede estar sostenido por el vacío aire y que la sociedad no sabe (no sabemos) muy bien de dónde sale toda esa millonaria cantidad de dinero que le permite sufragar su movimiento de regeneración nacional. Analistas lo han ligado incluso hasta con Javier Duarte, otros han acusado a sus hijos de derroches en autos, ropa, propiedades, etcétera.
Acusaciones van y vienen, pero lo cierto es que en el país de las grandes simulaciones que es México, tan es creíble la doble moral de López Obrador como increíble su inmensurable perversidad. La única forma que tendremos de averiguar la una o la otra es verlo gobernar la presidencia de la República, pero para eso todavía hacen falta muchísimas videograbaciones más.