Jorge F. Hernández está de vuelta con Cochabamba, una novela cuya historia conoció en una larga sobremesa y cuyos detalles compartió en entrevista con SinEmbargo.
Ciudad de México, 2 de abril (SinEmbargo).– “La aventura visual es a través de lo que hablamos”, comentó Jorge F. Hernández, al compartir cómo un cuento sobre un viaje de taxi en Francia “que era como para que nos metieran a la cárcel y nos multaran” llevó a un amigo a que le compartiera la historia de su madre, Camila, la cual construye a través de las imágenes de pláticas, comidas, encuentros, desencuentros y tragos que pincela con la palabra como herramienta y que tiene por título Cochabamba (Alfaguara).
“En la novela lo digo: ese lugar común de que una imagen vale más que mil palabras desdeña la contraparte que es no hay nada que sustituya a todas las palabras que podamos usar para describir una imagen”, compartió el autor en entrevista con SinEmbargo.
F. Hernández comentó que inició con el trabajo de escritura cuando fue despedido como agregado cultural de México en España, aunque en realidad señaló que la novela la fue contando a lo largo de 20 años en distintos talleres, conferencias y sobremesas, incluso mencionó que se la pudo relatar a Gabriel García Márquez y Mercedes Barcha Pardo, a quienes dedica Cochabamba.
En este libro, Jorge F. Hernández cuenta desde cómo nace su amistad con el diplomático francés Xavier Dupont, quien le pide escribir la novela de la vida de su madre, Catalina, nacida en Cochabamba, hija de un potentado boliviano, oligarca adinerado y símbolo de la tiranía patriarcal, hasa como esta mujer que se vuelve la plus belle femme entre el tout París y protagonista de la novela.
“Hace dos años me quedé desempleado de una chamba que tenía y dije ‘es momento de ponerme a escribir esto’ y, gracias también a que la tenía grabada, un alumno mío la grabó en la escuela de escritores de Fuentetaja, aquí en Madrid donde doy clase, y eso me ayudó a estructurarla, aunque en la novela narro lo que te acabo de contar, que un güey a mi me dijo ‘tienes que escribir la historia de mi mamá’ y dije ‘sí, órale, te lo agradezco’ y así sucedió”, platicó.
***
—¿Cómo llega a tus manos esta historia de Catalina, hija de un hombre con un gran poderío económico en Bolivia que a inicios del siglo XX se va por ciertas cuestiones a Francia?
—A diferencia de otras cosas que se me ocurren y que vas construyendo en la máquina o a mano, esta es una novela de libretas, una libreta que saqué en una sobremesa porque el hijo de Catalina me dijo ‘tienes que oír la historia de mi madre porque la vas a convertir en novela’, entonces yo dije ‘a ver, tanto así, pues cuéntame’ y conforme empezó a narrarme dije ‘guau’, me quedé perplejo, de hecho fue una sobremesa que se prolongó tres días, él chupando porque él todavía bebía y yo ya no bebía, pero me la pasé tomando café enloquecido con mis libretistas anotando detalles para poder armar la narración que durante casi, más de 20 años más bien, me dediqué a narrar en público.
Yo esto lo contaba cuando me invitaban a congresos, cuando me invitaban a rellenar congresos o programas de escritores y luego en muchas sobremesas, de hecho de sobre mesa yo se la narré a Gabo y a Mercedes, por eso está dedicada la novela a ellos porque yo se las conté en su casa, es que una vez que Xavier me contó toda la historia yo me la pasaba contándola y yo sabía que tarde o temprano la iba a tener que poner en tinta.
Hace dos años me quedé desempleado de una chamba que tenía y dije ‘es momento de ponerme a escribir esto’ y, gracias también a que la tenía grabada, un alumno mío la grabó en la escuela de escritores de Fuentetaja, aquí en Madrid donde doy clase, y eso me ayudó a estructurarla, aunque en la novela narro lo que te acabo de contar, que un güey a mi me dijo ‘tienes que escribir la historia de mi mamá’ y dije ‘sí, órale, te lo agradezco’ y así sucedió.
—Pero es un mosaico de voces, relatos, es como si se sobrepusiera un tiempo a otro y lo único que quedara fijo de alguna manera son los lugares en los que transcurre la historia, lo digo por cómo va tu narración, pero también va la Camila…
—Yo creo que así soy en la vida real y así soy sobre todo cuando estoy comiendo, voy anotando lo que como. Hay gente que le toma fotos a lo que come y lo sube a Instagram, yo lo que pasa es que saco la libreta y lo voy anotando, por eso sé perfectamente lo que comimos, cenamos y hasta lo que desayunamos mientras me fue contento la historia de su mamá y eso también lo metí en la novela para que el lector sienta que está sentado en la mesa y se está enterando de viva voz, de primera mano, de la maravillosa historia de una mujer, que como todas las mujeres, en algún momento de su vida fue la mujer más hermosa del mundo.
—Tienes acceso a registros visuales, pero prefieres irte por la palabra, que sea la palabra la que se imponga a cualquier tipo de imagen y es la misma palabra la que va a maneraa de pincel dibujando no sólo la historia, los personajes, los momentos, que de hecho fue uno de los motivos por los que te elige la familia, por esta capacidad de poder dibujar a partir de las palabras.
—Sí de hecho lo que me comentó Xavier, porque yo le dije ‘me puedes decir alguna razón por la cuál me eligieron a mí’ y también yo quería saber a quién más se lo habían pedido, es decir, ya se habían acercado con otros escritores que al final ni pelaron la historia y no le quisieron dar la debida importancia y a mí lo que me convenció fue cuando vi la foto de ella, yo vi la foto de aquella de joven y dije ‘aquí, yo quiero saber de qué se trata esto’, creo que también algo muy ilustrativo es que ella tiene un hijo, un hermano de Xavier que es cineasta, a lo mejor un cineasta escribe el guión de otra manera y la película empezaría quizá con la boda de ella o empezaría en París, es otra manera de narrarlo y yo lo que quería era tal cual lo que me tocó vivir a mí, que es para lo que me eligieron , a partir de un cuento que lo menciona en la novela, que yo narré cómo yo me aventé un viaje de taxi en París y era como para que nos metieran a la cárcel y nos multaran, y eso quedó reflejado y quien lo lee parecería que está en París en un taxi a toda velocidad, como buen mexicano llegando tarde a la estación de trenes, aunque luego resultó que no llegué tarde pero como buen mexica es la aventura, la aventura visual es a través de lo que hablamos.
—Al final la palabra siempre se va a imponer a las imágenes porque una imagen tal vez congele el momento y la palabra puede trascender a ello…
—Coincido totalmente con lo que acabas de cuajar, en algún momento en la novela lo digo: ese lugar común de que una imagen vale más que mil palabras desdeña la contraparte que es no hay nada que sustituya a todas las palabras que podamos usar para describir una imagen y yo desdeño, más que ver el dibujito, lo que quería que me dijeran mis abuelas a la hora de narrar los cuentos era ‘a ver, dame el rollo, dime’, o sea, los frijoles mágicos que hacen que crezca esa vaina hasta las nubes, en primer lugar yo quiero ver si los venden en el mercado de San Pedro de los Pinos y a qué saben, y la zapatilla de cristal de La Cenicienta, ¿deveras era de cristal?, o sea cómo no se sangró los pies, qué está pasando. Me enseñaban los dibujos y yo decía ‘mejor platícame’ y pues resulta que ya en la tercera edad estoy con lo mismo, en lugar de ver las imágenes, prefiero platicarte.
—Porque no es sólo la palabra escrita que al final es la que se imprime en el texto, al final hasta la misma palabra escrita llega a ser una condensación de todas las palabras que seguramente pasaron entre tú y Xavier, entre lo que te contó de su madre..
—Es una novela con pies de página porque en los pies de página pongo también las palabras con las que el público que la escuchó participaba y se metieron en la narración, es decir, como había gente que decía ‘no, espérate es que yo quiero saber qué pasó con un obrero de las minas de Bolivia, lo trataron mal porque era negro’, pero esas ya son palabras que estaban del publico hacia acá y yo no podía dejar de mencionar eso dentro de la novela para que tenga todo el paquete completo.
—Es una novela que se apropia, entonces, de esa tradición ora-
—Creo que honro a las historias que supuestamente son anónimas, es decir, de no haberle hecho caso a Xavier o de haber pasado una sobremesa muy deliciosa y decirle ‘enhorabuena buena, felicítame a tu jefa’ como pasó con otros escritores que no quisieron escribirla, pues esta historia se pierde, en cambio aquí lo que trato de decirle a los lectores es que todos tenemos una historia, todos tenemos en la familia a lo mejor algún romance que valga la pena resucitar y escuchar la música de esa época.
—El problema puede ser que tal vez no todos tengas las palabras adecuadas para plasmarlas
—Ahí es donde entra Jorge Hernández, que estoy a sus órdenes, para que me inviten a comer y con seis de suadero ahí decido si sí o si no.