La matanza de animales y el procesamiento de su carne son industrias peligrosas en donde las ganancias se colocan muy por encima de la seguridad y bienestar de las y los trabajadores. Siempre se busca reducir costos y acelerar los procesos, lo que lleva a que los accidentes sean bastante frecuentes y las condiciones laborales precarias. Manipulan cuchillas afiladas, equipo peligroso, se exponen a enfermedades virales y bacterianas, utilizan químicos fuertes que pueden ocasionar quemaduras y tienen largas jornadas laborales. Imagina que tu trabajo diario fuera matar, desmembrar, limpiar sangre y empaquetar pedazos de animales.
Según la organización humanitaria Oxfam, las y los trabajadores pueden realizar los mismos movimientos repetitivos hasta 20 mil veces en un sólo turno con pocos descansos o incluso sin descansos, causando una gran presión sobre los huesos, músculos, tendones, ligamentos y nervios. En Estados Unidos ocurren en promedio dos amputaciones por semana.
En algunas zonas de Estados Unidos la explotación infantil está a la alza, se está buscando revertir protecciones estatales que prohíben el trabajo infantil, lo que facilitaría que se pudiera emplear con más facilidad a niños y niñas menores de 16 años. Investigaciones por parte de The New York Times y Reuters han reportado que se ha visto a niños migrantes de hasta 12 años trabajando en fábricas de autos, obras de construcción y procesadoras de carnes. El departamento de trabajo de los Estados Unidos reportó un aumento del 69 por ciento en el mes de febrero desde el 2018, 835 empresas dieron trabajo a casi 4 mil menores.
Sabiendo lo difícil que es este trabajo para los adultos, imagina la manera en la que repercute en la vida de los menores. Más de 100 niños latinoamericanos de 13 años fueron recientemente vistos trabajando turnos nocturnos en 13 mataderos grandes de Estados Unidos. Sus labores incluyen la limpieza de equipo como sierras y cortadoras de cabezas. Algunos presentaron quemaduras químicas debido a la exposición a los productos de limpieza.
El consumo y la crianza de animales ya es una práctica bastante cruel y violenta que no se detiene ahí. Nuestro deseo por la carne está acabando con el planeta, con los recursos y ahora también está condenando a menores a trabajar, normalizando prácticas que deberían estar fuera de los límites. Al seguir apoyando estas industrias, seguiremos perpetuando la crueldad, la opresión y la violencia.
“Por mucha distancia que queramos poner entre nosotros y los animales en nuestros platos, no podemos evitar la realidad de que comprar productos animales es simplemente una forma de hacer que otros maten en nuestro nombre” – Emily Moran Barwick