Petróleo maldito. O, a ver, ¿cómo llamarle a este recurso que ha salvado a pueblos en todo el mundo pero que ha convertido Tabasco en un valle de desolación? Pobreza y contaminación; eso es lo que han heredado los tabasqueños de la fiebre de los hidrocarburos, a pesar de que fueron una de las plataformas más abundantes de crudo en el planeta...
PRIMERA PARTE
Nacajuca, Tabasco, 2 de abril (SinEmbargo).– Es la mañana del 10 de agosto de 1864 y los indígenas de Macuspana están inquietos. Su párroco, Manuel Gil y Sáenz (1829-1909), está empecinado en meterse en una laguna aceitosa en la que el diablo guarda intereses.
–Eso es un encanto, ni mil milpas nacen por ese lugar. Es del brujo Chujilba –advierte uno de los chontales al sacerdote.
Gil sabe bien en qué sentido debe ir la superstición y hace camino a la chapopotera. El hombre describirá el hallazgo:
“Mi caballo metió los pies en una materia como alquitrán. Inmediatamente bajé y me agaché, cogí con las manos aquella materia, la olí, la examiné y comprendí que había yo, por casualidad, descubierto una mina de gas”.
Algunos hombres de su feligresía corren a su rescate y lo descubren en el lodo negro. Los chontales se han prevenido con velas encendidas.
–Lo queremos mucho, pero se convertirá en una estatua de sal –intentan protegerlo.
–No sean inocentes, si yo soy tata padre y Dios me manda que yo examine esto –responde el párroco y ordena a los indígenas que caven una zanja.
Las palabras de Manuel Gil y Sáenz serían reproducidas por Martín Ortiz, catedrático de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco y autor de Historia de la Explotación Petrolera en Tabasco 1900-1960.
En 1864, Gil llena seis latas de petróleo en un solo día. El verdadero hallazgo es el valor del negocio y, en cuanto tiene oportunidad, envía los recipientes a Nueva York, lugar en el que el inminente magnate petrolero de la Standard and Oil, John D. Rockefeller, dirige sus negocios.
Los empresarios estadunidenses ofrecen apenas tres centavos de dólar por kilo de combustible. La explotación resulta incosteable para Manuel Gil, pero la exploración petrolera ha iniciado en Tabasco.
Más de un siglo después, otros mexicanos ofrecerían el petróleo a los estadunidenses quienes, esta vez, no pensarían dos veces el ofrecimiento.
* * *
Es 3 de febrero de 2014 y el chontal Eleuterio de la Cruz Sánchez, Delegado de Oxiacaque, municipio de Nacajuca, señala con el índice derecho hacia una torre de tubos. Si se observa con cuidado, se distinguen los chorros de agua que lanzan dos enormes carros cisternas.
El hombre apunta al pozo petrolero Terra 123, el mismo que ardió durante 57 días cubiertos con un velo de aceite y 57 noches en que al cielo le quemaban una de sus esquinas como si fuera un papel negro sobre una vela.
“Parecía el infierno”, dice el descendiente de aquellos chontales que previnieron en vano al sacerdote Manuel Gil de no ir al lodo maldito.
Debieran estar acostumbrados a los frecuentes incendios y derrames ocurridos durante la operación de 60 pozos en producción y otros cinco o seis en perforación existentes en la pequeña localidad.
“Cuando llegaron, hace más de 30 años, nada más avisaron que iban a perforar. En ese entonces, por el poco conocimiento, no sabíamos ni qué onda con Pemex”, dice De la Cruz.
“Ahora sólo van con los dueños de las parcelas donde deciden excavar y les dicen que es ahí. Las autoridades nos toman en cuenta hasta que las compañías están laborando. Apenas empiezan a perforar y ya hay afectaciones: merma el agua en los terrenos de alrededor”.
–¿Cuánto paga Pemex por la afectación en la perforación de una parcela? –pregunto a Eleuterio.
–Estas son tierras ejidales. A un compañero que le toca la mala suerte de que hallen petróleo debajo de su parcela, Pemex le da, por sus dos o tres hectáreas, entre 60 mil y 80 mil pesos. Eso es todo, nunca más vuelven a darle nada.
–¿Setenta mil pesos es una pérdida?
–¡Sí, bastante! –abre grandes los ojos. –La parcela es para siempre y el dinero es para un rato. Hay quien se aloca y ni sabe en qué se gasta 70 mil pesos. No se puede decir que no. Con mentiras o lo que sea, Pemex obtiene el terreno.
–¿Han sido indemnizados de alguna manera cuando ocurren derrames o incendios?
–Siempre hemos sido engañados; Pemex nunca indemniza. Mientras pasó la contingencia del incendio del Terra 123 nos dieron seis despensas por familia durante los 57 días que duró el fuego.
–¿Vinieron servicios médicos de Pemex?
–Estuvieron 30 días en el Centro de Salud. Vacunaron, dieron algunas consultas y nada más.
–¿Dan los servicios médicos para otras cosas?
–Aquí Pemex sólo se dedica a perforar los pozos y extraer el petróleo, no a ayudar. Nunca lo han hecho.
Eleuterio tiene 46 años de edad y siempre ha vivido en La Chontalpa tabasqueña. Recuerda el inicio de la perforación de los pozos petroleros, hace unas tres décadas y cómo, desde entonces, todo empezó a morir.
“Por un derrame, el deterioro de los sembradíos llega al 100 por ciento y la ganadería se afecta al 60 por ciento. Es inevitable ver cómo Pemex ha degradado el suelo y el agua. Todo se va al carajo”.
La salud también. Las personas aseguran que los daños a su estado físico son claros. Los incendios ocasionan catarros hasta a los viejos que nunca antes sufrieron un resfriado. Los niños son asmáticos y algunos desarrollan dermatitis al contacto de agua estancada o la lluvia y ésta es una de las regiones más lluviosas del mundo.
Otro problema es que el conjunto de obras carreteras, con más de mil kilómetros lineales de pavimento o de ductos, hamodificado el sistema natural del pantano y el agua se contiene donde antes lo hacía. Basta un poco de calor –y aquí siempre está caliente– para que prolifere el mosquito transmisor de dengue.
La corrosión de esos tubos conductores de crudo ocasiona parte de las difusiones, pero la propia oxidación de los tubos es por sí misma una causa de deterioro ambiental.
“¿Y quién nos garantiza que no enfermaremos de cáncer o de otras cosas por la contaminación dentro de 10, 20 o 30 años?”, sugiere Eleuterio. “Y esto también le concierne a las compañías extranjeras, que siempre han estado. Para nosotros no hay sorpresa hoy que amanecemos con la reforma petrolera”.
* * *
Pemex es la décima compañía petrolera en el mundo y es pilar de la economía mexicana. En Tabasco, 13 de sus 17 municipios poseen instalaciones petroleras de las subsidiarias Exploración y Producción y Gas y Petroquímica Básica.
Existen 64 campos de producción, 893 pozos en explotación, tres centros procesadores de gas, más de 10 mil kilómetros de ductos, una terminal de abastecimiento y otra terminal marítima.
El estado es el segundo productor nacional de gas natural al aportar el 21.3 por ciento del extraído en país, lo que significan mil 291 millones de pies cúbicos por día.
Es tercero en obtención de petróleo crudo: 13.7 por ciento del país, 420 mil 700 barriles diarios de las variedades ligero y superligero “Olmeca”, que se cotizan a mayor precio por su alto contenido de gasolina
En 2007, según datos oficiales del gobierno estatal, la paraestatal extrajo un volumen equivalente a 4 mil 436 millones de dólares cada día.
Y si alguien aún cree que las cosas mejorarán con la apertura del sector debe considerar que buena parte de la operación es realizada por compañías privadas, mismas que han contado con toda clase de beneficios fiscales. Estas son algunas de acuerdo con información del gobierno de Tabasco. Los nombres de las firmas son visibles en los complejos tabasqueños:
- Schlumberger: La empresa tiene sede en Houston, Texas, y su valor en 2012 era superior a los 61 mil 500 millones de dólares. Fundada en 1926, es la principal proveedora mundial de servicios de campos petroleros. Tiene presencia en 85 países y cuenta con 123 mil empleados.
- Bechtel: Es la séptima mayor empresa privada de Estados Unidos. Tiene su sede en San Francisco, California. Cuenta con 44 mil empleados en 50 países y sus ingresos en 2009 superaron los 31 mil millones de dólares. Esta empresa participó en el proyecto de privatización del agua en Bolivia lo que ocasionó protestas y muertes de manifestantes por el alza en el precio del líquido.
- Halliburton: También reside en Houston, Texas. Es una de los mayores proveedores mundiales de productos y servicios a la industria de la energía, incluidos la localización de los hidrocarburos, gestión de datos geológicos, perforación, evaluación, construcción, terminación y optimización de la producción. Sus ingresos en 2008 ascendieron 18 mil 279 millones de dólares. La firma se vio involucrada en los intereses petroleros que subyacieron a la invasión estadunidense de Irak.
- Protexa: Es una firma con antecedentes de incumplimiento de obras contratadas por Pemex, mal historial crediticio y finanzas poco sanas establecida en Monterrey, Nuevo León. Se especializa en el tendido de ductos y perforaciones petroleras. Realiza obras de ingeniería para la conducción de agua, gas, petróleo o cualquier otro fluido. Ha sido relacionada en la red de corrupción y tráficos de influencia de la compañía Oceanografía, intervenida por fraude. Dicen los ejecutivos de Protexa de su compañía:“Estar comprometidos con el cuidado del medio ambiente y la ecología. Responsabilizamos nuestros actos para que nuestros servicios y actividades logren un balance en las comunidades, promoviendo el uso eficiente de los recursos en beneficio de la sociedad y el mundo en general”.
- Novagas: Empresa intermediaria dedicada a la venta de repuestos y equipos de gas de distintas marcas del mercado.
- ICA-Fluor: Subsidiaría de la mayor constructora del país y desarrolladora de plantas de petróleo y gas, de generación de energías, petroquímicas, así como instalaciones para la industria automovilística y de telecomunicaciones.
- Q-Max: Dedicada a la producción de sistemas de conversión de energía, es decir, un suministrador de electricidad alterno a la pública Comisión Federal de Electricidad.
Riqueza, hay mucha riqueza en el edén.
Por eso extraña tanto que a donde uno voltee en los pueblos chontales sólo encuentra niños miserables.
No es un decir: en México, entre más lejos esté un lugar del petróleo es menor la calidad de vida de su población.
El Programa de la Naciones Unidas produce un indicador basado en distintos criterios relacionados con el acceso a la salud, la educación y el ingreso llamado Índice de Desarrollo Humano (IDH).
La Delegación Miguel Hidalgo del Distrito Federal, sede del corporativo de Pemex y oficinas, posee un IDH de 0.9188, el cuarto más elevado de México. Si Miguel Hidalgo fuera un país, estaría muy cerca de Alemania. El IDH, hay que decirlo, no considera aspectos de delincuencia o movilidad.
Salamanca, Guanajuato, posee una de las mayores refinerías de América Latina. Su IDH es de 0.8310 y su lugar en el contexto nacional es el 280. En la lista internacional empataría con Hungría, pero estaría debajo de Grecia a pesar de sufrir la peor crisis económica en la historia de la Unión Europea.
En Tabasco, Centla es un municipio con campos petroleros y su IDH es de 0.7432, lo que significa la posición nacional número 1 mil 460. El hipotético país Centla se colocaría apenas por encima de Irán, país con décadas de guerra.
Las cosas deberían ser diferentes. Las promesas sí existieron.
René Pietri y Claudio Stern escribieron en Petróleo, agricultura y población en el sureste de México (El Colegio de México, 1985) que la política económica petrolera en la región guardó el propósito público de crear en Tabasco un “polo de desarrollo” capaz de atraer no sólo a la población de los alrededores, sino de fuera del estado.
* * *
La producción de plátano ha declinado en las zonas próximas de los sitios de extracción del hidrocarburo por dos razones inherentes al agua: la lluvia ácida y la contaminación por derrames en los veneros, pero también por la degradación de los suelos.
Aunque la tierra no está suficientemente estudiada, Eleuterio refiere una investigación académica en proceso por parte del Instituto Politécnico Nacional (IPN). Los científicos prevén la demostración de altos contenidos de metales pesados y la merma de fertilidad del campo, lo que no sólo atañe al plátano, sino también a granos básicos como el maíz.
El ganado también sufre los efectos de la contaminación, al ser susceptible de envenenarse en abrevaderos polutos y por comer plantas afectadas.
La reducción de los peces nativos en el humedal se ha afectado también por la alta toxicidad del agua y por las modificaciones al sistema natural de la cuenca formada por los caudalosos ríos Grijalva y el Usumacinta, el segundo mayor delta del continente americano, sólo detrás del formado por el Río Mississippi, en Estados Unidos.
Por si algo faltara, los pescadores chontales de agua dulce enfrentan la plaga del pez diablo [Hypostomus plecostomus], una especie sudamericana introducida en México con fines de ornato, pero liberada en circunstancias poco esclarecidas en ambientes naturales. El pez diablo no tiene predadores en la región y es un voraz consumidor de la hueva y pequeños ejemplares de especies que constituían la principal fuente de proteínas de los chontales.
“Nomás traigo una red llena de diablos y el diablo no se come: tiene poca carne y babosa y corta la mano nomás de agarrarlo, hasta rompe las redes de lo espinoso y duro que es”, lamenta un pescador artesanal, como casi todos los chontales son. “Se pescaba en abundancia peje lagarto, mojarra y quijoteas. Antes sacaba la red llena de mojarras y hoy de puros diablos, que parecen resistentes a la contaminación.
“Las lagunas están todas azolvadas de aceite. Tengo dos hijos pequeños que si nomás les doy una mojarrita, cuando encuentro, ya están rascando la olla pidiendo más”.
Este hombre pareciera referir la abundancia perdida hace décadas, pero apenas tiene 32 años de edad. Su familia, de cuatro miembros, vive con menos de 2 mil pesos mensuales.
–¿Por qué no trabajan para Pemex? –pregunto al Delegado Eleuterio de la Cruz.
–No nos contratan con el argumento de que la mano de obra requerida es calificada y que por eso traen gente de fuera.
–¿Pemex ha hecho algo por calificarlos a ustedes?
–Desde que Pemex entró a la comunidad nunca se han preocupado de hacerlo. Sólo perjuicio nos han traído. Y nosotros llegamos primero y después el campo petrolero. Eso quiere decir que quien metió en riesgo nuestras vidas y nuestro medio ambiente es Pemex. Nuestras comunidades deberían ser beneficiadas con obras sociales, pero no tenemos los servicios que debíamos de tener desde hace mucho tiempo. Aquí no tenemos drenaje ni servicio de recolección de basura. Faltan escuelas de calidad.
La escuela del pueblo carece de aulas para impartir todos los grados escolares. Oxiacaque, con unos 3 mil habitantes, carece de hospital. Cuentan con un centro de salud que funciona algunas horas del día entre semana y prácticamente sin medicamentos. Petróleos Mexicanos posee un servicio médico propio, pero éste sólo beneficia a sus trabajadores y son pocos los chontales contratados por la paraestatal.
–¿Son constantes los derrames?
–¿Los grandes?
–Los que sean.
–Siempre hay. Con el poco conocimiento que tenemos de esta situación, creemos que se tanto los derrames como los incendios se deben al descuido. Pemex sólo está interesado en que las instalaciones trabajen, sin importar nada. Nunca hemos tenido provecho de Pemex. Nos quitaron la tierra y el agua y las que no nos quitaron la echan a perder.
–¿Pemex hizo promesas cuando llegó?
Eleuterio sonríe. Jala a una de sus nietas a un pequeño recibidor del frente de su casa. El sol de Tabasco no quiere a los forasteros.
–Los mayores del pueblo cuentan que los ingenieros llegaron diciendo que si Pemex entraba mejoraría todo. Pero todo sigue igual: las calles sin pavimentar, sin drenaje y el agua potable es pésima. Todo fue mentira. Petróleos Mexicanos nunca dice la verdad, ni de lo que te dará ni de todos los problemas que ocasiona. Los minimiza y siempre dice que no pasa nada, cuando la realidad es otra –ahora apunta a una planta de plátano que parece un paraguas negro después del huracán.
El plátano, alguna vez considerado “el oro verde” de Tabasco, es una maldición anterior de los chontales. Introducido a principios del siglo pasado, su cultivo generalizado los despojó de sus tierras y los esclavizó en su faena. Un mal anterior, también devastador de la naturaleza, fue la tala de maderas preciosas.
Uno posterior fue la actividad ganadera extendida: entre 1950 y 1970 el número de reses pasó de 283 mil a más de un millón. Cada metro que creció el pastizal le fue arrebatado a la selva.
Pero es la maldición del oro negro la peor de todas.
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Raymundo Sauri es director de Manejo y Aprovechamiento de Recursos Naturales, oficina dependiente de la Secretaría de Desarrollo Sustentable de Tabasco. El funcionario, con pasado académico, considera que la intervención más dolorosa en la relación ambiental e indígena ha sido la realizada por Petróleos Mexicanos.
“Cuando les dieron trabajo fue en una una ilusión muy pasajera, muy veloz. Los indígenas dejaron la fisga, el chontal –así se le dice al sombrero en chontal–, el machete. Entraron a machetear o a cargar tubos durante uno o dos años, en que dejaron la parcela o la vendieron. Cuando terminó el trabajo eventual, el regreso a las condiciones originales fue para catastrófico”, dice en entrevista.
–Ahorita hay una carretera bloqueada porque la gente pide despensas –se le comenta a Sauri
–Sí y esto tiene que ver con una larga historia de relación Pemex con las comunidades. Es una forma de ser y estar en un conflicto en el que pierden basados en la compensación. Es una actitud extendida originada en la poca institucionalidad para administrar conflictos y el uso de corrupción de líderes y funcionarios y la entrega de dádivas para salvar problemas menores, incluso los menores.
–Dinero a la mano.
–Sí, que no soluciona nada, excepto el hambre por un día, pero lo único que hace es que va a conseguir una espiral interminable, un barril sin fondo y nadie gana con eso.
–¿Cuando llegó Pemex explicó a la gente la dimensión de la riqueza que extraería de sus tierras?
–Lo dudo, porque creo que cuando llegaron ni ellos sabían la dimensión. Hace 10 años el Golfo de México estaba catalogado como la súper región 19 del mundo en yacimientos petroleros. Este es un blanco a perseguir, muy atractivo, para la industria global.
–Me refiero a los pocos beneficios que la industria ha traído a pueblos como Oxiacaque.
–Por supuesto. Ese es un abismo insondable. Las localidades que están en torno al campo petrolero tienen puentes de palitos. A la vista del pozo ves condiciones de hace dos siglos. Puede ser que hagas preguntas incluso fuera del lugar pero son las que abren frente a la realidad de los recursos extraídos y las condiciones de las viviendas de la gente.
Antonio Rodríguez Cruz llegó a Huatacalca hace más de 50 años, antes de que Pemex taladrara el pantano de la baja planicie tabasqueña y convirtiera sus ríos en venas de lodo negro y peces aceitosos.
Es febrero y el viejo ya busca la sombra de una lona plantada a media carretera. Se sienta en una silla plegable con una marca de cerveza en el respaldo con otro centenar de chontales.
Los pobladores bloquean el paso entre la zona petrolífera de Nacajuca y Villahermosa. Apenas un par de meses atrás dejó de llover ceniza del pozo incendiado a pocos kilómetros de aquí, convirtiendo un pedazo del edén en un tapete de hollín pegajoso.
Esta vez los de Huatacalca cierran el camino y retienen 24 tráileres con suministros y materiales con la queja de que mientras los habitantes de otras comunidades reciben apoyos por los daños ambientales ocasionados por el fuego descontrolado, ellos no han sido incluidos a pesar de las evidentes afectaciones.
También protestan por los camiones transportistas que, luego de tres décadas de ir y venir junto a sus casas, han cuarteado sus paredes y techos.
“De aquí sacan riqueza pero para llevarla a otros países. No hay nada que se quede aquí. ¿A dónde ve usted algo bonito aquí?”, dice el viejo vestido con una blusa de red morada y pestañas enchinadas, cubiertas de rímel tan grumoso que pareciera haberse peinado los ojos con el chapopote de cualquier venero de por aquí.
El centenar de manifestantes asienten a cada palabra de Antonio Rodríguez y festeja cada uno de sus chistes, especiados y picantes como empenadas de pejelagarto bañadas en salsa de chile habanero.
“A la gente de Cunduacán, a la que también tienen toda jodida, les dan mil pesos al año y una despensa al mes. Para los campesinos de aquí no hay nada, sólo queda irse de albañil o de sirvienta a Villahermosa. Ya acabaron con todo aquí, en Huatacalca”, el travesti de 63 años de edad cruza las piernas, parpadea y levanta la barbilla con indignación.
La despensa reclamada contiene aceite, arroz, frijol, leche, café, avena y sal. Es una bolsa con alimentos suficientes para abastecer una familia de cinco personas durante cuatro o cinco días. A dos kilómetros en línea recta sobre el humedal están los pozos petroleros de Coatitán.
–¿Y los ríos? –pregunto a Antonio.
–¿Quiere ver un muerto al que no se le puede enterrar? –mira hacia un arroyo a 50 metros.
–Los ríos murieron ahogados con basura y petróleo. Esa agua era clarita, pero ahora parece gasolina. ¿No lo ve usted? Aquí nos bañábamos. ¡Que se venga a bañar La Gaviota! –propone en referencia a la esposa del Presidente Enrique Peña Nieto, lo que le provee de una nueva ovación de sus compañeros de protesta, su público durante la entrevista. –Peña Nieto está vendiendo lo de todos al extranjero y dice que con eso pasaremos a mejor vida, pero por aquí sólo pasan a mejor vida los extranjeros. Y peor para nosotros: si sólo fuera que robaran, pero además de que nos quitan y nos contaminan lo que no les interesa”.
Interviene Francisco Jiménez, Delegado municipal del Rancho de la Cruz:
“A todos les dan despensas, menos a nosotros. No pasan dos o tres meses sin que haya explosiones o derrames. Casi siempre son por culpa de la mala operación de Pemex o de las empresas extranjeras que trabajan aquí.
“Con Pemex no sirve buscar las cosas por la buena, porque ni siquiera nos atienden y eso que aquí Pemex nada más ha dado contaminación. Pemex no ha sido para darle empleo a las comunidades y vivamos un poquito mejor, porque nada más trae trabajadores de otros estados, de otros lados”.
El rencor de Francisco a la petrolera no es nuevo. Trabajó para Pemex entre 1980 y 1990, cuando perdió el dedo índice de la mano derecha y lo despidieron. Sin contrato, le dieron unos cuantos miles de pesos.
“¿Quiénes trabajan ahorita? Pura compañía de fuera. A nosotros no nos dan dizque porque no estamos calificados, pero nunca nadie se preocupó por poner una escuela que nos capacitara”, dice Francisco con amargura.
“Y nosotros estamos expuestos al peligro de morir en cualquier explosión. Se ha muerto gente quemada en Cunduacán y en otros lados y nomás le avientan tierra a los difuntos y unos centavos a las viudas y a seguir sacando la riqueza”.
–¿Hay peces en ese río? –pregunto nuevamente a Antonio y sigo su mirada pintada de azul hacia un estero que serpea verde de lirio acuático.
–Sólo pez diablo –hace gesto de asco –y dicen que es venenoso. Una señora y un muchacho se lo comieron y murieron. También hay unas salamandras que quizá los mismos de Pemex trajeron. Y esas salamandras molestan: se cagan en la comida. *