México celebra cada 2 de febrero el Día de la Candelaria, que señala el final de las celebraciones de Navidad, durante el cual las familias cocinan tamales (alimento a base de maíz con rellenos variados) y sacan a pasear a su Niño Dios.
Por Inés Amarelo
México, 2 de febrero (EFE).- La construcción, reparación y cuidado de los Niños Dios es una tradición mexicana que sigue vigente cada 2 de febrero y nunca muere a pesar del paso del tiempo y los nuevos paradigmas.
“Uno como católico ve (a la figura) como el Niño Dios de chiquito, y eso es muy importante para nosotros”, explicó este a Efe María del Consuelo, quien viste Niños Dios para otras personas.
Además, tiene otros seis en casa, que ha ido heredando de otros miembros de su familia, a los que viste meticulosamente cada año con distintos trajes. “Los distingo por tamaño pero también, a pesar de que se ve que tienen la misma carita, ya uno los identifica como si hubiese algo diferente en cada niño”, detalló María del Consuelo.
México celebra cada 2 de febrero el Día de la Candelaria, que señala el final de las celebraciones de Navidad, durante el cual las familias cocinan tamales (alimento a base de maíz con rellenos variados) y sacan a pasear a su Niño Dios.
A diferencia de otras tradiciones que poco a poco se han ido perdiendo, esta sobrevive generación tras generación al igual que las figuras, que se reparan una y otra vez cuando sufren algún daño por el valor sentimental que llevan a albergar.
Rafael vende vestidos cada enero en el centro de la Ciudad de México, en el barrio de la Merced, donde se agrupan la mayoría de establecimientos relacionados con cualquier parte del proceso de esta tradición.
“Yo sí creo más en lo que tienen los que no son nuevos porque viene de generaciones. Llega a pasar que se rompen en pedazos (…) pero lo principal es la fe, la fe es lo que mueve montañas, lo que anima todo y lo principal”, comentó a Efe.
En su puesto venden vestidos sueltos pero también visten a los niños Dios que les llevan, proceso en el que tienen especial cuidado para que no haya ningún accidente.
“Muchos prefieren arreglarlos por el cariño que se le agarra a la imagen”, explicó Leticia, de otro puesto en el que hacen reparaciones.
En el enorme puesto de Rafael se pueden ver trajes de todo tipo y, aunque muchos otros establecimientos ofrecen algunos como futbolista, médico, electricista e incluso a la semejanza del Presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, Rafael prefiere los de toda la vida, como la Sagrada Familia o San Judas Tadeo.
Hay trajes a la moda cada año, pero los católicos más puristas consideran que se basan más en parodiar a los personajes o a las profesiones del momento o perdiendo de vista el origen, hace siglos, de esta costumbre tan arraigada en México y en algunos otros países de Latinoamérica.
UN LABORIOSO PROCESO
El proceso para llegar a crear un Niño Dios es muy laborioso. En primer lugar se hace un molde genérico con el que se producen las figuras de cerámica (la mayoría) y después tiene lugar el proceso de decoración.
Después de arreglar las imperfecciones del molde, se le colocan los ojos de vidrio y se pintan, tanto la piel en distintas tonalidades como la ropa o el pelo.
Finalmente se elige la ropa del santo o personaje que más agrade o ayude a la familia.
Pero el proceso no termina ahí, sino que lo más habitual es que cada año tengan algún desperfecto que arreglar y es justo en la Merced donde se reúne la mayor cantidad de artesanos que se dedican a este tipo de reparaciones.
Julio César forma parte de la tercera generación de artesanos de su familia que se dedican a arreglar niños Dios. Esta profesión forma parte de la herencia.
Para él, lo más complejo es pintarlo, ya que esto le da el toque final y es lo que se ve. “Requiere más que nada mucha paciencia y saber hacerlo muy bien. Es un trabajo artesanal”, sentenció.
Después del día de la Candelaria las figuras se guardan y los artesanos buscan otros campos en los que trabajar hasta el año siguiente, cuando regresan a la Merced y reciben de nuevo a miles de clientes. Tanto nuevos, como de toda la vida.