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Gisela Pérez de Acha

02/02/2014 - 12:00 am

Daft Punk y la democracia de la música dance

Daft Punk. El dúo dinámico francés que desde hace dos décadas tiene a todo el mundo hablando. Un nombre y dos palabras que aún hoy en día son representativas de su música: “daft”, ridículo, ligero, tonto y “punk” con toda su carga rebelde. Pero detrás de los cascos de robot hay toda una ideología sobre […]

Daft Punk. El dúo dinámico francés que desde hace dos décadas tiene a todo el mundo hablando. Un nombre y dos palabras que aún hoy en día son representativas de su música: “daft”, ridículo, ligero, tonto y “punk” con toda su carga rebelde. Pero detrás de los cascos de robot hay toda una ideología sobre la música y la igualdad, promovida por sus integrantes Thomas Bangalter y Guy-Manuel de Homem-Christo.

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Estos dos robots tienen conquistada la escena de la música dance. Around the world, personas de muy distintas generaciones y culturas bailan al compás de sus deliciosos y repetitivos mantras loopeados a la perfección. Daft Punk es la receta perfecta de la época: retoma la nostalgia por la era del disco, le agrega el house necesario que hace mover los pies, sazona con un poco de funk, distorsiona con los sintetizadores del pop y culmina con punk rock.  Pasa así, por casi todos los géneros populares. Para las generaciones viejas, Daft Punk es un recuerdo de su época; para la mía, es un asomo a una época cálida que ya no es propia del presente.

Daft Punk es el Andy Warhol de la música electrónica: ha logrado que el arte sea consumido masivamente a través del pop como cultura popular de masas. Con esto en mente, su proceso artístico no se puede disociar del mensaje político, y mucho menos en términos de vanguardia.

Me atrevería a decir que el buen pop es democrático, y Daft Punk es una prueba de ello. ¿Existe algo menos excluyente de edades, clases sociales, cultural o colores de piel? ¿Horizontalidad más franca que los torrents de música en internet?  ¿Algún otro mecanismo que empate cuerpos al son del mismo mensaje? ¿O algo más igualitario que el sudor ajeno en la pista de baile?

En la era de la protesta como forma de participación política, el desplazamiento del Estado “democrático” al internet, y la cultura de la espiritualidad del fast food, tenemos mucho que aprender del Daft Punk y el pop que logra mover apatías.

La historia comienza en 1993 cuando Bangalter y de Homem-Christo fundan el grupo, pero no fue sino hasta 1997 que lanzan su primer disco Homework identificándose desde entonces con la filosofía del punk, y haciendo honor a su nombre. Este primer disco -sacado también en casette- suena a libertad, provocación, rompimiento del orden y rebeldía contra los cánones musicales tan marcados de la época, aunque reconociendo a los maestros de la tradición electrónica. Una muestra es la canción Teachers:

Para ese entonces, Daft Punk permanecía en el anonimato con bolsas de papel sobre sus cabezas que más bien parecían disfraces de Halloween. Los robots no aparecieron sino hasta el lanzamiento del segundo disco el 2001: Discovery, con trazos de aquella nostalgia por el disco, el synth-pop y las voces robóticas filtradas, que de alguna manera no hacen sentir lo impersonal. One More Time  fue uno de los hits más cantados en el cambio de siglo:

Los robots empiezan a formar parte del mensaje político del dúo. Según una entrevista hecha por Rolling Stone, esto representa dos cosas para ellos: el enigma del anonimato anclado en la igualdad y una posición contra la idolatrización de las figuras musicales de la época. En la citada entrevista, Bangalter afirma no creer en el estrellato, Daft Punk busca que el centro sea la música. El robot entonces actúa como una especie de espejo que permite un diálogo más honesto y menos jerarquizado con el público masivo.

Era la época -al inicio de los años 2000- en que la música electrónica planteaba la deliciosa paradoja del trance provocado por computadoras y la democratización del ruido. El dúo robótico no es la excepción, y hacia el 2005 su tercer disco de estudio retrata dicha contradicción, que al final parece llevarse muy bien. Es el año de Human After All y su sencillo más conocido: Technologic.

La letra de esta canción se refiere a los procesos tecnológicos que fueron incorporados al vocabulario del siglo XXI cuando las computadoras personales ya estaban al alcance de todos y la evolución del internet había permitido el desarrollo de herramientas como Napster. La música se convirtió en compases maleables, manipulados y experimentados por todos:

View it, code it, jam – unlock it,
Surf it, scroll it, pause it, click it,
Cross it, crack it, switch – update it,
Name it, rate it, tune it, print it,
Scan it, send it, fax – rename it,
Touch it, bring it, pay it, watch it,
Turn it, leave it, start – format it

En términos de acceso, información, producción y poder adquisitivo, es la etapa de democratización musical. Daft Punk en aquel entonces apostaba por el código libre, el uso de plataformas alternativas y la reivindicación del anticopyright.

Existieron soundtracks y giras, pero no fue sino hasta ocho años después que el dúo sacó su cuarto disco de estudio: Random Access Memories, ganador de cinco premios Grammy. El nombre del disco es una metáfora para explicar la relación entre la memoria RAM de las computadoras y el funcionamiento del cerebro humano.

Technostalgia es el término con el que se podría describir, porque el futuro ya no es lo que era, y ahí radica la melancolía. Random Acces Memories da vuelta atrás hacia las frases, conceptos, sonidos e instrumentos característicos del futurismo de los años sesenta. El resultado es un sonido disco, punk, pop y electro que una vez más, abarca la expresión de una buena parte del mundo. Daft Punk logra reconfigurar el pasado en los márgenes del pop contemporáneo circunscrito por el internet. El mensaje del pop es escuchado y bailado en el amplio mundo globalizado.

La estrategia de marketing de su primer sencillo Get Lucky fue simplemente espectacular. Los cibernautas vivíamos pegados a la computadora esperando la versión auténtica después de que los primeros compases del coro se filtraron en Saturday Night Live y varias versiones falsas circularon por la web. Estábamos todos en estado de ansiedad. Hasta que por fin, Amazon anunció el debut del pegajoso mantra de Get Lucky.

Si el pop se acerca a la igualdad y el punk es rompimiento, en la música dance se predica la fraternidad de los cuerpos y las masas en protesta.

Podré ser reduccionista, pero si el éxito de la democracia se mide en términos de participación popular e igualdad social, me parece que deberíamos prestar atención a la música consumida por las masas alrededor del mundo.

Algo queda muy claro: el mecanismo del pop funciona. El siguiente paso de la democracia (y el feminismo, cabe añadir) tal vez se comunique a través de una cultura de protesta pop, o punk pop, porque el mismo no siempre es vacío, aunque lo popular sea desdeñado por las élites. Pero no Daft Punk, ellos llegan a todos y mueven cuerpos por igual.

¿Será excesivo decir que podríamos copiar los modelos democráticos del pop? O más bien, ¿será que el mismo reivindica simplemente una cultura del consumo incompatible con los principios igualitarios?

Habrá que reflexionar, pero entre tanto, propongo seguir bailando.

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