Fueron cuatro días del Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan en Chiapas. Es la segunda ocasión que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) organiza esta reunión en la que solo participan y hay mujeres. Este año, hasta la menor tarea logística estuvo a cargo de mujeres zapatistas quienes decidieron que la dinámica de este evento sería escuchar a sus invitadas.
Altamirano, Chiapas, 2 de enero (SinEmbargo).- Karen es una zapatista de 20 años. Nació después del levantamiento armado de 1994 y por esa razón su visión tiene un peso significativo en estos días.
Es una de las coordinadoras del Segundo Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan y organizó la entrada de las 4 mil asistentes al semillero “Huellas del caminar de la Comandanta Ramona”. Aunque los dos primeros días no tuvo descanso, en los posteriores a la inauguración sonrió y platicó sin prisas con las asistentes.
Karen, como dije antes, nació después del levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y justo eso la hace ser hoy una zapatista que mira su existencia como una donación que sirva a su pueblo. La noche que platicamos fue la de un día en la que las zapatistas dejaron el micrófono abierto a las víctimas de la violencia que fueron a Chiapas y su conclusión de la catarsis que se vivió ese día es también un torbellino a los sentidos de cualquier mujer, de cualquier sitio, que sabe que la violencia está dentro del hogar o en un trayecto de unos cuantos metros en la calle.
Karen contó esa noche que las zapatistas decidieron, para este Encuentro, escuchar y dar espacio a los dolores de las mujeres de afuera. Entonces, ellas, las zapatistas, escucharon todo: casos de violación sexual, de golpes, feminicidios, despojo, de asesinatos desde el poder, de desaparición. Escucharon a quienes se llamaron sobrevivientes de violencia luego de cinco o diez años de dolor; escucharon a quienes fueron a contar la violencia de otras que fueron silenciadas.
Y Karen nombró eso como el pasado, es decir, ella dijo que sí hay machismo en sus comunidades, que saben lo que es, pero no de las violaciones a menores por parte de familiares, que los golpes en el noviazgo se redujeron a casi cero en el último año, al igual que los asesinatos de mujeres.
Admitió que hay miedo, sobretodo cuando salen a “municipios partidistas”, porque ahí aún son víctimas de acoso, pero que dentro de los caracoles, hablar de todos estos problemas y nombrar y criticar el machismo, funcionó para que los compañeros dejaran de ser violentos.
Y eso se tradujo en libertad para ellas: deciden cuándo tener hijos o si quieren tenerlos; deciden estar casadas o no; deciden ayudar en las labores del hogar o ser milicianas activas o ayudar en cualquier área de desarrollo en sus caracoles.
Lo que hoy las mujeres de fuera lloran, para Karen es el pasado. No hay modo de cerciorarse de que efectivamente, la violencia contra las mujeres en comunidades zapatistas desapareció, pero esos cuatro días de Encuentro, esas mujeres dieron un abrazo para las de afuera. Como lo dijo Karen: aunque a veces hay miedo, han aprendido que juntas, el miedo es menos.
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El discurso de la Comandata Amada en la Inauguración del Encuentro de Mujeres en Chiapas provocó el llanto de la mayoría, porque aunque inició con un festejo por reunir a casi 4 mil mujeres de 49 países (con travesías nada fáciles ni cómodas), le siguió el motivo por el cual urgía una reunión exclusiva de mujeres, hasta el sureste del país.
La Comandanta Amada leyó: “Todas, sin importar el calendario que carguemos o la geografía en la que vivimos, estamos en lo mismo: la lucha por nuestros derechos como mujeres que somos. Por ejemplo, nuestro derecho a la vida. Y aquí es donde estamos tristes y con pena porque, a más de un año del primer encuentro [realizado en 2018], no podemos dar buenas cuentas. En todo el mundo siguen asesinando mujeres, las siguen desapareciendo, las siguen violentando, las siguen despreciando. En este año no se ha parado el número de violentadas, desaparecidas y asesinadas. Lo que sabemos es que ha aumentado”.
Y entonces vino una lista de avances anunciados en materia de derechos de las mujeres que con un “pero” ya no lo son tanto:
-Dicen que hay equidad de género porque en los malos gobiernos hay igual de hombres y mujeres mandones y mandonas. Pero nos siguen asesinando.
-Dicen que hay más derechos en la paga para las mujeres. Pero nos siguen asesinando.
-Dicen que hay mucho avance en las luchas feministas. Pero nos siguen asesinando.
-Dicen que ahora las mujeres tienen más voz. Pero nos siguen asesinando.
-Dicen que ahora ya se toma en cuenta a las mujeres. Pero nos siguen asesinando.
-Dicen que ahora hay más leyes que protegen a las mujeres. Pero nos siguen asesinando.
-Dicen que ahora es muy bien visto hablar bien de las mujeres y sus luchas. Pero nos siguen asesinando.
-Dicen que hay hombres que entienden la lucha de como mujeres que somos y hasta se dicen que son feministas. Pero nos siguen asesinando.
-Dicen que la mujer ya está en más espacios. Pero nos siguen asesinando.
-Dicen que ya hay más conciencia del respeto a la mujer. Pero nos siguen asesinando.
“Cada vez más asesinadas. Cada vez con más brutalidad. Cada vez con más saña, coraje, envidia y odio. Y cada vez con más impunidad. O sea que cada vez con más machos que no se castigan, que siguen sin pena, como si nada, como si asesinar a una mujer, desaparecerla, explotarla, usarla, agredirla, despreciarla, es cualquier cosa”, agregó la Comandanta.
Así se pasó de la euforia por estar juntas a la reunión de los corazones tristes. Así pasarían casi dos días en los que la dinámica del encuentro no permitió la paz: el micrófono se dejó abierto para contar los dolores que se pueden resumir en casi 200 testimonios de violencia en México y el mundo:
-“Me cuesta levantarme día a día. Llevo dos años sin ver a mi hija desaparecida”.
-“Los pederastas están en el Internet. Es necesario decir a los niños y niñas ‘no te quites la ropa, hay depredadores’”.
-“Laura Vázquez ya no está, fue asesinada. Luchó contra una minera canadiense. También María Elena Valdés, ella fue colgada en su casa. A otra activista le dieron 18 puñaladas. Patricia, defensora de los territorios fue degollada. A Vianey, defensora mapuche, le dieron un tiro en la frente”.
-“Siempre pensé que no me pasaría. Un día fui a una fiesta del sindicato de la UNAM. Salí del baño y luego ya no recuerdo nada. Desperté en un hotel sola”.
-“Me violaron y mi padre me golpeó porque ‘abrí las piernas’. Luego mi marido intentó matarme”.
-“Karen y Erick, mis hijos, se quedaban solos por las tardes porque yo salía a trabajar. Mi único objetivo era darles comida y estudios. El 4 de agosto de 2016 fue el último día que respiraron. Su primo los mató y le dieron 5 años de cárcel”.
-“Mi pareja me golpeó en el ojo con un martillo. Me clavó un cuchillo en la espalda”.
-“Cuando tenía 6 y 7 años, la pareja de mi hermana me tocó, me había subido a una camioneta con el engaño de darme una gelatina. Yo no dije nada. En vacaciones familiares también lo hizo. Ahora temo por mis sobrinas, sus hijas”.
-“A mi mamá, su pareja 25 años mayor que ella, la comenzó a violar a los 13 años. La obligó a abortar tres veces”.
-“A los 5 años me violaron dentro de mi casa, fue un amigo de mi papá. Años después supimos que también abusó de mis tías”.
-“De los 11 a los 14 años mi tío abusó de mi. Abusó de una de mis primas y ella habló y toda la familia la juzgó de mentirosa. Él me robó mi sonrisa”.
-“Acordé tener relaciones con él, me gustaba físicamente. Se negó a usar condón, luego accedió, pero en una posición en la que yo le di la espalda se lo quitó. Tiempo después me diagnosticaron VPH y me tuvieron que quitar una parte de mi cervix”.
-“Las mujeres migrantes mueren y están invisibilizadas”.
-“Fueron muchos años de llorar, me robaron mi cuerpo. Abusaron de mi desde niña y por años”.
-“El abusador vivía en mi casa y fue perdonado”.
-“Se nos castiga por ser mujeres, pero es peor si somos mujeres fuertes que queremos liberarnos”.
-“El feminismo indígena causa ronchas, lo sabemos”.
-“Dejé de cantar cuatro años y medio porque a él no le gustaba”.
-“A pocos meses de terminar la licenciatura murió y su novio es el presunto responsable; ella ya no quería estar con él”.
-“A un hombre le molesta que una mujer sea capaz de decir qué quiere hacer”.
-“Ahora las que desaparecen en Ciudad Juárez son niñas; podemos decir que son casos de trata. Tenemos una red en la que nos avisamos antes de salir de nuestras casas el trayecto que tomaremos, la ropa que llevamos puesta y lo que haremos”.
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El sonido de un testimonio tras otro fue envolvente y las caras de miedo cuando desde el estrado se dijo “paciencia compañeras que se anotaron, ya hay 75 compañeras en lista” dijo todo. Y ocurrió lo mismo cuando en los siguientes dos días se tuvo que abrir de nuevo el espacio para las denuncias y los testimonios.
Con cada mujer que pasó se le abrazó y se le dijo “no estás sola” y ellas, muchas con el llanto casi a un punto incontrolable, se entregaron al abrazo de otra a la que no conocían, pero que estaba ahí.
“No se puede creer, compañera y hermana, que tanto que hablan del progreso, de la modernidad y del gran desarrollo que hay en esos mundos, y ni siquiera hay quien tiene un poco de humanidad para conmoverse con esas desgracias, dolores y desesperanzas que se dijeron, más las que no se dijeron. ¿Cómo es posible que una mujer con esos dolores, esas penas, esos corajes, esas rabias, tenga que venir hasta estas montañas del sureste mexicano para recibir lo menos que nos debemos entre mujeres, que es un abrazo de apoyo y consuelo?”, leyó en la clausura del Encuentro la Comandanta Yessica.
“Tal vez la mujer que no ha sufrido una violencia piense que eso no es importante, pero cualquiera que tenga un poco de corazón sabe que ese abrazo, ese consuelo, es una forma de decir, de comunicar, de gritar que no estamos solas. Y no estás sola, compañera y hermana. Pero no basta; no es sólo consuelo lo que necesitamos y merecemos. Necesitamos y merecemos verdad y justicia, necesitamos y merecemos vivir, necesitamos y merecemos libertad y eso tan necesario”, continuó.
Tanto en el evento de inauguración como en el de clausura las milicianas del EZLN compartieron un número de baile con música al que le siguió una pequeña muestra de un número militar: en medio había una niña de cinco años, hincada. Comenzaron a rodearla milicianas y en total fueron seis círculos de defensa,; en el último quedaron las arqueras. Se escuchó el grito de “preparen” y luego el de “apunten”. Así tres veces. Así terminaba el número.
Karen, la miliciana de 20 años explicó lo que quisieron decir: estamos listas para defendernos, porque estamos juntas.
“Necesitamos y merecemos vivir. Necesitamos y merecemos libertad. Y eso tan necesario tal vez podremos conquistarlo si es que nos apoyamos, nos protegemos y nos defendemos”, dijo también la Comandanta Yesica, esa noche del último domingo del año 2019.