El informe “El verdadero costo de la carne”, presentado en el marco de la COP13, expone que la ganadería es un importante factor en la pérdida de bosques y biodiversidad, especialmente en América Latina, donde ocurre gran parte de la deforestación a nivel mundial.
Ciudad de México, 2 de enero (SinEmbargo).– La producción industrial de carne y lácteos es uno de los mayores causantes de la pérdida de bosques y el cambio climático, con un 14.5 por ciento de las emisiones mundiales de Gases de Efecto Invernadero (GEI), de acuerdo con un informe presentado por la Coalición Mundial por los Bosques, en el marco de la Conferencia de las Partes (COP13) del Convenio de Diversidad Biológica (CDB), celebrada en Cancún, Quintana Roo, y en donde participaron 196 países.
En Sudamérica –plantea el reporte titulado “El verdadero costo de la carne”– el 71 por ciento de la deforestación ha sido provocado por la demanda de dichos productos. Además de ello, genera otros problemas importantes a nivel social, ambiental, así como en la salud y el bienestar animal.
También cita cifras de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) que revelan que la producción de leche de vaca y carne de res son los peores cuando de cambio climático se habla, ya que representan el 41 por ciento y el 20 por ciento de las emisiones del sector ganadero, respectivamente. Esto, explica, se debe a que la ganadería es un importante factor en la pérdida de bosques y biodiversidad, especialmente en América Latina, donde ocurre gran parte de la deforestación del planeta.
“La ganadería es insostenible y es uno de los problemas ambientales más grandes del mundo. En términos de los gases de efecto invernadero y de cambio climático, es uno de los sectores principales. Es la principal causa de pérdida de biodiversidad y ecosistemas en América Latina –especialmente de bosques–”, dijo Simone Lovera, directora ejecutiva de la Coalición Mundial por los Bosques, en entrevista para SinEmbargo.
Por ello, el análisis destaca que el tema es “un asunto urgente”, pues la producción ganadera ya ocupa la mayor parte de de las tierras agrícolas a nivel global y si no se actúa con prontitud, se prevé que la demanda mundial por productos pecuarios aumente en un 70 por ciento para el año 2050.
“La demanda por carne en los países en desarrollo está en aumento y la urbanización está cambiando los hábitos alimenticios de las personas. Esto, a su vez, amenaza con aumentar la demanda por tierras de cultivo y aumentar el uso de fertilizantes, la pérdida de bosques tropicales y las emisiones de gases de efecto invernadero”, se lee en el documento.
En este sentido, Lovera aseguró que actualmente en algunos países europeos son los propios consumidores quienes piden a sus gobiernos implementar medidas cuando se dan cuenta de la crueldad con que trata a los animales esta industria. “Ellos mismos buscan evitar el consumo de carne”, dijo.
En el caso de México, hace apenas un par de semanas, las organizaciones Mercy for Animals e Igualdad Animal revelaron que en muchos rastros municipales, los animales son asesinados estando plenamente conscientes; además son torturados y mueren agónicamente sin que exista consecuencia legal alguna para los trabajadores ni para las empresas.
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HAMBRE Y DAÑOS A LA SALUD
Por si fuera poco, la activista señaló que el mundo es desigual en temas alimentarios, ya que los bosques son deforestados para implementar la ganadería y los cultivos de alimentos destinados a los animales del sector, en lugar de distribuirlos entre la sociedad. Aunado a ello, destacó que la carne producida a nivel industrial en muchas ocasiones es de baja calidad y se vende a bajos precios en supermercados, por lo que los pequeños productores son desplazados.
“Estamos en un mundo muy triste, donde la mitad de la población come demasiado y la otra mitad, muy poco y pasa hambre. No hay un sistema de alimentación que cubra la necesidad con la calidad que necesita la gente”, lamentó.
Asimismo recordó que el año pasado, la Organización Mundial de la Salud (OMS) –a través de la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés)– alertó que la carne procesada es cancerígena para las personas, mientras que la carne roja “probablemente” también.
Por esa razón, aseguró, los productos cárnicos deben consumirse en pocas cantidades, de lo contrario se convierten en una amenaza para la salud. Sugirió a las personas adoptar una dieta balanceada, con porciones pequeñas de productos de origen animal como lácteos, carne y huevos y preferentemente optar por frutas, verduras y semillas.
Otra razón por la que Lovera recomienda reducir el consumo de los productos de origen animal es porque el estudio revela que “en muchos países los animales son tratados con hormonas y antibióticos para promover el crecimiento, y los consumidores de estos productos alimenticios pueden estar consumiendo un cóctel de pesticidas, hormonas, parásitos y/o bacterias. El uso innecesario de antibióticos también está conduciendo a que las bacterias se hagan resistentes a éstos y la propagación de infecciones bacterianas intratables”.
Finalmente, la ambientalista hizo un llamado a los gobiernos a apoyar la biodiversidad y la diversidad cultural y a que retiren los subsidios a la agroindustria y de esa manera garanticen que la deforestación para dar paso a la ganadería no continúe extendiéndose.
No obstante, el análisis que incluyó a Bolivia, Brasil, India, Paraguay y Rusia reveló que los gobiernos buscan expandir la agricultura industrial y lo hacen con apoyándose en el comercio internacional.
“Se necesitan apoyos legales de los gobiernos para los sistemas integrales. Se necesita un sistema de alimentación sostenible, donde la producción y el consumo de comida sea diverso, sano para la gente y para el planeta”, urgió Lovera.
Las alternativas que plantea el informe para mitigar la problemática expuesta son la implementación de la agroecología, agrosilvicultura, las prácticas tradicionales de pastoreo para promover la conservación de los bosques y la restauración de las tierras ganaderas tradicionales, y la cría de razas autóctonas.
“Esto significa que podemos hacer una transición rápidamente hacia maneras de producir y consumir alimentos diversos y saludables, que funcionan para familias y comunidades, creando medios de vida y empleo, y en armonía con nuestro medio ambiente”, señala.