Enrique Peña Nieto se tocó la nariz ese día. Sonrió discreto. Se mantuvo callado. Aplaudió cuando tenía que aplaudir y luego se fue por la puerta de atrás. Los últimos reportes lo ubican en España, a más de 9 mil kilómetros de distancia de México.
Ciudad de México, 1 de diciembre (SinEmbargo).- Enrique Peña Nieto sonrió ese día. Saludó y luego se metió al Palacio Legislativo de San Lázaro, en la Ciudad de México. Su sexenio había concluido, ya sólo tenía que entregar la banda presidencial a Andrés Manuel López Obrador. Después podría marcharse. Pero antes tenía que escuchar el discurso del nuevo Presidente.
“¡Es un honor estar con Obrador!”, retumbó en el Congreso mexicano. La vieja consigna, otra vez. Vieja, pero renovada: nació para defender al líder de izquierda cuando le habían arrebatado todo. Y Peña Nieto tuvo que escuchar.
Las reacciones que tuvo el priista ante los planteamientos de Andrés Manuel López Obrador llamaron la atención de inmediato. Se retorció, hizo gestos. Hasta se tomó el tiempo para tomar apuntes.
López Obrador agradeció ese día a Peña Nieto. Le reconoció sus atenciones y no haber interferido en las elecciones. Pero luego le hizo saber que el neoliberalismo, el sistema que el priista defendió, había provocado las desigualdades que todavía hoy lastiman al país.
“Licenciado Enrique Peña Nieto, le agradezco sus atenciones. Pero, sobre todo, le reconozco el hecho de no haber intervenido, como lo hicieron otros presidentes, en las pasadas elecciones presidenciales”, dijo López Obrador.
“Hemos padecido ya ese atropello antidemocrático y valoramos el que el presidente en funciones respete la voluntad del pueblo. Por eso, muchas gracias, licenciado Peña Nieto”, agregó.
Peña se tocó la nariz. Sonrió discreto. Se mantuvo callado. Aplaudió cuando tenía que aplaudir y luego se fue por la puerta de atrás. Los últimos reportes lo ubican en España, a más de 9 mil kilómetros de distancia de México.
