El experto Pedro Ojeda ha señalado que “el uso prolongado de mascarilla hace que se concentre más humedad en la piel alrededor de la boca, lo que podría facilitar el crecimiento de hongos, especialmente en varones con barba o bigote, o la aparición de infecciones cutáneas o empeoramiento de acné en adolescentes.
Ciudad de México, 1 de noviembre (AS México).- Durante el otoño y el invierno las lluvias son más frecuentes de lo habitual, y los inmunólogos avisan del peligro que pueden acarrear a las mascarillas, ya que pueden alterar su filtración. La Organización Mundial de la Salud ya advirtió el pasado mes de que las mascarillas perdían eficacia si se mojaban y criticaba la falta de información sobre el tema: “No ha habido ninguna campaña pública para que la gente sea consciente de que esto puede hacer que sus máscaras sean ineficaces”.
Ahora ha sido el doctor Pedro Ojeda, miembro de Sociedad Española de Alergología e Inmunología (SEIC), quien lo ha explicado en una entrevista con Efe: “Una lluvia fina no afectará la mascarilla, pero una lluvia más pertinaz o de gota gruesa alterará su capacidad de filtración”. Por tanto, es recomendable llevar “una o dos de recambio”, ya que “aparte de ver disminuida su capacidad de filtración, una mascarilla mojada puede aumentar la humedad relativa en el espacio entre la cara y el protector y dar lugar a la aparición de las afecciones dermatológicas, como eccemas, acné o foliculitis”.
Sobre esto último, el experto ha señalado que “el uso prolongado de mascarilla hace que se concentre más humedad en la piel alrededor de la boca, lo que podría facilitar el crecimiento de hongos, especialmente en varones con barba o bigote, o la aparición de infecciones cutáneas o empeoramiento de acné, sobre todo en adolescentes”. Además, un ajuste inadecuado de la mascarilla, o demasiado apretado, puede conducir a heridas labiales o nasales. “No es necesario que la mascarilla forme un sellado perfecto con la piel, basta que tape bien la nariz y la boca”, apunta.
LAS MASCARILLAS NO DEBILITAN EL SISTEMA INMUNITARIO NI PRODUCEN ALERGIA
Uno de los argumentos utilizados por las personas que se muestran en contra de las mascarillas ha sido que pueden debilitar nuestro sistema inmunitario debido a la reducción de flujo de aire y oxígeno. Ojeda descarta esta teoría porque no se ha comunicado una evidencia que lo confirme, “ni siquiera en aquellas profesiones que deben usarla como equipo de protección personal a lo largo de muchas horas de la jornada de trabajo”.
Asimismo, “no se está reportando un incremento de alergia como tal a la mascarilla”, señala. No obstante, el experto reconoce que “en gente muy sensible a metales, sobre todo al níquel, el alambre de la parte superior de la mascarilla o cualquier otra pieza metálica, podría llegar a generar un eccema de contacto”. Además, ha destacado la advertencia de que las mascarillas NK95 puedan contener resinas de formaldehído y Quaternium-15, dos conocidos sensibilizantes. “Pero de momento no se ha descrito sensibilización frente a ellos en personas que han manifestado reacciones con la mascarilla y a las que se han testado estos componentes en pruebas epicutáneas”, manifiesta.
Por el contrario, la mascarilla ha podido ayudar a que muchas personas alérgicas hayan sufrido menos síntomas: “La primavera pasada, las personas alérgicas a alérgenos de exterior como pólenes de plantas o esporas de hongos sí que notaron una clara reducción de la intensidad de sus síntomas al llevar la mascarilla al aire libre, a pesar de que ha sido una primavera relativamente intensa en cuanto a polinización de gramíneas”.
¿CUÁLES SON LAS MÁS ADECUADAS?
Existe un amplio debate sobre el tipo de mascarilla más aconsejable. Por ejemplo, numerosos expertos dudan de la eficacia de las mascarillas de tela, que incluso se han prohibido en algunos hospitales, mientras sus fabricantes defienden fervientemente su seguridad y eficacia. Sobre estas mascarillas, Ojeda opina que “podrían ser útiles siempre y cuando se ajusten bien a la cara y dispongan de los filtros adecuados frente a microorganismos. Si no es así, debido a que el tamaño de poro del tejido textil es tan grande (en escala microscópica) es como si no llevásemos nada”.
No obstante, “las mascarillas que se deben usar son las que estén homologadas para la protección frente a la inhalación de microorganismos y más concretamente los virus, en las circunstancias actuales. Por tanto, estaríamos hablando de la mascarilla quirúrgica o las NK95”.
Eso sí, independientemente del tipo de que utilicemos, es imprescindible tener en cuenta que para manipularla “debemos sostenerla siempre por las cintas”, sin tocar la mascarilla directamente, y “hay que evitar ajustarla continuamente o cogerla por su parte frontal”. “En el caso de que tengamos que ajustarla, la manipularemos por la parte inferior e interior o por las esquinas superiores”, concreta.
NO ES RECOMENDABLE REUTILIZARLAS
“La reutilización de la mascarilla conduce a una disminución de su capacidad de filtración, así como provoca el crecimiento de hongos y bacterias que exhalamos con el aire. Por tanto, no es recomendable reutilizar mascarillas quirúrgicas o NK95 ni extender su uso más allá del tiempo recomendado por el fabricante”, avisa Ojeda. Para reutilizar las mascarillas de tela con filtros adecuados, en cambio, lo ideal es “lavarlas a temperaturas altas para asegurar la eliminación de tales microorganismos y cambiar los filtros después de cada lavado”.
En caso de querer reutilizar una mascarilla desechable, es aconsejable guardarla en el envoltorio en el que se han comercializado. “En caso de que las vayamos a usar de forma intermitente, deberían guardarse siempre en una bolsita de plástico o una funda en la que se pueda meter y sacar fácilmente”, plantea. Lo más importante es que la mascarilla no entre en contacto directo con otros objetos que toquemos con frecuencia, como el móvil o las llaves.