Jorge Alberto Gudiño Hernández
01/10/2023 - 12:01 am
Palabras extra
Las primeras, las dedicatorias, las leo con un poco de morbo (…). Me quedo, pues, mucho más tiempo con esos párrafos finales. Si son sólo agradecimiento, mi actitud es similar que frente a las dedicatorias.
No las tienen todos los libros ni deberían. No me refiero a las cuestiones legales, donde se consigna la editorial, la traducción, la titularidad de los derechos o el nombre de los agentes; tampoco a dónde fue impreso, el tipo de papel ni la composición tipográfica. Es probable que, salvo que seamos profesionales de la edición, prestemos tan poca atención a esas indicaciones como a los créditos del final de la película.
Me refiero, entonces, a ciertos elementos paratextuales que algunos autores deciden incluir y otros no. Desde el epígrafe y las dedicatorias hasta algunas palabras de agradecimiento o explicación al final del libro. Ninguna de estas cosas forma parte del cuerpo del libro, del texto principal (si se me permite llamarlo así). Y, sin embargo, a veces me vuelvo un lector ávido de estas palabras extra que se aparecen como un obsequio.
No son pocos los epígrafes que me han hecho buscar otros libros, para no ir demasiado lejos. Es como una enorme recomendación sintetizada por parte del autor: ha elegido dos o tres líneas (a veces más) de un libro que le significa algo y las ha soltado ahí, al principio del propio, para ver si somos capaces de establecer la relación entre ambos. Sobra decir que, en la gran mayoría de los casos, los epígrafes suelen pertenecer a libros superiores al que nos lo ofrece y está bien, es parte del riesgo que se corre al sugerir esa relación.
Me quiero referir hoy, empero, a esas otras palabras que también provienen de la pluma del autor: dedicatorias, agradecimientos, notas al margen, explicaciones ulteriores a la lectura del libro.
Las primeras, las dedicatorias, las leo con un poco de morbo, intentando resolver el enigma que plantean. Sonrío cuando conozco a quién se refiere el escritor y nada más. No voy más lejos. Si no sé de quién se trata paso la página y ya está.
Me quedo, pues, mucho más tiempo con esos párrafos finales. Si son sólo agradecimiento, mi actitud es similar que frente a las dedicatorias. Sin embargo, cuando se trata de otro tipo de textos, los disfruto mucho. Algunos hablan de los procesos de escritura, otros de las fuentes de inspiración o de lo que intentó hacer el autor en turno. En todos los casos, los leo con una curiosidad genuina.
Como ya mencioné, se trata de textos escritos por el autor mismo del libro en turno. Sin embargo, es una escritura diferente, una escritura desde la persona que es el autor y no desde esa extraña entelequia que es, en efecto, el escritor. No puedo sino preguntarme qué motivó tal escritura pese a que yo mismo, en algunos de mis libros, he incluido algunas palabras extras al final.
Me sirve leerlas, también, para salir del libro. Es como un postre, una transición hacia el resto de la tarde o noche, cuando ya no queda comida en los platos. Quizá un digestivo.
Insisto: estas palabras extras no vienen en todos los libros ni tendrían por qué hacerlo. Normalmente, no tienen la intención literaria o estética de la obra en sí. Pese a ello, cuando me topo con esas líneas, lo agradezco. No miento, alguna vez me ha sucedido que esa página extra me dejó un mejor recuerdo que el resto de una novela. Cosas que pasan.
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