Gustavo de Hoyos Walther
01/08/2023 - 12:04 am
Abuso del poder presidencial
“En el fondo, el problema no es del Presidente, sino de los ciudadanos que ya no quieren vivir bajo condiciones de inseguridad y violencia”.
La democracia liberal es un régimen político que tiene como uno de sus fines principales la creación de condiciones de paz y seguridad. Parte de un concepto antropológico fundamental. A saber: que en condiciones de conflicto y guerra no es posible sentar las bases de la convivencia civilizada. Se funda también en la idea de que todo lo que vale la pena: las ciencias y las artes, la amistad y el amor, la justicia y el desarrollo, no podrían existir más que en condiciones donde reine la concordia.
Por esta poderosa razón es muy preocupante que el Presidente de una nación haya puesto en marcha una plataforma mediática, cuyo principal propósito sea atacar verbalmente a sus contrincantes políticos y de otro tipo.
Hoy pocos consideran que las llamadas “mañaneras” cumplan una función primariamente informativa. No hay algo más alejado de una conferencia de prensa -como sucede, por ejemplo, en Estados Unidos- que los ejercicios publicitarios de López Obrador.
Quienes están poniendo atención, se han percatado de la intención obvia, del primer mandatario, por escalar paulatinamente un conflicto con sus críticos. Si esto se tratara, como él dice, de una confrontación de ideas y proyectos de país, el ejercicio sería no sólo noble sino necesario. Sin duda, el Gobierno que sustituya al actual debe implementar un verdadero foro de diálogo permanente con la sociedad. Al no haber hecho esto, los regímenes de la transición, indudablemente, estuvieron en falta.
No obstante, hay que decirlo una y otra vez: el Presidente está jugando con fuego. No sólo su estilo es agresivo, sino que continuamente sus amagos tienen nombre propio y destinatario. Una Corte Federal, de hecho, ha determinado que sus invectivas son, en realidad, ejercicios de abuso del poder.
La verdad sea dicha: el Jefe del Ejecutivo está dividiendo a la sociedad. Hay quienes argumentan que la división de la sociedad ya existía antes y que, de hecho, esto fue lo que llevó a López Obrador al poder. A esto se debe responder que una cosa es la natural diferencia de opinión entre ciudadanos que, a veces, puede llegar a la crispación y otra, totalmente diferente, es el encono promovido premeditadamente desde el máximo poder. Si lo primero es necesario, lo segundo es peligroso.
Es esencial insistir en que los dichos del Presidente no suceden al margen de sus repercusiones. Su abuso de poder es claro cuando se piensa que cada una de sus agresiones verbales se reproduce y multiplica en las redes sociales, generando un clima persecutorio. Y aunque no se puede probar terminantemente la relación directa entre las acometidas verbales del Presidente y los actos físicos de agresión contra periodistas y otros críticos, sería poco serio no notar las afinidades existentes entre ambos fenómenos.
Contra lo que él quisiera, el mandatario mexicano se parece menos a Martin Luther King o a Nelson Mandela -ambos hombres de paz-, que a dictadores que agreden sin mesura a quienes discrepan de ellos.
Pero, en el fondo, el problema no es del Presidente, sino de los ciudadanos que ya no quieren vivir bajo condiciones de inseguridad y violencia.
Y, al parecer, este gigante ciudadano tendrá la oportunidad de hacer oír su elocuente voz en 2024.
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